domingo, 19 de mayo de 2013

ANÁLISIS GEOPOLÍTICO DE LA GUERRA DEL PACÍFICO (1879 -1883). Marisol Hernández



               Antecedentes: riquezas y poder político
Las tres causas económicas de la guerra del Pacífico fueron el guano, los minerales y el salitre; los aspectos políticos que llevaron a Bolivia y a Chile a las armas fueron: la alianza de Bolivia y Perú, las ansias de poder de militares bolivianos y los intereses británicos.  Chile tenía fuertes inversiones en la región salitrera del desierto de Atacama (Bolivia) y mostraba intereses expansionistas en la zona. En 1873, Bolivia y Perú suscribieron un pacto de alianza defensivo. En 1878, el presidente boliviano Hilarión Daza amenazó con expropiar las salitreras si la anglo-chilena "Compañía de Salitres de Antofagasta· no pagaba el ·impuesto de los 10 centavos"·. Chile respondió invadiendo el litoral boliviano el 14 de febrero de 1879. Perú intentó mediar en el conflicto, pero Bolivia le declaró la guerra a Chile, y éste país se la declaró al Perú por no declararse neutral.
Los famosos 10 centavos de impuesto que Bolivia intentó cobrar a cada quintal de salitre explotado por la compañía británico-chilena detonaron la guerra del Pacífico. Esta historia estuvo precedida y rodeada de intereses políticos y económicos que involucraron al menos a media docena de países, entre ellos, por supuesto,  Bolivia, Perú y  Chile.   La codicia chilena y británica por el guano, los minerales y el salitre son las tres razones económicas de la guerra. El temor chileno (Mapocho) por la alianza peruano-boliviana y las ansias de políticos y militares bolivianos por tomar el poder son los motivos políticos de la contienda.
Chile, según el relato de Roberto Querejazu en "Chile enemigo de Bolivia antes, durante y después de la guerra del Pacífico", fue el más pobre entre las colonias españolas. Y así nació a la vida republicana. Esa pequeñez se acentuó cuando Andrés de Santa Cruz, en 1836, dio vida a la Confederación Perú-boliviana, a la que Chile se ocupó de combatir hasta hacerla desaparecer en la batalla de Yungay. Esa victoria militar luego se convertiría en una guerra diplomática de Chile en contra de la unión de Perú y Bolivia, muchas veces intentada y nunca realizada.
Batallas navales
La historia, que en 1879 derivaría en el desembarco del buque chileno Blanco Encalada en la costa de la Antofagasta boliviana, estaba apenas comenzando cuando surgió la república.    Mientras la política hacía y deshacía en el triángulo conformado entre Bolivia, Perú y Chile, tres especies de aves -guanay, piquero y pelícano- defecaban en la costa del Pacífico boliviano y peruano. Ese guano, un poderoso fertilizante, formaba verdaderos promontorios de hasta 30 metros de alto. Chile no tardó en poner los ojos en esa riqueza natural por la facilidad con que se convertía en dinero en el mercado externo.
Pese a que su Constitución señalaba que el territorio chileno llegaba hasta el despoblado de Atacama, a través de una ley de 1842, Chile se declaró propietario de "las guaneras de Coquimbo, del desierto de Atacama y de las islas adyacentes".
El presidente José Ballivián envió una misión diplomática encabezada por Casimiro Olañeta para pedir la derogatoria de la ley, pero no consiguió nada. En 1863, fuerzas navales chilenas tomaron posesión de Mejillones para consolidar la propiedad que señalaba su ley. Como consecuencia, el 5 de junio de 1863, el Congreso boliviano, reunido en Oruro, autorizó al Poder Ejecutivo a declarar la guerra a Chile si es que no se conseguía desalojar a los usurpadores por la vía de la negociación diplomática. El mismo Congreso aprobó dos disposiciones secretas, una para buscar un acuerdo con Perú, a cambio del guano de Mejillones; y otra para celebrar pactos con potencias amigas.
Perú vaciló en su apoyo a Bolivia y Gran Bretaña, donde acudió Bolivia a conseguir un préstamo, dio mucho menos dinero del que el país esperaba. Lo único que quedaba era buscar un acuerdo pacífico con Chile.   Así, en este contexto, cuando España, dolida por la pérdida de sus colonias, declaró la guerra a Perú y a Chile. Para Chile, entonces, el apoyo de Bolivia hubiera sido crucial porque las fuerzas ibéricas se aprovisionaban en el puerto boliviano de Cobija, lo que dejaba en mala posición a Chile.
