EL HOMBRE
POLÍTICO
Las bases
sociales de la política
INTRODUCCIÓN
Los sistemas
políticos contemporáneos constituyen una
parte integrante del orden social humano. Los científicos, psicólogos,
sociólogos y antropólogos políticos se están dando cuenta de que los procesos políticos deben ser
estudiados como componentes específicos de relaciones sociológicas y psicológicas más amplias.
En vista de que en esta obra Seymour M. Lipset (1988)
examina la democracia como una característica de la sociedad humana utilizando un cuidadoso
análisis de los registros de votación y de las
encuestas públicas de opinión de
todo el mundo, Lipset explora las condiciones
necesarias para la democracia en
naciones y organizaciones; las correlaciones entre la participación política y comportamiento
del voto; y los orígenes y el apoyo
actual para movimientos y valores tanto
prodemocrático como antidemocrático.
El
libro examina los diversos fenómenos de
la lucha de clases, política izquierdista, inestabilidad política y el
microcosmo político de los sindicatos.
Se entiende que “El hombre político”
ofrece una mezcla ingeniosa de datos
empíricos, perspectiva histórica y cuidadosa reflexión. Cualquiera que esté
interesado en la dinámica interna del
proceso democrático o en las causas y
consecuencias del comportamiento político humano encontrará las observaciones
de Lipset de un valor incalculable.
En el
presente ensayo se expresa unas reflexiones acerca de la primera parte del tema “El hombre
político” y se comenta una interpretación sobre conceptos de Aristóteles sobre el hombre
político y las condiciones del orden democrático, la sociología política,
desarrollo económico y democracia,
Conflicto social, legitimidad y democracia, autoritarismo de la clase obrera y Fascismo: izquierda, derecho y centro.
La tesis central es las bases de la política
Conceptos
de Aristóteles sobre el hombre político y las condiciones del orden
democrático.
El
autor Seymour M. Lipset (1988)
inicia citando a Aristóteles: “el hombre es, por naturaleza,
un animal político. La naturaleza ha implantado en todos los hombres un
instinto social, y no obstante quien
primero fundó el Estado fue el mayor de
los benefactores. Puesto que el hombre, una vez perfeccionado, es el mejor de
los animales, más separado de la ley y la justicia es el peor de todos; ya que
la injusticia armada es la más peligrosa, y el hombre se halla equipado al nacer, de armas concebidas para ser
empleadas con inteligencia virtud, y que puede
utilizar para los peores objetivos. Por lo cual, si no posee virtud es
el más sacrílego y el más salvaje de los animales, y el más provisto de lujuria y gula. Pero la justicia
es el vínculo de los hombres dentro de los Estados, puesto que la
administración de justicia, que consiste en la determinación de lo que es justo,
es el principio del orden dentro de la sociedad política.
El Estado se halla constituido por
muchos individuos. Una multitud es mejor
colaboradora y es mejor juez de muchas cosas que un individuo cualquiera.
Además, la mayoría es menos corruptible que la minoría.
De este modo es evidente que la
mejor comunidad política se halla formada por ciudadanos de la clase media, y
que los Estados Unidos en lo que esta clase es numerosa se prestan a ser
administrados (…).
Grande
es, pues, la fortuna de un Estado en el
cual los ciudadanos posean una propiedad moderada y suficiente, puesto que
donde algunos poseen mucho, y los demás nada, puede surgir una democracia
extrema o una oligarquía pura; o puede desarrollarse una tiranía partir de
cualquiera de ambos extremos, pero no es tan probable que surjan de las
constituciones medias y de aquellas que le son afines
1. La sociología
política se preocupa del
análisis de las condiciones sociales
que configuran la democracia. Una democracia estable requiere la manifestación
de un conflicto o una división, de manera que existan: una lucha por las
posiciones directivas; exigencia a los partidos que se hallan en el poder y cambios de los que gobiernan;
La sociología política es el estudio
del poder y de la intersección de personalidad, estructura social y política.
La sociología política es interdisciplinaria, donde la ciencia política y la
sociología se cruzan. La disciplina usa la historia comparativa para analizar
los sistemas de gobierno y organización económica para comprender el clima
político de las sociedades. Por comparar y analizar la historia y datos
sociológicos, las tendencias y pautas políticas emergen. Los fundadores de la
sociología política fueron Max Weber (Alemania) y Moisey Ostrogorsky (Rusia).
Hay cuatro áreas principales que son
enfoques de investigación en la sociología política contemporánea:
1.
La formación socia-política del estado moderno.
2."¿Quién
manda?" Como la desigualdad social entre grupos (clase, raza, género,
etc.) influencia la política.
3.
Como las personalidades públicas, movimientos y tendencias sociales fuera de
las instituciones formales de poder político afectan a la política.
4.
Las relaciones de poder dentro de y entre grupos sociales (familias, lugares de
trabajo, burocracia, medios de comunicación, etc.).
Tres
esquemas teoréticas importantes son el pluralismo, la teoría directiva o elite
y el análisis de clase que coincide en parte con el análisis marxista.
El pluralismo ve la política primariamente como un
concurso entre los grupos con intereses que competen. Un representativo
destacado es Robert Dahl.
La teoría directiva o élite a veces se llama un enfoque
centrado en el estado. Explica lo que hace el estado por mirar restricciones de
estructura organizacional, directores de estado semiautónomos y intereses que
surgen del estado como una organización única que concentra el poder. Un
representativo destacado es Theda Skocpol.
El trasfondo
intelectual
Las crisis de la
reforma y la revolución industrial que anunciaron la sociedad moderna, también
dieron existencia a la sociología política. La desintegración de una sociedad
tradicional, la diferencia entre la sociedad y el Estado. También suscito el
siguiente problema: Cómo puede una sociedad enfrentarse a un continuo conflicto entre sus miembros y
grupos, y mantener, sin embargo, la cohesión social y la legitimidad de la
autoridad estatal?
La escisión entre gobernantes absolutista del siglo XVII
y la burguesía en ascenso aclaró las distinciones entre hombre y ciudadano,
sociedad y Estado. Tales distinciones constituyeron tanto la causa como la
consecuencia de la crisis sobre legitimidad del Estado, que algunos comenzaban
a cuestionar y otros a negar. Bodin, en el siglo XVII, formuló por primera vez
el principio de la soberanía del Estado
sobre otras instituciones dentro de los límites de la nación, para
justificar la primacía del Estado,
particularmente en una época de
conflictos religiosos.
Cierto número de filósofos –Hobbes,
Locke y Rousseau entre ellos- intentaron, cada uno a su modo, resolver el problema
básico: la necesidad de consenso secular que pudiera sustituir la
solución religiosa de la Edad Media,
y superar la escisión entre la sociedad y el Estado.
Los padres de la sociología política
del siglo XIX tomaron partido en el asunto. Saint-Simon, Proudhon y Marx se
hallaban de parte de la sociedad: para ellos el Estado tenía que ser limitado y controlado por la sociedad
o bien abolido. En el otro bando se hallaban Hegel, Lorenz von Stein y otros,
quienes consideraban que la solución residía en la subordinación de los
elementos dispares de la sociedad a la soberanía del Estado. La sociología
política parece haber superado esta controversia. La cuestión fue formulad de
manera errónea. El error consistía en tratar al Estado y la sociedad como a dos
organismos independientes y averiguar
cual de ellos era más importante o preferible.
Los sociólogos políticos alegan actualmente que el Estado es tan sólo
una entre muchas instituciones políticas, y que éstas últimas constituyen
únicamente una entre los muchos conjuntos de instituciones sociales; que las
relaciones entre tales instituciones y
grupos de instituciones constituyen el tema de la sociología general, y que las relaciones entre las
instituciones políticas y las demás configura el ámbito específico de la
sociología política.
Talcott Parsons –quizá el más
importante teórico de la sociología contemporánea-, sugirió que el estudio de la política no
puede ser “tratado en términos de un esquema conceptual específicamente
especializado (…) precisamente por la razón de que el problema del sistema
político del sistema social constituye
un foco para la integración de todos
sus componentes y no de una clase específicamente diferenciada.
El dilema –el equilibrio adecuado
entre el conflicto y el consenso- continúa, constituye el problema central de
que trata este libro. Hasta hace poco
tiempo, los sociólogos se ocupaban más del estudio de las condiciones que producen la división que de la
determinación de los requisitos del consenso político. Las deducciones se hacen
más evidente si se consideran a los cuatro (4) grandes escritores europeos
cuyas ideas constituyen, en líneas
generales la base de la
sociología política: Marx, Tocqueville, Weber y Michels
Conflicto de clases y
consenso, Marx y Tocqueville
Después de la Revolución Francesa
los problemas de conflicto de clases versus consenso comenzaron a destacarse.
Los revolucionarios, naturalmente empeñados en continuar el conflicto, y los
conservadores, en mantener la estabilidad social. Pero, durante muchos años,
pocos fueron los hombres que analizaron las condiciones bajo las que el
conflicto de clases y consenso eran o podían ser mantenidos en equilibrio.
El portavoz más coherente del
enfoque según el cual el conflicto de clases era el interés central en el
estudio de la política fue Karl Marx.
Alexis de Tocqueville, por
otra parte, fue el primer gran representante de la idea de que la democracia
implica un equilibrio entre las fuerzas de conflicto y consenso
Para Marx, una sociedad compleja podría caracterizarse
ya sea por un conflicto constante (aun cuando fuera suprimido) o por el
consenso, pero no por una combinación de ambos. Consideró el conflicto y el
consenso como alternativas más bien que como tendencias divergentes que podían
equilibrarse. Por otra parte, relegó el consenso, la armonía y la integración
al futuro comunista (utópico); por otro lado, consideró el conflicto y el
absolutismo como el gran
acontecimiento de la historia en la época situada entre el primitivo
comunismo y el éxito futuro de la revolución proletaria.
