jueves, 12 de diciembre de 2013

POLÍTICAS PÚBLICAS, LIBERALISMO Y DEMOCRACIA. Marisol Hernández


POLÍTICAS PÚBLICAS, LIBERALISMO Y DEMOCRACIA

En opinión del autor Norberto Bobbio, considerado el filósofo  de la democracia, el binomio liberalismo-democracia debe entenderse ante todo como una relación de necesidad; al respecto asegura que: “liberalismo y democracia están ligados necesariamente en el sentido de que sólo la democracia es capaz de realizar en plenitud los ideales liberales y sólo el estado liberal puede ser la condición para la práctica de la democracia”

Lo que se propondrá Bobbio será, precisamente, mostrar la serie de elementos que a través de la historia permitieron la configuración de esa relación que, durante mucho tiempo y, aún hoy día, sigue siendo considerada por un número importante de pensadores como antitética. Se pregunta ¿Cómo es posible hacer coincidir una concepción de Estado, como la liberal, que subraya las libertades individuales y reduce la influencia del Estado, con una forma de gobierno, como la democrática, que en rigor debería buscar la equiparación de condiciones y la igualdad?

            Se ha dicho  que liberalismo y democracia se encuentran vinculados en una relación de necesidad. Pero esto es sólo posible, opina Bobbio, cuando se entienda la democracia como un conjunto nominal de reglas cuya observancia es necesaria para la distribución del poder político. Y esto es así porque cuando la democracia deja de ser esto para ser el ideal de igualdad, a ser democracia sustancial, no formal; para el pueblo, no del pueblo, entrará en una relación de mutua exclusión con el liberalismo.

            Básicamente se trata de entender que libertad e igualdad son valores antitéticos (+ libertad = - igualdad / + igualdad = - menos libertad) y que por lo tanto cuando se da prioridad a uno de ellos la relación se cae. Si siendo liberal se da prioridad a la libertad sobre la igualdad (por ejemplo, dando rienda suelta a la propiedad privada), la sociedad será evidentemente menos democrática, al menos en el sentido de la igualdad. Si por el contrario, siendo un demócrata, trata de igualarla (por ejemplo, eliminando esa misma propiedad) la sociedad podría experimentar el fin de las libertades individuales.

            La alternativa que propondrá el liberalismo para no renunciar al ideal de gobierno propuesto por la democracia será, entonces, entenderla, como se dijo, simplemente en su sentido nominal: 1. Igualdad frente a la ley y,

2. Igualdad de derechos.

Se observa así, que dentro del liberalismo (es la crítica hecha desde la izquierda) la igualdad se reduce a una cuestión de forma, pero nunca de hecho, y centrada de manera exclusiva al campo de lo político, pero nunca de lo económico. Ni siquiera cuando el liberalismo pretende a través de modelos de democracia representativa hacerse ver como un modelo político de soberanía popular, podrá superar una participación limitada al sufragio, puesto que en el momento en que se amplíen los límites de acción del Estado, estaría entrando en contradicción con sus principios básicos.

            Una vez más, la legitimidad democrática (más allá de un sistema político de gobierno, como forma de vida que tiene como meta el bien común en una cultura de paz y tolerancia) encuentra una actualización de añejos problemas al establecer que ella requiere de mecanismos de designación de los gobernantes, y en especial, la democracia crea el marco constitucional de las relaciones entre minorías, algunas de ellas constituidas en élites, o compitiendo entre sí por el ejercicio del gobierno, a través de la participación ciudadana en la formulación e implementación de las políticas públicas entendidas como conjunto de acciones, decisiones.

            La homogeneidad  mínima de  parece que está conformada por el acceso a los bienes básicos y las libertades fundamentales, que constituyen el núcleo primordial de las políticas públicas. Esa homogeneidad, se comprende es condición  indispensable para el funcionamiento de una democracia representativa y no contradice el respeto a la diferencia o discenso. No se trata de una posición “etnocéntrica”. La posición contraria consiste en establecer la posibilidad de contar con criterios éticos universales (que no absolutos), a partir de la noción de necesidades básicas y de sus correspondientes bienes básicos, las cuales son las demandas de las políticas públicas orientadas por los modelos de gestión en concordancia con los modelos de desarrollo de los Estados.

            En conclusión, para minimizar  la ineficiente regulación gubernamental, en la formulación y gestión de las políticas públicas teóricamente, pero que en la práctica tiene poca importancia, al no dar respuesta a los problemas de coyuntura local, para promover el desarrollo, es necesario la involucración directa, en democracia, de los participantes, afectados en la formulación de las reglas y planes gubernamentales, en el contexto económico, político y social del bien común.

 

 

 

Fuentes Internet:

Referencias

Bobbio, Norberto. (1982). “Presente y futuro de los derechos humanos”, en El

            problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, Gedisa,

 

 ______, (2000).   Liberalismo y democracia (trad. de J. Fernández   Santillán), México, Fondo de Cultura Económica.

    

______, (2002).  El filósofo y la política (trad. de J. Fernández   Santillán), México, Fondo de Cultura Económica.

 

Martinelli José María, Políticas públicas en el nuevo sexenio, Plaza y Valdes editores, México, 2002.

 

Baradach Eugene, Los ocho pasos para el análisis de políticas públicas, CIDE; México, 1998,

 

Majone, Giondomenico. Argumentación y persuasión en la formulación de políticas. México. FCE

 

Aguilar Villanueva Luis, La hechura de las políticas públicas, Porrua, México

Ruiz Sánchez Carlos, Manual para la elaboración de políticas publicas

 

Sánchez Gutiérrez Arturo, El proceso de diagnostico en la elaboración de políticas públicas, en Perfiles Latinoamericanos, 1993

 

Calva José Luis, Políticas Económicas para un desarrollo sostenido con equidad.

 

 

 

Göran Therborn. ¿Cómo domina la clase dominante?. Aparatos del Estado y poder estatal en el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. 4ª. Ed. México, D. F., Siglo XXI, 1989. p. 37.

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