Sin embargo, los cambios en la política interna boliviana hicieron virar la historia. Mariano Melgarejo -que se hizo del poder al derrocar a José María Achá- envió tropas en apoyo a Chile y derogó la ley declaratoria de guerra. Los españoles tuvieron que marcharse y Melgarejo, con una inmejorable oportunidad para definir, de una vez y por todas, los límites con Chile, no supo aprovechar la ocasión presentada. Recibió de Chile un título de general de su Ejército y una propuesta para declararle la guerra a Perú con la finalidad de arrebatarle Tarapacá, Tacna y Arica. Los dos últimos territorios quedarían para Bolivia.
Bolivia no aceptó la propuesta; en cambio, en 1866 firmó un tratado de límites con Chile, por el que se dividía el Litoral en dos partes en el paralelo 24, una para Bolivia y otra para Chile. Además, se establecía que las riquezas de Mejillones y Caracoles, entre el paralelo 23 y 24 -donde luego se descubrirían ricos yacimientos de plata- se compartirían entre ambos países.
Agustín Morales, el sucesor de Melgarejo, intentó una negociación para recuperar lo perdido. No lo logró. Chile, por un lado negociaba y, por otro, ayudaba al general boliviano Quintín Quevedo, en su afán de derrocar a Morales. Con la ayuda chilena, desembarcó en Antofagasta para iniciar una revolución que lo llevaría al poder. No pudo avanzar y tuvo que refugiarse en un blindado chileno. Tras el incidente, se sucedieron cartas de protesta, de amenaza entre Chile y Bolivia.
Morales, que había recibido apoyo de Perú para derrocar a Melgarejo, hizo una alianza de defensa con Perú, que esta vez sí aceptó la unión por el temor de que Bolivia se uniera a Chile en su contra.
Si bien, Perú y Bolivia firmaron un pacto, no hicieron nada para armarse. Incluso, el Congreso boliviano rechazó el pedido del Ejecutivo de adquirir dos buques blindados para la defensa de las costas. De hecho, la guerra de 1879 halló a Bolivia desprovista.
Chile, que había tomado conocimiento del acuerdo, firmó, en 1874, un nuevo tratado de límites con Bolivia, por el que se mantenía el límite en el paralelo 24, al igual que la medianería entre los paralelos 23 y 24 y se establecía que Bolivia no cobraría impuestos por la explotación de minerales durante 25 años y que no aumentaría los impuestos de los inversionistas chilenos.
            Las riquezas de la discordia habían sido el guano y los minerales, pero llegó el salitre -otro fertilizante de alto poder- para completar el trío de las riquezas más codiciadas de la época. Una febril actividad de marca inglesa se instaló en el desierto en torno al salitre. La compañía británico-chilena de salitres y ferrocarril Antofagasta se convirtió en ama y señora de la región.
Los intereses empresariales británicos se mezclaron con los intereses políticos chilenos. Tanto, que los intereses británicos empujaban a los chilenos a apropiarse de Antofagasta y los territorios adyacentes. Esa explosiva combinación de política criolla y empresa europea desembocaron en la Guerra del Pacífico en el año 1879.
Era mayo de 1877, cuando las todavía bolivianas Antofagasta, Cobija, Mejillones y Tocopilla fueron abatidas por un terremoto. Casi un año después y luego de comprobar la magnitud del desastre -en febrero de 1878-, el Congreso boliviano aprobó una ley por la que se establecía que la compañía de salitre debería pagar 10 centavos por cada quintal explotado, dinero que sería destinado a la recuperación de la zona afectada por el sismo.
La salitrera -que entonces tenía entre sus accionistas a los ministros chilenos de Relaciones Exteriores, Alejandro Fierro; de Guerra, Cornelio Saavedra; de Justicia, Julio Segers; al comandante del Ejército, Rafael Sotomayor; y al ex ministro de Guerra, Francisco J. Vergara y al banquero Agustín Edwards como- se opuso a pagar el impuesto y el Gobierno chileno asumió esa representación aduciendo que se estaba violando el tratado de límites de 1874.