La concepción de Marx sobre la
futura sociedad armónica tuvo derivaciones significativas para su perspectiva
sociológica. El sistema político que proyectó no era una democracia
institucionalizada, sino la anarquía. Ello significaba el fin de la división
del trabajo, puesto que la eliminación de la diferenciación de las funciones en
las esferas económicas de la vida eliminaría, de acuerdo con Marx la fuente
principal de conflicto social. Esta
afirmación describe una de las
condiciones básicas de la sociedad comunista, puesto que el comunismo “es la
eliminación de todas las fuentes sociales de diferencias, aun de la distinción
entre ciudad y campo.”
Ya que el consenso es imposible
dentro de una sociedad estratificada, dominada por una clase explotadora. El interés de Marx consistía en un análisis
de los factores que dan lugar al poder de las fuerzas en litigio.
La teoría de Marx no daba cabida a la
democracia bajo el comunismo. Posee tan solo dos tipos sociales (ideales
inexistentes) que se excluyen: una sociedad de constante conflicto de clase (destructivo de la dignidad
humana y debe ser destruido) y una sociedad de completa de armonía (liberada de las fuentes de
conflicto y por lo tanto, no tiene necesidad de instituciones democráticas,
tales como los resguardos contra el poder del Estado, la división de poderes,
las protecciones que confieren las garantías
jurídicas, una constitución o “declaración de derechos”. (Ver
consecuencias de la Revolución Rusa)
A primera vista, la teoría de
Tocqueville parece similar a la de Marx, ya que ambos destacan la solidaridad
de las unidades sociales y la necesidad
del conflicto entre ellas. (Para Marx las unidades eran clases; para
Tocqueville consistían en comunidades
locales y organizaciones voluntarias.) Sin embargo, Tocqueville, a
diferencia de Marx, prefirió deliberadamente hacer resaltar aquellos aspectos
de las unidades sociales que podían mantener la división y el consenso político al mismo tiempo.
Tocqueville no proyectó su sociedad
armónica hacia el futuro ni separó, a su vez, las fuentes de la integración
social de las de la división. Las mismas
unidades – por ejemplo, los gobiernos federales y estatales, el Congreso y el
presidente- que funcionan independientemente unas de otras y, por ende,
necesariamente en un estado de tensión, dependen también recíprocamente y se hallan ligadas por los partidos
políticos. Las asociaciones privadas, que son fuente de restricciones para el
gobierno, sirven también de conductos para interesar a la gente por la
política. En resumen, constituyen los mecanismos de creación y mantenimiento
del consenso necesario para una sociedad democrática.
La preocupación de Tocqueville por
un sistema político pluralista resultó
de su interpretación de las tendencias de la sociedad moderna. La
industrialización, la burocratización y el nacionalismo, que atraían a las
clases inferiores hacia la política, minaban también los centros locales más
pequeños de autoridad y concentraban el
poder en el Estado leviatán. Tocqueville
temía que el conflicto social desapareciera debido a que habría un solo
centro del poder – el Estado- para oponerse al cual ningún grupo sería
suficientemente fuerte. Ya no existiría ninguna competencia política porque no
habría bases sociales que la sustentaran.
Además, Tocqueville temía que el
consenso también fuera socavado en la sociedad de masas. El individuo atomizado,
abandonado a sus propias fuerzas, sin pertenencia a una unidad social
políticamente significativa, carecería del interés suficiente para participar en la política, o
aun para aceptar el régimen. La política no solo no ofrecía esperanzas, sino que estaría desprovista de significado.
La apatía mina el consenso, y esta fue la actitud de las masas para con el
Estado que Tocqueville consideraba como el resultado de una sociedad burocrática.
El estudio de Tocqueville de los
Estados Unidos le sugirió dos (2) instituciones que podrían combatir al nuevo
leviatán: el autogobierno local y las
Asociaciones
voluntarias. La participación en tales instituciones le pareció ser condición
para la estabilidad del sistema democrático. Mediante la diseminación de las
ideas y la creación de consenso entre sus miembros, se transforman en la base
del conflicto entre una organización y otra. Y, en el proceso también limitan
el poder central, crean centros nuevos y autónomos de poder para que compitan
con él y cooperan para la capacitación política de líderes potenciales de la
oposición.
Los enfoques de Tocqueville y Marx
no dieron como resultado análisis contradictorios de las funciones de las
diversas instituciones sociales, aunque sirvieron realmente para valoraciones
muy diversas. La afirmación de Marx de que la religión es el “opio de las
masas” establece un reconocimiento de su función integradora. Tocqueville
reconoció también la cualidad “opiácea”
de la religión: “Luego la religión constituye otra forma de esperanza”. Para
Marx, la religión era una fuente de engaño destinada a los estratos inferiores,
un mecanismo para ajustarlos a su destino de vida e impedirles reconocer sus
verdaderos intereses de clase. Tocqueville, por el contrario, observó que la
necesidad de un credo religioso crecía
en proporción directa con la libertad
política. Cuando menos coercitivas y dictatoriales se tornaban las instituciones políticas de una sociedad,
tanto más necesitaba ésta un sistema de creencias sagradas para ayudar a
restringir las actividades de los gobernantes y los gobernados.
Burocracia y
democracia: Weber y Michels
Si uno de los intereses permanentes
de la sociología política –la división y el consenso- fue vinculado a los
nombres de Marx y Tocqueville, otro de ellos –el estudio de
la burocracia – se identifica con la
obra de Max Weber y Robert Michels. Los
dos problemas están estrechamente relacionados,
puesto que la burocracia
constituye uno de los medios principales para la creación y el
mantenimiento del consenso y, al mismo tiempo, una de las fuentes principales
de las fuerzas que quebrantan la integración.
La diferencia entre Marx y Tocqueville, que hacen hincapié en el
consenso y en la lucha de clases, y la existente entre Weber y Michels, que se preocupan por el cumplimiento o la
violación de los valores mediante la burocracia, representan una adaptación del
pensamiento social a las etapas subsiguientes de la revolución industrial. Muchos filósofos sociales del
siglo XIX estaban preocupados por los efectos disgregadores que la revolución
industrial ejercía sobre la sociedad, y por la posibilidad de alcanzar
estructuras políticas democráticas
La
consideración básica de la teoría de la modernización es que todos los países
se encuentran en camino hacia un estado ideal de desarrollo (desarrollismo).
Esta afirmación, ha sido respaldada por un gran número de investigadores
sociales. Incluso Max Weber argumentaba que los valores culturales, creencias e
intereses distinguían dos clases de seres humanos: el tradicional y el moderno.
El primero es "ansioso, suspicaz, carece de ambición, se orienta hacia las
necesidades inmediatas... y se aferra a los procedimientos establecidos, aun
cuando no son apropiados".
Investigación
contemporánea
Votación: es el
mecanismo clave del consenso dentro de la sociedad democrática. Los estudiosos de las elecciones se
interesaban en la relación entre un
tipo de división-los partidos
políticos y otros tipos tales como la base, la ocupación, la religión, el grupo
étnico. Fueron raramente concebidos como
estudios de consenso.
Sugiere
el estudio de los aspectos integradores del comportamiento electoral, es
decir, la comprensión de la democracia
como sistema.
Opina que una democracia estable requiere:
una situación en la cual los partidos
políticos incluyan partidarios provenientes de muchos sectores de la población;
partidos que posean líderes provenientes de muchos sectores de la población.
Sugiere
el estudiar el problema del acuerdo en las decisiones entre distintos grupos y en las divisiones de
partidos.
De
modo similar, el problema de la participación política puede ser considerado de
maneras diferentes, según se interese por la división o por el consenso
La
paradoja (pág. 30) de que no siempre un nivel muy alto de participación es
bueno para la democracia, la noción de que el extremismo solo adquiere
importancia en los países pobres (pág. 54) y especialmente donde la
industrialización se produce rápidamente (pág. 60) son ejemplos de hallazgos
firmemente establecidos. Pero además el libro está repleto de observaciones,
citas y comentarios, adecuados para desencadenar discusiones y reflexiones
sobre temas fundamentales. Y esa acción catalítica en el pensamiento del lector
es, a mi juicio, lo más valioso de la obra.
Movimientos políticos
El estudio de los
movimientos reformistas y extremistas constituye un amplio sector esencial de la sociología política
estadounidense. Los científicos sociales estadounidense no se interesan por
estudiar los partidos tradicionales y conservadores.
Existen más títulos en los catálogos de biblioteca bajo
“Partido Laborista Británico” que bajo “Partido Conservador”.
Los
movimientos y las fuerzas conservadoras y los filósofos de igual tendencia (como Burke, Bonard y De Maistre), y los
problemas de integración y la cohesión
quedaron virtualmente descuidados hasta hace poco tiempo.
De modo similar, la mayoría de los
estudios sobre los movimientos fascista
y comunista hacen resaltar los factores que crean y sustentan el extremismo,
más bien que aquellos que los reducen, dentro de las democracias estables.
La política de la burocracia
En un gran número de
estudios fueron mantenido: el acento puesto por Weber sobre la burocracia y el
poder como elementos de estructuras
organizacionales formales a gran escala, y su sistematización de los rasgos
básicos inherentes a una organización
burocrática. Pero la sociología política prestó poca atención a su análisis del
la relación entre el desarrollo del poder estatal burocrático centralizado y la
decadencia de la democracia.
Los
estudiosos que siguieron las hipótesis
de Weber separaron el estudio de la burocracia del de la organización
política e incluyeron todo tipo de organizaciones: hospitales, fábricas,
sindicatos…
Estas investigaciones demostraron,
como Weber mismo lo reconoció, que existen tensiones y conflictos constantes,
sistemáticamente determinados, dentro de las organizaciones burocráticas, que
originan desviaciones de los ideales burocráticos de “eficiencia racional” “jerarquía “y “neutralidad “
La norma de neutralidad burocrática (según la
cual un miembro de la burocracia es más un experto imparcial que una parte
interesada) se elaboró a partir de los requisitos de un sistema político
democrático. Ésta norma posibilita la continuidad del gobierno democrático durante un cambio en los cargos
políticos.
La burocracia en el gobierno reduce
las tensiones de la lucha partidaria, tiende a reducir los conflictos, utiliza criterios objetivos como base para
resolver conflictos y capacita a las instituciones burocráticas para desempeñar
papeles de mediadores. De tal modo, las prácticas burocráticas fortalecen el consenso
democrático
El gobierno interno de las organizaciones voluntarias
Michels, a diferencia
de Weber, inspiró pocos estudios posteriores. En su mayor parte, sus ideas se
atizaron con propósitos descriptivos o para levantar polémicas que denuncian a
las organizaciones como
antidemocráticas. Ningún sociólogo norteamericano consideró digno de valor el
examen sobre la validez general de su teoría de la oligarquía a la luz de las
diferencias entre la vida del Partido Socialista Alemán, como aquel la
describiera en Political Parties, y la de los dos principales partidos
estadounidenses. Está claro que el
partidismo constante, los cambios relativamente rápidos en el liderazgo y la
ausencia de una estructura de poder central caracterizan a los partidos
norteamericanos, en contraste con el Partido Socialdemócrata de la Alemania anterior a la Primera Guerra Mundial. En los Estados
Unidos, solo las organizaciones, como los sindicatos obreros o las sociedades profesionales, poseen
estructuras internas semejantes a las descritas por Michels
como necesarias para los partidos políticos.
Tocqueville escribió acerca de la
contribución de varias asociaciones organizadas oligárquicamente para el
mantenimiento de las tensiones y consensos democráticos, y algunos autores posteriores arguyeron que la ausencia de la
democracia interna no interesa, ya que las organizaciones voluntarias desempeñan
una función representativa
Instituciones integradoras
En esta obra, Lipset
sugiere esencialmente que la
sociología de la política vuelva sobre
el problema formulado por Tocqueville: los requisitos y consecuencias sociales
de la democracia, utilizando el método que él empleara con tanto éxito: el
análisis comparativo
Primera parte.
Las condiciones del orden democrático
2. Desarrollo
económico y democracia
La democracia en una sociedad compleja puede definirse como un sistema
político que suministra oportunidades constitucionales regulares para el cambio de los dirigentes gobernantes, y un
mecanismo social que permite a la mayor parte posible de la población influir
sobre las decisiones más importantes, mediante la elección entre contendientes
para los cargos públicos.
Esta
definición extractada del trabajo de Joseph Schumpeter y Max Weber, implica
cierto número de condiciones específicas: 1) una “fórmula política“o cuerpo de
creencias que especifican que instituciones
-partidos políticos, una prensa libre, etc.- son legitimas (aceptadas
por todos como adecuadas); 2) un conjunto de lideres políticos en funciones, y 3) uno o más conjuntos de
lideres políticos reconocidos que intentan obtener cargos.
Este
capítulo y el siguiente consideraran dos de las características de una sociedad,
que pesan enormemente sobre el problema de la democracia estable: el desarrollo
económico y la legitimidad, o el grado en que las instituciones son valorada en
si mismas y consideradas justas y adecuadas
El primero en formalizar y medir en
forma sistemática la relación entre desarrollo económico y democracia fue
Lipset. En el primer párrafo de su ya clásico libro Lipset señalaba que
"una de las principales preocupaciones de la sociología política consiste
en un análisis de las condiciones sociales que configuran la democracia".
Lipset establece su hipótesis más conocida: "Cuanto más próspera sea una
nación, tanto mayores son las posibilidades de que se mantendrá una
democracia". Mediante medidas de industrialización, educación y urbanización
Lipset muestra la fuerte relación entre desarrollo económico (y social dada
alguna de sus medidas) y democracia.
Desarrollo económico
en Europa y América
El ensayo de Seymour Lipset “Some social requisites of democracy:
Economic development and political legitimacy” (1959), encendió uno
de los temas más debatidos por la comunidad científica de la ciencia política, la importancia de los factores
económicos en la legitimidad democrática1
Lipset, para probar su tesis sobre
el impacto económico en la legitimidad, clasificó países de Latinoamérica,
Europa y democracias angloparlantes, dividiéndolos en dos grupos: Europa,
América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, respecto de los cuales distinguió
“democracias estables” versus “democracias inestables y dictaduras”, y un
segundo grupo compuesto por países de América Latina, distinguiendo
“democracias y dictaduras inestables” versus “dictaduras estables”.
Luego, comparó dentro de cada grupo
los tipos de regímenes, respecto a un rango de indicadores correspondientes a
desarrollo socioeconómico, tales como: nivel de ingresos, comunicaciones, grado
de industrialización, grado de educación y nivel de urbanización. Con ello,
comprobó que los países más democráticos, correspondientes a cada grupo,
exhibían niveles medios de desarrollo más elevados que los menos democráticos.
Indudablemente,
este estudio fue un gran avance para la naciente corriente de investigaciones
empíricas.
Desarrollo económico
y lucha de clases
Como el desarrollo
económico produce mayores ingresos, una seguridad económica mayor y la difusión
de la enseñanza superior, determina ampliamente la forma de la “lucha de
clases”, al permitir a los que en los
estratos inferiores durante más tiempo perspectivas y enfoques de la vida política más complejos
y graduales.
En
los dos países más ricos, los Estados Unidos y Canadá, los partidos comunistas
son casi inexistentes y los partidos socialistas nunca fueron capaces de establecerse
como fuerzas dominantes. Significa que existe una diferencia relativamente
pequeña entre los niveles de vida de las clases sociales adyacentes.
Un aumento de la riqueza y de la educación
contribuye también a la democracia, al aumentar la orientación de las clases
bajas hacia varias presiones que reducen su enrolamiento en determinadas
ideologías y las hacen menos receptivas a las extremistas.
Una clase media numerosa modera el
conflicto al gratificar a los partidos moderados y democráticos y al condenar a
los grupos extremistas. Cuanto más pobre es el país mayor será el acento puesto
sobre el nepotismo (apoyo de los parientes y amigos). Y esto, a su vez, reduce
la posibilidad de desarrollar la burocracia eficiente que un Estado democrático
moderno necesita.
Las organizaciones intermedias que
actúan como fuentes de un poder compensatorio parecen estar asociadas de manera
similar a la riqueza nacional. Tocqueville y otros exponentes de lo que llegó a
conocerse como teoría de “sociedad de masas” argumentaban que un país
exento de la multitud de organizaciones
relativamente independientes del poder central es en potencia tan altamente
dictatorial como revolucionario. …Los hombres que pertenecen a asociaciones
están en mejores condiciones que otros de proporcionar una respuesta
democrática a cuestiones concernientes a la tolerancia y a los sistemas
políticos, de votar o de participar activamente en la política
La política del
desarrollo económico rápido
La asociación entre
el desarrollo económico y la democracia ha conducido a muchos estadistas y
comentaristas políticos occidentales a concluir que el problema político básico
de la actualidad está producido por la presión para lograr una
industrialización rápida. Si solamente las naciones subdesarrolladas pueden ser
colocadas con éxito en la vía de la alta productividad, se sigue que se puede
derrotar la mayor amenaza a las democracias recientemente establecidas: sus
comunistas internos.
Por desgracia para ésta teoría, el
extremismo político que se apoya en las clases más bajas, y el comunismo en
particular, no se encuentran solamente en los países de bajo nivel de renta,
sino también en las naciones recientemente industrializadas. En Europa
septentrional, en la primera mitad del siglo XX, allí donde la
industrialización se producía rápidamente, introduciendo discontinuidades
agudas entre la situación preindustrial y la industrial, surgían movimientos de
la clase obrera, en general más extremista.
La Revolución Rusa
constituye la ilustración más significativa de la relación entre la rápida
industrialización y el extremismo de la clase obrera. En la Rusia zarista la población
industrial pasó de 16 millones en 1897 a 26 millones en 1913.
Un tipo diferente de extremismo, basado en las
clases de pequeños empresarios (tanto urbanas como rurales) surgió en los
sectores menos desarrollados y a menudo culturalmente más atrasados de las
sociedades más industrializadas. La base
social del fascismo clásico parece tener su punto de partida en la constante vulnerabilidad de una parte
de la clase media, particularmente los pequeños comerciantes y los granjeros,
al gran capitalismo y a un movimiento poderoso de la clase obrera.
Es obvio que las condiciones relacionadas con la estabilidad democrática,
que trata Lipset, se encuentran más fácilmente en los países del noroeste de
Europa y sus descendientes de habla inglesa de América y Australia; además,
Weber sugirió que una concatenación histórica única de elementos produjo tanto
la democracia como el capitalismo en esta zona. Según reza el argumento básico, el
desarrollo económico capitalista conoció sus mayores oportunidades en una
sociedad protestante y creó la clase burguesa, cuya existencia fue tanto un
catalizador como una condición necesaria para la democracia. El hecho de que el
protestantismo destacara la responsabilidad individual promovió el surgimiento de valores democráticos en
estos países y dio como resultado un alineamiento de la burguesía frente al
trono, que preservó la monarquía y extendió la aceptación de la democracia
entre los estratos conservadores.
Se pregunta Lipset, si algún aspecto
de este conjunto interrelacionado de desarrollo económico, protestantismo,
monarquía, cambio político gradual, legalidad y democracia es fundamental, pero
el hecho es que el conjunto se mantiene unido.
Apéndice
metodológico.
El enfoque de este
capitulo es diferente de algunos otros estudios que intentaron tratar los
fenómenos sociales en el nivel de la sociedad total y aclara algunos de los
postulados metodológicos que están en la base de esta presentación.
Las características complejas de un
sistema social, tal como la democracia, el grado de burocratización, el tipo de
sistema de estratificación, por lo general han sido tratadas con un enfoque
reduccionista o de “tipo ideal”.
El primero de ellos, es decir, el
enfoque reduccionista descarta la
posibilidad de considerar estas características como atributos del sistema y
sostiene que las cualidades de las
acciones individuales constituyen la suma y sustancia de las categorías
sociológicas. Para esta escuela de pensamiento reduccionista, el alcance de las
actitudes democráticas o de la conducta burocrática, o la cantidad y tipos de
prestigio, o las categorías de poder, constituyen la esencia del significado de
los atributos de la democracia, burocracia o clase.