Otro incidente, también relacionado con los impuestos, tensó aún más las relaciones. La Junta Municipal de Antofagasta determinó que los propietarios de inmuebles -entre los que estaba la salitrera- pagaran un impuesto para el alumbrado público. El gerente de la empresa, Jorge Hicks, se negó a hacerlo alegando la violación del tratado de límites. La Junta Municipal dispuso su apresamiento. Hicks, en principio, se había refugiado en el consulado chileno, pero finalmente terminó honrando la deuda. Sin embargo, el resentimiento lo indujo a pedir ayuda militar chilena, la que llegó pronta y reforzada con tres buques blindados a Antofagasta.
El Gobierno boliviano, luego de verificar los desastres del terremoto, había decidido cobrar el impuesto al salitre y, tras la oposición de Hicks a pagar el tributo, había pedido su apresamiento.
Consecuencias.
El 14 de febrero de 1879, que había sido señalado como el día para el remate de los bienes de la salitrera, amaneció con el Blanco Encalada, el blindado chileno, en la costa de Antofagasta. La guerra, en la que Bolivia perdería el Litoral o la salida al mar, había comenzado.

Bibliografía:
Chile enemigo de Bolivia antes, de Roberto Querejazu.
Nociones de geopolítica y geografía limítrofe de Bolivia.
Historia de Bolivia, de H.S. Klein. Historiador José Luis Roca.

sábado, 18 de mayo de 2013

EL HOMBRE POLÍTICO. LIPSET. Marisol Hernández

Ensayo referente a  Conceptos de Aristóteles sobre el hombre político y las condiciones del orden democrático,  1.La sociología política 2. Desarrollo económico y democracia, 3. Conflicto social, legitimidad y democracia,
4. Autoritarismo de la clase obrera y 5. Fascismo: izquierda, derecho y centro DEL AUTOR SEYMOUR MARTIN LIPSET (1988)

EL HOMBRE POLÍTICO
Las bases sociales de la política

  INTRODUCCIÓN

            Los sistemas políticos contemporáneos  constituyen una parte integrante del orden social humano. Los científicos, psicólogos, sociólogos y antropólogos políticos se están dando cuenta  de que los procesos políticos deben ser estudiados como componentes específicos de relaciones sociológicas   y psicológicas más amplias.   
            En vista de que en  esta obra Seymour M. Lipset (1988) examina  la democracia  como una característica  de la sociedad humana utilizando un cuidadoso análisis de los registros de votación y de las  encuestas públicas de opinión  de todo el mundo, Lipset explora las condiciones  necesarias para la democracia  en naciones y organizaciones; las correlaciones entre  la participación política y comportamiento del voto;   y los orígenes y el apoyo actual para movimientos y valores  tanto prodemocrático como antidemocrático.
El libro examina los diversos   fenómenos de la lucha de clases, política izquierdista, inestabilidad política y el microcosmo político de los sindicatos.
            Se entiende que “El hombre político” ofrece una mezcla ingeniosa  de datos empíricos, perspectiva histórica y cuidadosa reflexión. Cualquiera que esté interesado en la  dinámica interna del proceso democrático o en las causas   y consecuencias del comportamiento político humano encontrará las observaciones de Lipset de un valor incalculable.
            En el presente ensayo se expresa unas reflexiones acerca  de la primera parte del tema “El hombre político”  y  se comenta una interpretación sobre    conceptos de Aristóteles sobre el hombre político y las condiciones del orden democrático,  la sociología política, desarrollo económico y democracia,  Conflicto social, legitimidad y democracia,  autoritarismo de la clase obrera y  Fascismo: izquierda, derecho y centro.
La tesis central es las bases de la política

             Conceptos de Aristóteles sobre el hombre político y las condiciones del orden democrático.