El enfoque del “tipo ideal” parte de
un supuesto similar, pero alcanza una conclusión opuesta. El supuesto similar
consiste en que las sociedades constituyen un orden complejo de fenómenos, que
exhiben tal grado de contradicción interna que las generalizaciones sobre ellas
como un todo deben constituir, necesariamente, una representación construidas
de elementos seleccionados, que se origina en las preocupaciones y perspectivas
particulares del hombre de ciencia. La conclusión opuesta afirma que
abstracciones del orden de democracia o burocracia no posee necesariamente
conexión con Estados o cualidades de los sistemas sociales complejos que
realmente existen, sino que abarcan serie de atributos que se hallan
interrelacionados lógicamente, pero no son, en un todo, características de
ninguna sociedad existente.
Un
ejemplo lo constituye el concepto de Weber sobre la burocracia, que abarca un conjunto de cargos
que no se encuentran “ocupados” por el titular, legajos de documentos
conservados permanentemente, deberes especificados funcionalmente, etc.; tal es
la definición vulgar de la democracia en la ciencia política, que postula
decisiones políticas individuales basadas en un conocimiento racional de los
propios fines y de la situación
política fáctica.
El enfoque ideal también destaca el
concepto de que las características complejas de un sistema total poseen una causa y
consecuencias sumamente multivariadas
(esto constituye un supuesto metodológico para guiar la investigación y no un
punto sustancial), en la medida en que las características (democracia, burocracia y la urbanización) poseen algún
grado de autonomía dentro del sistema.
El diagrama no esta concebido como
un modelo completo de las condiciones sociales generales asociadas a la
aparición de la democracia, sino una manera de esclarecer la cuestión
metodológica a que se refiere al carácter
multivariable de las relaciones dentro de un sistema social total.
En consecuencia, en un sistema multivariable
el foco puede residir en cualquier elemento sin la implicación de llegar a una
teoría completa de las condiciones necesarias y
suficientes de la aparición de la democracia (sistema de clases
abiertas) y sus consecuencias (como la burocracia).
Con relación a la izquierda, derecha. Como
muchos autores siguen considerando que estos rótulos son fundamentales en
política, conviene echar un vistazo panorámico a lo que dice Lipset a ese
respecto: «{En las democracias estables del siglo XX} existe relativamente poca
diferencia entre la izquierda y la derecha democráticas; los socialistas son
moderados, y los conservadores aceptan el Estado de prosperidad» (pág. 80).
«Una vez que existe
una clase media políticamente activa, la distinción fundamental entre las
tendencias políticas de «izquierda» y de «derecha» ya no alcanza como medio de
diferenciación entre los que apoyan y los que se oponen a las democracia» (pág.
83). «(...) se puede clasificar y analizar a las ideologías y grupos extremistas
en los mismos términos que a los grupos democráticos, es decir, izquierda,
derecha y centro.
Las tres posiciones
se asemejan a sus paralelos democráticos, tanto en la composición de sus bases
sociales como en los contenidos de sus proclamas» (pág. 114).
3. Conflicto social,
legitimidad y democracia
Legitimidad y democracia
La
estabilidad de cualquier democracia dada depende no solamente del desarrollo
económico, sino también de la eficacia y la legitimidad de su sistema
político. La eficacia significa
verdadera actuación, el grado el que el sistema satisface las funciones básicas
de gobierno tales como las consideran la mayoría de la población y grupos poderosos como los son las altas
finanzas o las fuerzas armadas.
La legitimidad implica la capacidad del sistema para
engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes
son las más apropiadas para la sociedad.
Hasta que punto los sistemas
políticos democráticos contemporáneos son legítimos, depende, en gran parte de
las formas en que se resolvieron los acontecimientos claves que dividieron
históricamente la sociedad.
Mientras que la eficacia es instrumental, la legitimidad es evaluativa.
Los grupos consideran un sistema
político como legítimo o ilegítimo según la manera en que sus valores
concuerden con los propios.
La
legitimidad, en y por si misma, puede estar asociada con muchas formas de
organización política, inclusive las opresivas,
Las sociedades feudales, antes de
advenimiento del industrialismo, gozaban de la lealtad básica de la mayoría de
sus miembros.
Las crisis de la legitimidad
constituyen fundamentalmente un fenómeno histórico reciente, subsiguiente a la
aparición de profundas divergencias entre grupos que se hallan capacitados,
debido a la comunicación de masas, para organizarse en torno de valores
diferentes a los que previamente eran
considerados como los únicos aceptables.
Una
crisis de legitimidad es una crisis de
cambio social. Por lo tanto deben buscarse sus raíces en el carácter del cambio
de la sociedad moderna.
Las crisis de legitimidad ocurren
durante una transición hacia una nueva estructura social, si 1) el status de
las principales instituciones conservadoras se halla amenazado durante el
período de cambio estructural. 2) los principales grupos de la sociedad no
tienen acceso al sistema político en el período de transición o por lo menos
tan pronto como desarrollan exigencias
políticas.
Legitimidad y conflicto
La
amenaza constante de que los conflictos de grupos que constituyen el
nervio de la democracia puedan hacerse
tan consistentes como para amenazar con la desintegración de la sociedad, es
inherente a todos los sistemas democráticos. En consecuencia, las condiciones
que sirven para moderar la intensidad de la lucha partidaria se encuentran
entre los requisitos clave del gobierno democrático.
Puesto que la existencia de un estado moderado de conflicto es, en
efecto, otra manera de definir una democracia legitima, no es sorprendente que
los principales factores determinantes de estado tan favorable estén
estrechamente relacionados con los que producen legitimidad, considerados en
términos de continuidades de símbolos y
status.
En los tiempos modernos surgieron
tres (3) problemas principales en las naciones occidentales: 1) el lugar de la
iglesia y/o varias religiones dentro de la nación; 2) la admisión de los
estratos inferiores particularmente los obreros, en la “ciudadanía” política y
económica completa, mediante el sufragio universal y el derecho a los convenios colectivos; y 3)
el conflicto continuo por la distribución de la renta nacional.
La reducción de las tensiones, cada
una a su tiempo, contribuye a un sistema político estable. Los hombres y los
partidos llegan a diferir unos de otros, no simplemente en las formas de
plantear los problemas corrientes, sino en los enfoques fundamentales y
opuestos. Esto significa que consideran la victoria política de sus adversarios
como una gran amenaza moral y, como resultado de ello, todo el sistema carece
de integración efectiva de valores.
El lugar de la Iglesia en la sociedad fue
resuelto en la mayoría de las naciones protestante en los siglos XVIII
y XIX. En Estados Unidos, la
Iglesia fue separad del Estado. El problema de la ciudadanía también fue
resuelto de varias maneras. Los Estados Unidos y Gran Bretaña acordaron el
sufragio a los trabajadores en el siglo XIX. En países como Suecia, que se
resistieron hasta los comienzos del siglo X, la lucha por la ciudadanía se
combino con el socialismo, como movimiento político, produciéndose de este modo
un socialismo revolucionario (no de reforma gradual).
Las condiciones para
un gobierno democrático estable se relacionan con las
bases de la diversidad. Cuando se
entremezcla un número de divergencias históricas y se crea la base de la política
ideológica, la democracia será inestable y débil, puesto que por definición tal
política no incluye el concepto de tolerancia.
Los partidos con tales ideologías
totalitarias intentan crear lo que el investigador germanoamericano de la
política Sigmund Neumann ha llamado ambiente “ integrado”, en el cual las vidas
de los miembros están encerradas dentro de actividades conectadas
ideológicamente. Estas actividades se basan en el supuesto del partido de que
es importante aislar a sus seguidores de las falsedades expresadas por lo no
creyentes.
Neumann sugirió la necesidad de una distinción
analítica básica entre partidos de representación, que fortifican la
democracia (cuya función es asegurarse
votos en los periodos de elecciones), y los partidos de integración, que la
debilitan (se preocupan en moldear al mundo según su filosofía básica). La
situación austriaca ilustra la manera en que el proceso electoral se frustra
cuando cuando la mayoría del electorado queda confinado dentro de los partidos
de integración.
Por eso
Lipset dice en pág. 75: «Naturalmente, las iglesias católica y calvinista
holandesa no son «democráticas» en la esfera de la religión. Insisten en que
solo existe una verdad, del mismo modo que los comunistas y fascistas lo hacen
en política». Muchos problemas políticos que podrían ser fácilmente zanjados se
ven reforzados por los problemas religiosos, y no pueden ser resueltos.
Sistema de gobierno
Si las bases cruzadas de la divergencia configuran una democracia más
viva, se desprende que, si los demás factores permanecen constantes, los
sistemas bipartidarios son mejores que los multipartidarios, que la elección de
funcionarios sobre una base territorial es preferible a la representación
proporcional, y el federalismo es superior al Estado unitario. Por supuesto, ha
habido y existen democracias estables con sistemas multipartitidarios,
representación proporcional y un Estado unitario.
El
argumento a favor del sistema
bipartidarios descansa en el supuesto de que, en una sociedad compleja, los
partidos deben ser necesariamente
amplias coaliciones que no sirvan a los intereses de un grupo mayoritario, y no
deben ser partidos de integración, sino que deben tratar de ganar apoyo entre
los grupos que predominantemente son aliados del partido de la oposición.. Los
partidos: Conservador británico o Republicano de los Estados Unidos, por
ejemplo, no deben contender básicamente con los obreros manuales, ya que una
gran parte de sus votos deben provenir de ellos. Los partidos. Demócratas y Laborista
se enfrentan con un problema similar con respecto a las clases medias.
Los
partidos que nunca se orientan hacia la
obtención de una mayoría tratan de ganar el mayor apoyo electoral posible
partiendo de una base estrecha: un partido “de los trabajadores acentuará los
intereses de la clase trabajadora. Para estos partidos fragmentarios, las
elecciones, en lugar de constituir ocasiones para la busca de la base de apoyo lo más amplia posible por
medio del convencimiento de grupos divergentes pero que poseen intereses
comunes.
La
proposición de que la representación
proporcional más bien debilita que fortifica la democracia descansa sobre
el análisis de las diferencias entre la situación multipartidaria y la de partido
mayoritario. Si es cierto, como se sugirió anteriormente, que la existencia de
muchos partidos acentúa las diferencias y reduce el consenso, en tal caso,
cualquier sistema electoral que aumente la posibilidad de que haya más
partidos, en lugar de menos, sirve malamente a la democracia.
El federalismo aumenta las
oportunidades de múltiples fuentes de desavenencia al agregar intereses y
valores regionales a los otros que atraviesan
la estructura social, notable excepción: cuando el federalismo divide a un país
por la demarcación de la diferencia básica: por ejemplo, entre diferentes áreas
étnicas, religiosas lingüísticas, como sucede en la India y en Canadá.
Lipset
destaca que no considera esos aspectos de la estructura política como
esenciales para los sistemas democráticos.
Retos contemporáneos: comunismo y nacionalismo
En las
democracias estables del siglo XX} existe relativamente poca diferencia entre
la izquierda y la derecha democráticas; los socialistas son moderados, y los
conservadores aceptan el Estado de prosperidad» (pág. 80).
«Una vez que existe una clase media políticamente activa,
la distinción fundamental entre las tendencias políticas de «izquierda» y de
«derecha» ya no alcanza como medio de diferenciación entre los que apoyan y los
que se oponen a las democracia» (pág. 83).
4. Autoritarismo de la clase obrera
La
verificación gradual de que en la sociedad moderna es más posible que los
movimientos extremistas e intolerantes se hallen basados en las clases
inferiores que en las clases medias y superiores ha planteado un dilema trágico
a aquellos intelectuales de la izquierda democrática, que en su oportunidad
consideraron que el proletariado era necesariamente una fuerza de libertad,
igualdad racial y progreso social. Los ejemplos de los sindicatos nazis, así
como los de Salazar y Perón …Han convencido finalmente de esto aun a aquellos
que se resistían a admitirlo, sobre la
única base de la degeneración totalitaria del comunismo.
Lipset
cita a Bullet pero no aclara que éste usa «clases» con un sentido diferente, el
marxista. El sistema económico de clases está desapareciendo porque en
el primer mundo están desapareciendo las clases. Los campesinos ya son menos
del 3% de la población. Los trabajadores disminuyen en proporción al aumentar
la productividad, y también en su naturaleza: difícilmente puede considerarse
«proletario» a un informático. Y el antiguo patrono (que reunía las funciones
de empresario y de capitalista) está cediendo el puesto al gerente (empleado
que se caracteriza por su «empresarialidad») y el «capitalista» ya no es
individual, sino una multitud de ahorristas (a menudo jubilados y sindicatos)
que deciden cada vez menos en la empresa. (Ref. 6.)
Tendencias
retrógradas de la «clase obrera»
Ofrece
en etalle la perspectiva de “len” a modo de preludio de un examen analítico de
los elementos autoritarios de la
situación de la clase baja en la sociedad moderna.
«Tales
demostraciones, asombrosamente manifiestas del prejuicio étnico de la clase
obrera y de su apoyo a los movimientos políticos totalitarios, fueron
parangonadas en estudios realizados sobre la opinión pública, la religión, las
normas familiares y la estructura de la personalidad. Muchos de estos estudios
sugieren que la manera de vivir de la clase baja produce individuos con
enfoques rígidos e intolerantes en lo que respecta a la política.» «(...) En
algunas naciones los grupos trabajadores se han señalado como el sector más
nacionalista de a población. En algunas se colocaron en primera línea en la
lucha contra la consecución de derechos iguales para los grupos minoritarios, y
trataron de limitar la inmigración o de imponer normas raciales en países de
inmigración abierta» (pág. 85).
La evidencia como la
teoría sugiere que los estratos inferiores son relativamente más autoritarios
La democracia de las
clases bajas
Los estratos más pobres son en todas
partes más liberales o izquierdistas en cuestiones económicas; favorecen las
medidas estatales por un mayor bienestar, por mayores salarios, impuestos
proporcionales a los ingresos, apoyo a los sindicatos. Pero cuando el
liberalismo es definido en términos no económico, como apoyo a las libertades ,
internacionalismo, etc.,la correlación se invierte. Los más acomodaos son más
liberales , los más pobres son más intolerantes.
Esta descripción se
opone a la creencia marxista acerca de que la «clase obrera» tenga alguna
misión o destino especial, que beneficiaría a toda la Humanidad. «Los
estratos más pobres son en todas partes más liberales o izquierdistas en
cuestiones económicas; favorecen medidas estatales por un mayor bienestar, por
mayores salarios, impuestos proporcionales a los ingresos, apoyo a los
sindicatos, etc. Pero cuando el liberalismo es definido en términos no
económicos, como apoyo a las libertades, internacionalismo, &c., la
correlación se invierte. Los más acomodados son más liberales, los más pobres
son los más intolerantes» (pág. 88).
Algunos
considerarán cínica la renuncia a la socialización de la industria. Pero tal
vez ese político haya comprendido que funciona mejor en manos privadas. Lo
compara con los objetivos del movimiento cristiano, lo que, además de señalar
la naturaleza religiosa de la ideología, muestra que toda ideología necesita mitos.
Estas ideas provienen de Sorel (1907) le influyeron profundamente en el
fascismo y en el comunismo. (ref. 10)(pág. 89): «Sorel es consciente de la
analogía entre «el socialismo revolucionario así concebido y la religión»; y en
pág. 93: «Sorel aprendió de Le Bon que la «muchedumbre» es fundamentalmente
conservadora...» «Motor intelectual, emocional y psicológico de un marxismo
reformado y heroico, la teoría de los mitos encuentra su expresión concreta en
la violencia proletaria».
Las religiones extremistas y las clases bajas
Ciertamente, los
partidos que ofrecen un futuro maravilloso, solo requieren fe, ya que sus
utopías son religiones. En cuanto al odio, recuerda palabras de Hitler (ref. 8,
pág. 70): «Sobre todo», manifestó {en 1926 ante el Hamburger Nationalklub} «uno
tiene que desechar la idea de que se puede satisfacer a las masas con conceptos
ideológicos. La comprensión constituye una plataforma poco firme para las
masas. La única emoción estable es el odio».
Política y religión
«Y tal como la de los
comunistas, su organización {Testigos de Jehová} es jerárquica y altamente
autoritaria (...)» «En un cierto número de países se han observado conexiones
directas entre las raíces sociales del extremismo político y religioso. En la Rusia zarista, el joven
Trotsky reconoció la relación y reclutó con éxito a los primeros miembros de la
clase trabajadora del Sindicato de los Trabajadores del Sur de Rusia
(organización marxista revolucionaria algo anterior a 1900) entre los miembros
de sectas religiosas» (pág. 93).
La situación social de las clases bajas
Muchos
elementos contribuyen a la predisposición autoritaria en los individuos de la
clase baja. Algunos de los más importantes son. Una instrucción insuficiente,
poca participación en las organizaciones políticas o voluntarias de cualquier
tipo, pocas lecturas, ocupaciones aisladas, inseguridad económica y normas familiares autoritarias.
Estos elementos están
relacionados entre sí, pero no son idénticos.
Los
partidos extremistas pretenden cambiar radicalmente a la sociedad y al hombre
(crear un «Hombre Nuevo», objetivo tanto de comunistas como de nazis). Son
partículas componentes de la antigua corriente milenarista. El milenarismo arranca desde los Apocalipsis, las fantasías
de Lactancio (s. IV), emergiendo luego con Tanchelmo (1112) y muy especialmente
Joaquín de Fiore (1145-1202): «el inventor del nuevo sistema profético, el cual
iba a ser el que mayor influencia ejercería en Europa hasta la aparición del
marxismo» (pág. 97).
Y en
pág. 108: «En su exégesis de las Escrituras, Joaquín de Fiore elaboró una
interpretación de la historia como un ascenso en tres edades sucesivas (...).»
«A largo plazo, la influencia indirecta de las especulaciones de Joaquín de
Fiore pueden detectarse hasta el presente (...) por ejemplo, en las teorías de
la evolución histórica expuesta por los filósofos idealistas alemanes –Lessing,
Schelling, Fichte y en cierta medida Hegel–; en la idea de Augusto Comte sobre
la historia como un ascenso de la fase teológica, a través de la metafísica,
hasta la fase científica; y también a dialéctica marxista de las tres etapas del
comunismo primitivo , la sociedad de clases y el comunismo final que ha de ser
el reino de la libertad y en el que desaparecerá el Estado.
Y no es
menos cierto –aunque sí paradójico– que la frase «El Tercer Reich», acuñada por
primera vez en 1923 por el publicista Moeller van den Bruck y después adoptada
como el nombre de aquel «nuevo orden» que se suponía iba a durar mil años,
hubiera tenido poca importancia emocional si la fantasía de una tercera y más
gloriosa dispensación no hubiera, durante siglos, penetrado en el bagaje común
de la mitología europea».
Perspectivas de las clases bajas
La aceptación de las normas de la democracia exige un alto nivel de
refinamiento y de seguridad del yo. Cuanto menos sofisticado y estable sea un
individuo tanto más es posible que no llegue a comprender la tolerancia
subyacente racional de aquellos con
quienes no está de acuerdo, y que halle dificultad en comprender o tolerar una
imagen gradual del cambio político.
Algunos
estudios que enfocan la vida y la cultura de la clase trabajadora han puesto de
relieve los componentes diferentes de una perspectiva
no sofisticada: una gran sugestionabilidad, la ausencia de un sentido del
pasado y del futuro (una falta de perspectiva amplia), incapacidad de abarcar
un punto de vista complejo, mayor dificultad para abstraer a partir de la
experiencia concreta y falta de imaginación (“acción repetida” interior de la
experiencia concreta.
Cada uno de ellos fue destacado como características
de un status bajo,
Todas estas cualidades forman parte de las
complejas bases psicológicas del autoritarismo
Estructura de un individuo autoritario
En resumen, es posible que el individuo de la clase baja haya estado
expuesto al castigo, a la falta de amor y a una atmósfera general de tensión y
agresión desde su primera infancia
Su formación educacional es menor
que la de las personas que poseen un status socioeconómico más alto. Al
abandonar los estudios relativamente pronto no consiguen estimular sus
intereses intelectuales.
Desde su primera infancia ha
buscado gratificaciones inmediatas en lugar de emprender actividades que
habrían reportado recompensas a largo plazo..