            El autor  Seymour M. Lipset (1988) inicia  citando a  Aristóteles: “el hombre es, por naturaleza, un animal político. La naturaleza ha implantado en todos los hombres un instinto social, y no obstante   quien primero fundó el Estado fue el mayor  de los benefactores. Puesto que el hombre, una vez perfeccionado, es el mejor de los animales, más separado de la ley y la justicia es el peor de todos; ya que la injusticia armada es la más peligrosa, y el hombre se halla equipado  al nacer, de armas concebidas para ser empleadas con inteligencia virtud, y que puede  utilizar para los peores objetivos. Por lo cual, si no posee virtud es el más sacrílego y el más salvaje de los animales, y el más  provisto de lujuria y gula. Pero la justicia es el vínculo de los hombres dentro de los Estados, puesto que la administración de justicia, que consiste en la determinación de lo que es justo, es el principio del orden dentro de la sociedad política.
            El Estado se halla constituido por muchos individuos. Una  multitud es mejor colaboradora y es mejor juez de muchas cosas que un individuo cualquiera. Además, la mayoría es menos corruptible que la minoría.
            De este modo es evidente que la mejor comunidad política se halla formada por ciudadanos de la clase media, y que los Estados Unidos en lo que esta clase es numerosa se prestan a ser administrados (…).
Grande es, pues, la fortuna   de un Estado en el cual los ciudadanos posean una propiedad moderada y suficiente, puesto que donde algunos poseen mucho, y los demás nada, puede surgir una democracia extrema o una oligarquía pura; o puede desarrollarse una tiranía partir de cualquiera de ambos extremos, pero no es tan probable que surjan de las constituciones medias y de aquellas que le son afines

1. La sociología política se preocupa del análisis de las condiciones sociales que configuran la democracia. Una democracia estable requiere la manifestación de un conflicto o una división, de manera que existan: una lucha por las posiciones directivas; exigencia a los partidos que se hallan en el poder  y cambios de los que gobiernan;
            La sociología política es el estudio del poder y de la intersección de personalidad, estructura social y política. La sociología política es interdisciplinaria, donde la ciencia política y la sociología se cruzan. La disciplina usa la historia comparativa para analizar los sistemas de gobierno y organización económica para comprender el clima político de las sociedades. Por comparar y analizar la historia y datos sociológicos, las tendencias y pautas políticas emergen. Los fundadores de la sociología política fueron Max Weber (Alemania) y Moisey Ostrogorsky (Rusia).
            Hay cuatro áreas principales que son enfoques de investigación en la sociología política contemporánea:
1. La formación socia-política del estado moderno.
2."¿Quién manda?" Como la desigualdad social entre grupos (clase, raza, género, etc.) influencia la política.
3. Como las personalidades públicas, movimientos y tendencias sociales fuera de las instituciones formales de poder político afectan a la política.
4. Las relaciones de poder dentro de y entre grupos sociales (familias, lugares de trabajo, burocracia, medios de comunicación, etc.).
            Tres esquemas teoréticas importantes son el pluralismo, la teoría directiva o elite y el análisis de clase que coincide en parte con el análisis marxista.
El pluralismo ve la política primariamente como un concurso entre los grupos con intereses que competen. Un representativo destacado es Robert Dahl.
La teoría directiva o élite a veces se llama un enfoque centrado en el estado. Explica lo que hace el estado por mirar restricciones de estructura organizacional, directores de estado semiautónomos y intereses que surgen del estado como una organización única que concentra el poder. Un representativo destacado es Theda Skocpol.
El trasfondo intelectual
            Las crisis de la reforma y la revolución industrial que anunciaron la sociedad moderna, también dieron existencia a la sociología política. La desintegración de una sociedad tradicional, la diferencia entre la sociedad y el Estado. También suscito el siguiente problema: Cómo puede una sociedad enfrentarse a  un continuo conflicto entre sus miembros y grupos, y mantener, sin embargo, la cohesión social y la legitimidad de la autoridad estatal?
            La escisión   entre gobernantes absolutista del siglo XVII y la burguesía en ascenso aclaró las distinciones entre hombre y ciudadano, sociedad y Estado. Tales distinciones constituyeron tanto la causa como la consecuencia de la crisis sobre legitimidad del Estado, que algunos comenzaban a cuestionar y otros a negar. Bodin, en el siglo XVII, formuló por primera vez el principio de la soberanía  del Estado sobre otras instituciones dentro de los límites de la nación, para justificar  la primacía del Estado, particularmente   en una época de conflictos religiosos.
            Cierto número de filósofos –Hobbes, Locke y Rousseau entre ellos- intentaron, cada uno a su modo, resolver   el problema  básico: la necesidad de consenso secular que pudiera sustituir la solución religiosa de la Edad Media, y superar la escisión entre la sociedad y el Estado.