Todas
estas características producen una tendencia a afrontar la política y las
relaciones personales en término de blanco y negro, un deseo de acción
inmediata, una impaciencia en la conversación y la discusión una carencia de
interés por las organizaciones que posean una perspectiva a largo plazo y una
disposición a seguir a los lideres que
ofrezcan una interpretación demoníaca de las fuerzas del mal (tanto las
religiosas como las políticas) que
conspiran contra él
Estos factores pueden bajo cierta
condiciones predisponer a los individuos a apoyar los movimientos extremistas,
asimismo, pueden ocasionar una retirada total de la actividad y preocupación
política bajo otras condiciones
El extremismo como alternativa: la prueba de una hipótesis
La propuesta de que la falta de un marco de referencia rico y complejo
constituye la variable esencial que conecta el status bajo con una
predisposición hacia el extremismo no sugiere necesariamente que los
estratos bajos sea autoritarios; implica
que, a igualdad se otros factores, escogerán la alternativa menos compleja.
En efecto, es el caso en lugares en que el Partido Comunista es un
pequeño partido (electoralmente insignificante) que compite contra un gran
partido reformista (Partido laborista británico, o el New Deal norteamericano),
como en Inglaterra, los Estados unidos, Suecia, noruega, India y otros países.
Estos últimos partidos representan una
forma más simple y aseguran una reparación de injusticias o un mejoramiento de
de condiciones sociales
Modelos históricos y acción democrática
A pesar de las tendencias profundamente antidemocráticas de los
grupos de la clase baja, las
organizaciones y los movimientos políticos de los trabajadores en los países democráticos más
industrializados han apoyado tanto el
progresismo económico como el político. Las organizaciones obreras, los
sindicatos y los partidos políticos desempeñaron un papel importante en la
extensión de la democracia política en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX.
Sin
embargo, estas luchas por la obtención de la libertad política por parte de los
trabajadores, como las de la clase media que les precedieron tuvieron lugar en
el contexto de una lucha por la obtención de derechos económicos.
La libertad de asociación y de
expresión, junto con el sufragio universal, fueron armas necesarias en la
batalla por un mejor nivel de vida, por la seguridad social, por un horario se
trabajo más corto, etc. Las clases superiores se resistieron a la extensión de
la libertad política, como parte de su defensa de los privilegios económicos y sociales.
La
democracia social organizada defiende las libertades civiles, el sufragio
universal, la libertad de organización y de oposición las cuales
influyen sobre sus partidarios
«La
doctrina de Calvino de la predeterminación, como lo señala Tawney, representó
la misma función para la burguesía del siglo XVIII que la teoría de Marx
de la inevitabilidad del socialismo para el proletariado del siglo XIX. Ambos
«asentaron su virtud, lo mejor posible, en aguda antítesis con los vicios del
orden establecido, lo peor posible, enseñaron a sus adeptos a sentir que constituían
un pueblo elegido, los hicieron conscientes de su gran destino en lo
providencial y resueltos a realizarlo» (pág. 109, nota 72).
La necesidad de
cohesión interna ante el temor y la desconfianza paranoica en «los de fuera»,
es la base del nacionalismo y de la creencia en ser «el pueblo elegido». «El
ejemplo clásico de un partido fascista revolucionario, lo constituye, por
supuesto, el partido nacionalsocialista de los trabajadores, dirigido por Adolf
Hitler. Para los estudiosos marxistas, ese partido representaba la última etapa
del capitalismo, que ganó el poder con el objeto de mantener las instituciones
tambaleantes del capitalismo» (pág. 120).
5. Fascismo: izquierda, derecha y centro
La
vuelta de De Gaulle al poder en Francia en 1958, después de un golpe militar,
se vio acompañada de terrible predicciones de resurgimiento del fascismo como
movimiento ideológico preponderante y suscitó
nuevamente la cuestión de cual era el carácter de los diferentes
tipos de movimientos extremistas.
Si
bien un análisis del comportamiento real de los partidos que están en el poder
es fundamental para una comprensión de su significación funcional, también se
debe analizar el basamento y la ideología social de todo movimiento si se
quiere comprender verdaderamente.
Un estudio de las bases sociales de los diferentes movimientos de
masa modernos sugiere que todo extracto social importante posee tanto
expresiones políticas democráticas como extremistas.
Los movimientos extremistas de izquierda, derecha y centro (comunismo y peronismo, el
autoritarismo tradicional y el fascismo)
se basan fundamentalmente en las clases trabajadoras, alta y media
respectivamente.
El término “fascismo” fue
aplicado una y otra vez a todas estas variedades de extremismo.
El
análisis político y sociológico de la sociedad en términos de izquierda,
centro y derecha se remonta a los días de la primera república francesa, tiempo en el cual los
delegados estaban sentados, de acuerdo con su color político, en un semicírculo
continuo que comenzaba con los más radicales e igualitarios a la izquierda y llegaba
hasta los más moderados y aristocráticos a la derecha.
La identificación de la izquierda
con la defensa de la reforma y la igualdad sociales, y de la derecha con la aristocracia y el
conservadurismo, se agudizó
a medida que la política quedaba definida como el choque entre clases.
Tanto los conservadores
El fascismo y la clase media
Parece dar por
sentado que «fascista» y «nazi» son lo mismo. Ambos tenían un führer, eran
nacionalistas y empleaban la violencia. Pero la violencia nazi era enormemente
mayor que la fascista. Y el nazismo era racista, a diferencia del fascismo.
Mucho más similar al nazismo era el comunismo, que utilizaba aún mayor nivel de
violencia y exterminó a millones de personas, entre ellos los kulaks. Los
marxistas, con su obsesión por la visión clasista, no pudieron encontrar
una explicación teórica del nazismo y en la práctica ayudaron a su crecimiento.
«(...) varios marxistas han intentado demostrar que el movimiento {nazi}fue
desde el comienzo «alentado, nutrido, mantenido y subvencionado por la gran burguesía,
por los grandes hacendados financieros e industriales {Palme Dutt}. Los
estudios más recientes sugieren que la verdad es lo contrario» (pág. 128).
Alemania
El ejemplo clásico de un partido fascista revolucionario lo constituye, por supuesto,
el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán o partido nazi, dirigido por Adolf
Hitler. Para los estudiosos marxistas, ese partido representaba la última etapa
del capitalismo, que ganó el poder con el objeto de mantener las instituciones
tambaleantes del capitalismo. Ya que los
nazis tomaron el poder (desde 1933) con
anterioridad a la existencia de encuesta de la opinión publica, Lipset se
remite a los registros de los votos
totales, para ubicar su apoyo social.
El
fascismo clásico se dirige a los mismos elementos que apoyan el liberalismo,
entonces los anteriores partidarios de éste último habrían proporcionado apoyo
a los nazis. Así pareciera confirma el
cuadro 1 de pág 121 de una estadística electoral del Reich alemán entre 1928 y
1933.
Al
surgir el nazismo, los partidos centristas burgueses y liberales, apoyados en
los elementos menos tradicionalistas de la sociedad alemana - pequeños
comerciantes y trabajadores de oficina – se desmoronaron totalmente. Entre
1928 y1932, estos partidos perdieron
aproximadamente el 80% de su electorado. El único partido centrista que mantuvo
el apoyo de los votantes en forma proporcionada fue el Partido Católico del
Centro. Los partidos marxistas, los socialistas y los comunistas perdieron una
décima parte de su electorado.
Un
examen de los cambios acaecido entre los partidos no marxistas sugiere que
los nazis se impusieron más ampliamente entre los partidos liberales de la
clase media, que eran los anteriores baluartes de la
República de Weimar (En noviembre de 1918 el emperador Guillermo II,
falto de apoyo, tuvo que abdicar; de inmediato, se proclamó la República. La nueva
república alemana, que se conocía con el nombre de República de Weimar porque
la constitución se aprobó en esta ciudad).
Entre
estos partidos, el que retrocedió más considerablemente fue el
Wirtschafspartei, que representaba a los pequeños comerciantes y artesanos. El
opositor de de Weiman, nacionalista del ala derecha, el Partido Nacional Alemán
del Pueblo (DNVP) (que tuvo más apoyo femenino que cualquier otro partido con excepción del Partido
Católico del centro), fue el único de los partidos no marxista y no católico
que retuvo mas de la mitad de la proporción que en 1928 tenía el electorado
total.
Los datos sugieren que los nazis debilitaron más a los conservadores
en aquellas zonas (de la frontera oriental de Alemania) en que el nacionalismo
constituía su mayor fuente de poder. Mientras que los conservadores retuvieron
la mayoría de sus votantes en regiones que no habían sufrido por las anexiones
impuesta por Versalles.
Además de los partidos liberales,
existía otro grupo de partidos alemanes, apoyados en el Mittel-stand, cuyos
partidarios se pasaron casi en masa a los nazis; eran llamados “federalistas” o
partidos de autonomía regional (se oponían a la unificación de Alemania)
El atractivo que tenían los nazis
para aquellos elementos de la sociedad alemana que se hallaban resentidos por
el poder y cultura de las grandes ciudades se refleja también en el éxito de
los nazis obtuviera en las pequeñas comunidades. Tras el crac de 1929. Los
capitalistas norteamericanos repatriaron el capital invertido en Alemania, lo
cual ocasionó la quiebra de muchas empresas alemanas, y por consiguiente, la
aparición de un amplio número de parados. Hitler supo aprovecharse del
descontento popular.
En
resumen, el votante nazi típico ideal de 1932, estaba constituido por un
protestante, trabajados independiente de la clase media, que vivía en una
granja o en una pequeña comunidad, y que había votado anteriormente por un
partido político centrista o regionalista, que se oponía fuertemente al poder e
influencia de las grandes empresas y de los
grandes sindicatos
Observaciones sobre los alemanes no votantes.
Quizá
el argumento más importante contra la tesis de que el nazismo se desarrolló
como movimiento de la pequeña burguesía liberal (como varios marxistas han
intentado demostrar) consistió en la indicación de los datos de votos del gran
avance del poderío nazi residía en los anteriores no votantes entre las dos
elecciones, hecho que condujo a la
conclusión de que el gran avance de los nazis provenía de los tradicionalmente
apáticos y de los jóvenes que votaban por primera vez.
Esta
tesis pone en tela de juicio el análisis de clases que se ha hecho sobre el
nazismo y contradice las generalizaciones acerca del crecimiento de nuevos
movimientos sociales, que fueron presentadas en la exposición acerca del autoritarismo de la clase trabajadora.
Ese análisis sugería que los sectores más olvidados y
apáticos (personas inseguras, ignorantes) de la población pueden ser ganados
para la acción política por los partidos extremistas y autoritarios, solamente después de que tales partidos se hayan
convertido en movimientos importantes, y no mientras se encuentren en su periodo temprano de
aparición
Fin del fascismo
El fin del fascismo se produce al
mismo tiempo que el fin de la
Segunda Guerra Mundial. Desde finales de 1943 el ejército
norteamericano avanzó sus posiciones en el Pacífico y ocupó las islas Salomón,
Nueva Guinea, Marianas Palaos y las Filipinas. Al mismo tiempo, la marina de
guerra japonesa era destruida en diversos combates navales. Los británicos
liberaron Birmania. La guerra estaba decidida pero la resistencia japonesa
hacía prever que aún podía prolongarse durante cierto tiempo, con un coste
humano muy elevado. Ante esta situación, el nuevo presidente de EEUU, Truman-
que había sustituido a Roosevelt, muerto unos meses antes-, decidió lanzar la
bomba atómica sobre Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto). El uso de
esta nueva arma, con una potencia devastadora incalculable, obligó a Japón a firmar
la capitulación el 2 de septiembre de 1945. Por esta razón la Segunda Guerra
Mundial terminó junto con el fascismo.
Austria
Las
normas electorales de Austria durante la primera República son similares a la
de Alemania, aunque la escena política sumamente diferente impide comparaciones
precisas. El electorado austriaco se encontraba dividido en tres (3) grupos
principales antes de 1930: el Partido socialista, que contaba con un 40%
aproximado de los votos; el Partido Social-cristiano clerical conservador
apoyado por el 45% del electorado, y los partidos pangermánicos liberales,
mucho menores (el grossdeutsche Volkspartei con un 10 a 15% de los votos. El
Volkspartei es el que interesa aquí fundamentalmente, ya que representaba la
política anticlerical liberal también
seguida por los partidos centristas
liberales alemanes.
No puede
explicarse el vuelco al nazismo de parte de los partidarios del grossdeutsche
Volkspartei como una acomodación de los austriacos germanófilos a la tendencia
que regía en Alemania. Los nazis hicieron suyo el apoyo del sector no judio de
la clase media austriaca anticlerical más de un año antes de que se apoderaran
del poder en Alemania, y reemplazaron al Volksparteien su calidad de tercer
partido en orden de importancia en varias elecciones provinciales
celebradas en toda Austria en 1931
1932.
La
escena política austriaca ilustra también el carácter distintivo del fascismo
conservado o del ala derecha. El Partido Social-cristiano nunca aceptó la
legitimidad de las instituciones democráticas en la primera república
austriaca. En 1934 el conservadurismo clerical austriaco impuso una dictadura conservadora, no se penalizó a
ningún grupo, se suprimieron los socialistas y los sindicatos. En 1938, cuando los nazis se apoderaron de Austria, la
diferencia entre ambas dictadura se hizo evidente: los nazis totalitarios
trataban de controlar la sociedad por entero, destruyeron la organización
clandestina socialista y sindical y comenzaron una persecución activa contra
los judíos.
Francia
Con
anterioridad a la sublevación argelina de mayo de 1958, la Francia de posguerra había
presenciado el desarrollo de dos (2) movimientos relativamente amplios, cada
uno de los cuales fue rotulado como fascista
por sus opositores – el Rassemblement du Peuple Français RPF, gaullista y la Union de Défense des
Commerçants et Artisans UDCA, conocido más generalmente como movimiento
poujudista.
Cuando los poujudistas obtuvieron
un gran margen (alrededor del 10%) en las elecciones de 1956 y reemplazaron
temporalmente a los gaullistas en su carácter de principales enemigos
“derechistas” de de la República, éste hecho
sugirió a algunos observadores que Poujade había heredado el apoyo que De
Gaulle había perdido cunado disolvió el
RPF y se retiró a Colombey-les-deux-Eglises para esperar ser vuelto a
llamar por el pueblo francés.
Sin
embargo, las ideologías de ambos caudillos y sus movimientos eran sumamente divergentes. De Gaulle era un
conservador clásico (identificado con la monarquía y la Iglesia), creía en las
realidades tradicionales del derecho francés. Abogaba por un régimen conservador estable y poder ejecutivo
poderoso. En su llamamiento para la reconstrucción de Francia, De Gaulle nunca enfrentó lo intereses de una
clase con otra; ni él ni su movimiento trataron nunca de ganar el apoyo de las clases medias mediante la
idea de que sus intereses estaban
amenazados por las grandes empresas y los bancos, o por los sindicatos.
Más bien De Gaulle se identificaba a sí
mismo con todo lo que hizo progresar a Francia como nación.
En
la elección de 1956, algunos consideraban
el poujudismo como la
respuesta tardía de los elementos
antirrepublicanos más autoritarios del derechismo francés a una oportunidad de
votar contra la democracia y la república, de haber llegado al poder, su
ideología era la misma que la de los nazis y otros movimientos populistas
extremistas de la clase media. El poujudismo se dirigía a la pequeña burguesía, a los artesanos, a los
comerciantes y campesinos. Se oponía a las grandes empresas, a los trusts, a
los partidos marxistas, a los sindicatos, a las grandes tiendas y bancos y a
los controles estatales sobre las empresas.
Pero mientras el poujudismo atacaba tanto a la izquierda como a
la derecha, se vinculaba fuertemente con la tradición republicana
revolucionaria. Apelando a los sentimientos populistas – la idea de que el
pueblo debería controlar al gobierno en lugar de los partidos. Pedía el
resurgimiento de instituciones revolucionarias, como los Estados Generales, sometida por cuerpos locales de ciudadanos, a la
manera de de 1789-1793, también atacaba a los judíos y asumía una defensa
nacionalista del colonialismo.
Muchos
han sostenido que “el núcleo esencial del poujadismo consistía en su “oposición
al régimen (democrático)”, de tal modo
que pudo absorber al gaullismo en 1951.
De
acuerdo a las encuestas (pág. 142), los caracteres ideológicos del gaullismo
y del poujudismo y los atributos
sociales de sus partidarios indican que la diferenciación entre el autoritarismo conservador (de
derecha) y el liberal (centrista), que ayudan a explicar los orígenes sociales
del nazismo, es también útil para la interpretación de la política francesa de
posguerra. Pero los estratos conservadores y liberales dieron lugar a grandes
movimientos sociales que censuraban al régimen parlamentario de la Cuarta República, y que eran
antimarxistas y extremadamente nacionalistas. Pero el uno fue básicamente
conservador, y el otro, revolucionario en el sentido populista.
Italia
Resulta difícil analizar la historia política italiana en términos de
los tres (3) tipos de política antidemocrática, debido a la manera especial en
que el fascismo llegó originariamente al poder (en 192, la Marcha sobre Roma (octubre
de 1922), que consistió en la llegada a esta ciudad de miles de fascistas
procedentes de todos los rincones del país. El rey, impresionado por la fuerza
del fascismo, nombró a Mussolini jefe de gobierno. En calidad de
movimiento, se inició como partido neosocialista, quizá más dentro de la
tradición del peronismo, pero conducido por un gran oportunista, aprovechó todas las ocasiones que se le presentaron para asegurarse el
apoyo de los diversos estratos sociales. Pareció que su ideología iba dirigida
hacia las clases medias anticlericales, pero desde 1929 se avino con el
Vaticano y firmó el primer concordato de la historia de la Italia unificada.
Durante el período en que detentó el poder, el
fascismo italiano representó una coalición entre el tradicionalismo antidemocrático y el autoritarismo populista
de la clase media, dirigida contra los sectores revolucionarios izquierdistas
de las poblaciones urbanas y rurales (del valle del río Po, evocado como “la
cuna del movimiento fascista”
Los
dos componentes de la coalición fascista se separaron durante la guerra, el
sector más conservador concluyó la paz con las potencias occidentales, y la
parte más genuinamente fascista luchando como aliada de los nazis. Después que
terminó la guerra, continuaron actuando en la política italiana dos (2)
movimientos no marxistas: los monárquicos (de una mejor posición económica,
mayores y religiosos y de sexo femenino) y los neofascistas (el Movimiento
Sociale Italiano MSI) con ideología de extremismo del ala derecha y de los
centristas. Estos partidos difieren uno de otro de una manera comparable a las
diferencias existentes entre los gaullistas y los poujadista, o entre la
derecha alemana y los nazis.
Los Estados Unidos: el macarthismo como extremismo populistas
En los Estados Unidos existió
también la tradición de un fuerte movimiento liberal destinado a proteger la
posición social y económica del pequeño agricultor independiente o del
comerciante urbano, que constituyen históricamente una parte de la izquierda
democrática.
Una
expresión reciente del extremismo populista en los Estados Unidos la constituyó el macarthismo. El
senador Joseph McCarthy no poseía partido, ni siquiera organización, pero
durante algunos años (1950 a
1956) organizó la escena política
norteamericana, denunciando (listas negras contra personas sospechosas de
«comunismo») a las fuerzas de la
izquierda – los demócratas del New Deal (Nuevo trato, Roosevelt 1933) – como traidores o cómplices
de traidores, respaldados por el enemigo tradicional del populismo, la clase alta del este del país.
Al
igual que el poujadismo (1953, extrema derecha, movimiento político y sindical
en Francia), el macarthismo y el liberalismo
(sistema filosófico, político y económico; desarrolla libertades
individuales en un Estado de derecho para lograr el progreso) del siglo XIX,
constituyen fundamentalmente las reacciones de los pequeños comerciantes.