            Los padres de la sociología política del siglo XIX tomaron partido en el asunto. Saint-Simon, Proudhon y Marx se hallaban de parte de la sociedad: para ellos el Estado tenía  que ser limitado y controlado por la sociedad o bien abolido. En el otro bando se hallaban Hegel, Lorenz von Stein y otros, quienes consideraban que la solución residía en la subordinación de los elementos dispares de la sociedad a la soberanía del Estado. La sociología política parece haber superado esta controversia. La cuestión fue formulad de manera errónea. El error consistía en tratar al Estado y la sociedad como a dos organismos independientes  y averiguar cual de ellos era más importante  o  preferible.
            Los sociólogos políticos   alegan actualmente que el Estado es tan sólo una entre muchas instituciones políticas, y que éstas últimas constituyen únicamente una entre los muchos conjuntos de instituciones sociales; que las relaciones entre tales instituciones  y grupos de instituciones constituyen el tema de la sociología  general, y que las relaciones entre las instituciones políticas y las demás configura el ámbito específico de la sociología política.
            Talcott Parsons –quizá el más importante teórico de la sociología contemporánea-,  sugirió que el estudio de la política no puede ser “tratado en términos de un esquema conceptual específicamente especializado (…) precisamente por la razón de que el problema del sistema político  del sistema social constituye un foco para la integración    de todos sus componentes y no de una clase específicamente diferenciada.
            El dilema –el equilibrio adecuado entre el conflicto y el consenso- continúa, constituye el problema central de que trata este libro.  Hasta hace poco tiempo, los sociólogos se ocupaban más del estudio de las condiciones    que producen la división que de la determinación de los requisitos del consenso político. Las deducciones se hacen más evidente si se consideran a los cuatro (4) grandes escritores europeos cuyas ideas constituyen, en líneas               generales la base de la  sociología política: Marx, Tocqueville, Weber y Michels
Conflicto de clases y consenso, Marx y Tocqueville
            Después de la Revolución Francesa los problemas de conflicto de clases versus consenso comenzaron a destacarse. Los revolucionarios, naturalmente empeñados en continuar el conflicto, y los conservadores, en mantener la estabilidad social. Pero, durante muchos años, pocos fueron los hombres que analizaron las condiciones bajo las que el conflicto de clases y consenso eran o podían ser mantenidos en equilibrio.
            El portavoz más coherente del enfoque según el cual el conflicto de clases era el interés central en el estudio de la política fue Karl Marx.
Alexis de Tocqueville, por otra parte, fue el primer gran representante de la idea de que la democracia implica un equilibrio entre las fuerzas de conflicto y consenso
            Para Marx,  una sociedad compleja podría caracterizarse ya sea por un conflicto constante (aun cuando fuera suprimido) o por el consenso, pero no por una combinación de ambos. Consideró el conflicto y el consenso como alternativas más bien que como tendencias divergentes que podían equilibrarse. Por otra parte, relegó el consenso, la armonía y la integración al futuro comunista (utópico); por otro lado, consideró el conflicto y el absolutismo    como el gran acontecimiento     de la historia  en la época situada entre el primitivo comunismo y el éxito futuro de la revolución proletaria.
            La concepción de Marx sobre la futura sociedad armónica tuvo derivaciones significativas para su perspectiva sociológica. El sistema político que proyectó no era una democracia institucionalizada, sino la anarquía. Ello significaba el fin de la división del trabajo, puesto que la eliminación de la diferenciación de las funciones en las esferas económicas de la vida eliminaría, de acuerdo con Marx la fuente principal de conflicto social.  Esta afirmación  describe una de las condiciones básicas de la sociedad comunista, puesto que el comunismo “es la eliminación de todas las fuentes sociales de diferencias, aun de la distinción entre ciudad y campo.”  
            Ya que el consenso es imposible dentro de una sociedad estratificada, dominada por una clase explotadora.  El interés de Marx consistía en un análisis de los factores que dan lugar al poder de las fuerzas en litigio.
             La teoría de Marx no daba cabida a la democracia bajo el comunismo. Posee tan solo dos tipos sociales (ideales inexistentes) que se excluyen: una sociedad de constante  conflicto de clase (destructivo de la dignidad humana y debe ser destruido) y una sociedad de completa  de armonía (liberada de las fuentes de conflicto y por lo tanto, no tiene necesidad de instituciones democráticas, tales como los resguardos contra el poder del Estado, la división de poderes, las protecciones que confieren las garantías  jurídicas, una constitución o “declaración de derechos”. (Ver consecuencias de la Revolución Rusa)

            A primera vista, la teoría de Tocqueville parece similar a la de Marx, ya que ambos destacan la solidaridad de las unidades sociales  y la necesidad del conflicto entre ellas. (Para Marx las unidades eran clases; para Tocqueville consistían en comunidades    locales y organizaciones voluntarias.) Sin embargo, Tocqueville, a diferencia de Marx, prefirió deliberadamente hacer resaltar aquellos aspectos de las unidades sociales que podían mantener la división    y el consenso  político al mismo tiempo.
            Tocqueville no proyectó su sociedad armónica hacia el futuro ni separó, a su vez, las fuentes de la integración social de las de la división.  Las mismas unidades – por ejemplo, los gobiernos federales y estatales, el Congreso y el presidente- que funcionan independientemente unas de otras y, por ende, necesariamente en un estado de tensión, dependen también recíprocamente  y se hallan ligadas por los partidos políticos. Las asociaciones privadas, que son fuente de restricciones para el gobierno, sirven también de conductos para interesar a la gente por la política. En resumen, constituyen los mecanismos de creación y mantenimiento del consenso necesario para una sociedad democrática.
            La preocupación de Tocqueville por un sistema político pluralista resultó de su interpretación de las tendencias de la sociedad moderna. La industrialización, la burocratización y el nacionalismo, que atraían a las clases inferiores hacia la política, minaban también los centros locales más pequeños de autoridad   y concentraban el poder en el Estado leviatán. Tocqueville      temía que el conflicto social desapareciera debido a que habría un solo centro del poder – el Estado- para oponerse al cual ningún grupo sería suficientemente fuerte. Ya no existiría ninguna competencia política porque no habría bases sociales que la sustentaran.
            Además, Tocqueville temía que el consenso también fuera socavado en la sociedad de masas. El individuo atomizado, abandonado a sus propias fuerzas, sin pertenencia a una unidad social políticamente significativa, carecería del interés  suficiente para participar en la política, o aun para aceptar el régimen. La política no solo no ofrecía esperanzas,  sino que estaría desprovista de significado. La apatía mina el consenso, y esta fue la actitud de las masas para con el Estado que Tocqueville consideraba como el resultado de una sociedad burocrática.
            El estudio de Tocqueville de los Estados Unidos le sugirió dos (2) instituciones que podrían combatir al nuevo leviatán: el autogobierno local y las
Asociaciones voluntarias. La participación en tales instituciones le pareció ser condición para la estabilidad del sistema democrático. Mediante la diseminación de las ideas y la creación de consenso entre sus miembros, se transforman en la base del conflicto entre una organización y otra. Y, en el proceso también limitan el poder central, crean centros nuevos y autónomos de poder para que compitan con él y cooperan para la capacitación política de líderes potenciales de la oposición.
            Los enfoques de Tocqueville y Marx no dieron como resultado análisis contradictorios de las funciones de las diversas instituciones sociales, aunque sirvieron realmente para valoraciones muy diversas. La afirmación de Marx de que la religión es el “opio de las masas” establece un reconocimiento de su función integradora. Tocqueville reconoció también la  cualidad “opiácea” de la religión: “Luego la religión constituye otra forma de esperanza”. Para Marx, la religión era una fuente de engaño destinada a los estratos inferiores, un mecanismo para ajustarlos a su destino de vida e impedirles reconocer sus verdaderos intereses de clase. Tocqueville, por el contrario, observó que la necesidad de un credo religioso   crecía en proporción directa con la libertad   política. Cuando menos coercitivas y dictatoriales se tornaban  las instituciones políticas de una sociedad, tanto más necesitaba ésta un sistema de creencias sagradas para ayudar a restringir las actividades de los gobernantes y los gobernados.