Pero mientras McCarthy se atraía a los
partidarios tradicionales del populismo norteamericano, los principales
defensores del orden establecido se unieron finalmente para derrotarlo
(denunciaron el proceso como una "caza de brujas" y llevó al
destacado dramaturgo Arthur Miller a escribir su famosa obra Las brujas de
Salem (1953). Como se ha tratado de indicar, el conservadurismo norteamericano
y las grandes empresas (trusts, ferrocarriles y bancos) resistieron a McCarthy
Por
extensión, el término se aplica a veces de forma genérica para aquellas
situaciones donde se acusa a un gobierno de perseguir a los oponentes políticos
o no respetar los derechos civiles en nombre de la seguridad nacional.
Lipset
en pág. 146 opina: al tratar de los cinco (5) movimientos nacionales del
macarthismo y del poujadismo en la misma sección con el fascismo italiano y con
el nazismo alemán y austriaco no se pretende sugerir que esos movimientos se
habrían convertido en dictaduras ni sus jefes hubieran alcanzado el poder. Lo
que si se sugiere es que estos movimientos, al igual que los otros movimientos
que se dirigen a las clases medias independientes urbanas y rurales, eran en
gran parte producto de las frustraciones insolubles de los que se sienten
arrancados de las tendencias fundamentales de la sociedad moderna, es decir, de
cuando en cuando, y de acuerdo con varios factores históricos específicos, su
descontento los lleva a aceptar diversas ideologías irracionales de protesta –
regionalismo, racismo, supernacionalismo, anticosmopolitismo, macarthismo,
fascismo.
Peronismo. El fascismo de la clase baja
El tercer tipo de movimiento social que fue descrito a menudo como
fascista es el peronismo, movimiento e ideología que se constituyó en torno a Juan
Domingo Perón (*Lobos, Argentina, 8 de octubre de 1895 – †Olivos, 1 de julio de
1974), Presidente de la Nación Argentina
en tres ocasiones desde 1946 hasta 1955. A diferencia de las tendencias
antidemocráticas del ala derecha, que se apoyaban en los estratos más
acomodados y tradicionalistas, y de aquellas tendencias llamadas fascismo
“verdadero” – autoritarismo centrista apoyado en las clases medias liberales,
fundamentalmente los trabajadores independientes -, el peronismo, como los partidos marxistas, se orientó hacia las clases
más pobres, principalmente los trabajadores urbanos y la población rural más
empobrecida.
El
peronismo posee una ideología del Estado fuerte, totalmente similar a la
abogada por Mussolini. Posee un fuerte contenido populista antiparlamentario,
destacando que el poder del partido y el dirigente se derivan directamente del
pueblo y que el parlamentarismo se convierte en gobiernote políticos incompetentes
y corrompidos. Comparte con el
autoritarismo del ala derecha y centrista una fuerte inclinación nacionalista y
atribuye muchas de las dificultades a las que se enfrenta el país a los
extranjeros – los financieros internacionales y otros-; y, al igual que las
otras dos formas de extremismo, glorifica la posición de las fuerzas armadas.
Sin
embargo, el peronismo se diferencia de los otros movimientos en su orientación
positiva con respecto a los obreros, los sindicatos y la lucha de clases.
Las bases sociales del fascismo
Es
curioso el reconocer derecha e izquierda en los extremismos y al mismo
tiempo, como se observa, reconocer que prácticamente no hay diferencias entre
ambas (y un paso más llevaría a afirmar
que no son conceptos políticos). Se quisiera destacar el concepto de «bases
sociales» (de las ideologías, grupos y partidos) porque luego muestra lo dudoso
del mismo: «Si se considera el peronismo como una variante del fascismo, es, en
ese caso, un fascismo de izquierda, porque se apoya en los estratos sociales
que de otra manera se volcarían al socialismo o al comunismo, como válvula de
escape de sus frustraciones.» «(...) Los políticos, del mismo modo que los
eruditos, han considerado estos movimientos como representación de los extremos
del espectro político, y califican, por lo tanto, al comunismo como la extrema
izquierda, y al fascismo como la extrema derecha» (pág. 149.)
CONCLUSIONES
El libro El Hombre Político fue publicado inicialmente en 1959 y hoy
sigue siendo un valioso manantial para la comprensión de los fenómenos
políticos.
Lipset
ofrece, con apoyo estadístico, varias importantes pistas sobre los actores que
orientan el voto de los ciudadanos. Muestra que prácticamente no hay diferencia
entre «derecha» e «izquierda», pero se resiste a abandonar esos conceptos.
Utiliza la palabra «clase» para designar grupos de similar nivel económico, no
por su función productiva. No se puede ser globalmente «de
izquierda». En algunos aspectos se es de izquierda y en otras de derecha (y
esos conceptos son metapolíticos, no son categorías políticas). La
verdadera oposición tiene lugar entre democracia política y totalitarismo. Por
lo tanto el continuum o «espectro» político abarca sólo a los partidos
democráticos. El status y la ideología son decisivos en la intención de
voto. Las ideologías son religiones (sin Dios) y están alimentadas por el
antiguo milenarismo que renace periódicamente en ellas.
El advenimiento del análisis
sociológico comparativo en el siglo XIX, según el ejemplo de Tocqueville y
Marx, modificó el énfasis asignado al rol de las instituciones políticas
formales y al Estado como factor determinante de los grupos de significación
política y del comportamiento de las masas. En un intento por institucionalizar
el imperio de la ley y la libertad personal, y por qué no la democracia,
Tocqueville, particularmente sensible a los fracasos de la Revolución Francesa,
centró su interés en Norteamérica con el fin de descubrir allí cuáles eran los
factores necesarios para limitar el poder del Estado. Como se sabe, otorgó gran
importancia a la existencia en los Estados Unidos de organizaciones
voluntarias, por la función que éstas cumplían como instituciones mediadoras y
como fuerzas que contrarrestaban las facultades del gobierno central. También
le impresionó la división del poder político entre las autoridades federales
centrales y las locales.
Además de destacar la gran
influencia de las asociaciones voluntarias, Tocqueville puso de relieve otras
condiciones sociales favorables para la participación política, tales como una
mayor igualdad de clases y el respeto mutuo entre las personas de diferentes
estratos. Al igual que Jefferson, Tocqueville y otros pensaban que una sociedad
con una gran clase media independiente tenía más posibilidades de ser
democrática y de inhibir el poder del Estado que una sociedad en la que
existiesen diferencias jerárquicas extremas.
Quienes subrayaban la relación entre
la economía y la forma de gobierno como una manera de explicar los orígenes de
la libertad política, ya fueran los discípulos del laissez faire de Adam Smith
o los marxistas, también llamaron la atención sobre el papel de la clase media
económica, es decir, aquella fuerza intermedia entre la vieja aristocracia y la
corte y los campesinos y trabajadores menos privilegiados, como otra forma de
fomentar la libertad y la democracia. A la naciente burguesía urbana y a los
agricultores independientes les interesaba una forma de gobierno caracterizada
por un Estado débil, por el imperio de la ley y por la capacidad que tienen de
influir en las decisiones políticas aquellos que están fuera del gobierno; y
sus ideologías liberales (libertarias) eran un fiel reflejo de tales
inquietudes.
En gran parte de Europa y América,
los liberales burgueses luchaban por un gobierno con poder limitado en contra
de la monarquía absolutista y de los conservadores estatistas que favorecían a
Inglaterra. La democracia política y el imperio de la ley, como se sabe,
estaban institucionalizados en Norteamérica, Australia y el norte de Europa. En
estas tierras la burguesía era más poderosa, la educación estaba más difundida
y el Estado central era más débil. "Sin burgués no hay democracia"
reza la expresiva frase de Barrington Moore, con la que resume la historia de
estas organizaciones políticas o las lecciones que dejaron.
El marxismo tradicional, tal como lo
enunciara Marx y al cual adhirieron casi todos sus seguidores, incluido el
Lenin anterior a 1917, postulaba que una sociedad industrial, capitalista y
avanzada, que hubiera acabado con la escasez económica y contara con una clase
trabajadora mayoritaria, era una condición previa para la revolución de la
clase trabajadora y el socialismo. Marx sostenía que de no mediar estas
condiciones cualquier intento de tomar el poder en nombre del socialismo era
utópico y produciría un fracaso sociológico, puesto que cualquier sociedad
menos desarrollada, agrícola principalmente, adolecía, por naturaleza, de
graves problemas de desigualdad.
La democracia, como forma política,
aun cuando sufriera frecuentes embates, se experimentó como sistema político en
el sur y centro de Europa a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y se
extendió por períodos variables desde Portugal y el sur de Italia hasta
Alemania y Austria-Hungría en el centro y este, logrando diferentes grados de
éxito. Antes que la democracia pudiera institucionalizarse como forma de
gobierno, surgieron amenazas organizadas al poder establecido, bajo la forma de
sindicatos militantes, partidos socialistas y grandes movimientos anarquistas,
las que no sólo atemorizaron a las viejas élites aristocráticas, a los
terratenientes, a la iglesia y a las fuerzas armadas, sino que también
intimidaron a la burguesía liberal, partidaria de un Estado débil. Debido a ello,
ciertos sectores de la burguesía se volvieron reaccionarios y se aliaron con
las fuerzas oligárquicas, empañándose así las perspectivas de democracia.
Algunos marxistas comenzaron a darse cuenta de que su esquema revolucionario
—que preveía el reemplazo del orden monárquico aristocrático en coexistencia
con la industrialización capitalista por el gobierno burgués- podría no ser
válido para quienes recién ingresaban al escenario industrial.
El análisis de clase enfatiza el
poder político de élites capitalistas. La teoría surgió del marxismo durante
los años 1850 basada primariamente en la premisa de la explotación económica de
una clase por otra. Divide en dos partes: una es la estructura de poder o
enfoque instrumentalista, otra es el enfoque estructuralista. Le estructura de
poder enfoca en quien regla y su representativo más conocido de G. William
Domhoff. El enfoque
estructuralista enfatiza que la manera en que opera una economía capitalista
sólo permite y fomenta el estado a hacer algunas cosas pero no otras. Su
representativo más conocido fue Nicos
Poulantzas
BIBLIOGRAFÍA
Seymour Martín
Lipset, El Hombre político (1959), Editorial Tecnos, 1987.