Burocracia y democracia: Weber y Michels
            Si uno de los intereses permanentes de la sociología política –la división y el consenso- fue vinculado a los nombres  de Marx  y Tocqueville, otro de ellos –el estudio de la burocracia – se identifica  con la obra de Max  Weber y Robert Michels. Los dos problemas están estrechamente relacionados,  puesto que la burocracia   constituye uno de los medios principales para la creación y el mantenimiento del consenso y, al mismo tiempo, una de las fuentes principales de las fuerzas que quebrantan la integración.
            La diferencia entre Marx  y Tocqueville, que hacen hincapié en el consenso y en la lucha de clases, y la existente entre Weber y Michels, que se preocupan por el cumplimiento o la violación de los valores mediante la burocracia, representan una adaptación del pensamiento social a las etapas subsiguientes de la revolución  industrial. Muchos filósofos sociales del siglo XIX estaban preocupados por los efectos disgregadores que la revolución industrial ejercía sobre la sociedad, y por la posibilidad de alcanzar estructuras políticas democráticas
            La consideración básica de la teoría de la modernización es que todos los países se encuentran en camino hacia un estado ideal de desarrollo (desarrollismo). Esta afirmación, ha sido respaldada por un gran número de investigadores sociales. Incluso Max Weber argumentaba que los valores culturales, creencias e intereses distinguían dos clases de seres humanos: el tradicional y el moderno. El primero es "ansioso, suspicaz, carece de ambición, se orienta hacia las necesidades inmediatas... y se aferra a los procedimientos establecidos, aun cuando no son apropiados".
Investigación contemporánea
            Votación: es el mecanismo clave del consenso dentro de la sociedad democrática.  Los estudiosos de las elecciones se interesaban en la relación entre un  tipo  de división-los partidos políticos y otros tipos tales como la base, la ocupación, la religión, el grupo étnico.  Fueron raramente concebidos como estudios de consenso.
Sugiere el estudio de los aspectos integradores del comportamiento electoral, es decir,  la comprensión de la democracia como sistema.
            Opina que una democracia estable requiere: una situación en la cual  los partidos políticos incluyan partidarios provenientes de muchos sectores de la población; partidos que posean líderes provenientes de muchos sectores de la población.
Sugiere el estudiar el problema del acuerdo en las decisiones  entre distintos grupos y en las divisiones de partidos.
De modo similar, el problema de la participación política puede ser considerado de maneras diferentes, según se interese por la división o por el consenso
La paradoja (pág. 30) de que no siempre un nivel muy alto de participación es bueno para la democracia, la noción de que el extremismo solo adquiere importancia en los países pobres (pág. 54) y especialmente donde la industrialización se produce rápidamente (pág. 60) son ejemplos de hallazgos firmemente establecidos. Pero además el libro está repleto de observaciones, citas y comentarios, adecuados para desencadenar discusiones y reflexiones sobre temas fundamentales. Y esa acción catalítica en el pensamiento del lector es, a mi juicio, lo más valioso de la obra.
            Movimientos políticos
             El estudio de los movimientos reformistas y extremistas constituye    un amplio sector    esencial de la sociología política estadounidense. Los científicos sociales estadounidense no se interesan por estudiar los partidos tradicionales y conservadores.
            Existen más  títulos en los catálogos de biblioteca bajo “Partido Laborista Británico” que bajo “Partido Conservador”.
Los movimientos y las fuerzas conservadoras y los filósofos de igual tendencia  (como Burke, Bonard y De Maistre), y los problemas de integración   y la cohesión quedaron virtualmente descuidados hasta hace poco tiempo.
            De modo similar, la mayoría de los estudios sobre los  movimientos fascista y comunista hacen resaltar los factores que crean y sustentan el extremismo, más bien que aquellos que los reducen, dentro de las democracias estables.
            La política de la burocracia
            En un gran número de estudios fueron mantenido: el acento puesto por Weber sobre la burocracia y el poder  como elementos de estructuras organizacionales formales a gran escala, y su sistematización de los rasgos básicos  inherentes a una organización burocrática. Pero la sociología política prestó poca atención a su análisis del la relación entre el desarrollo del poder estatal burocrático centralizado y la decadencia de la democracia.
Los estudiosos que siguieron las hipótesis  de Weber separaron el estudio de la burocracia del de la organización política e incluyeron todo tipo de organizaciones: hospitales, fábricas, sindicatos…
            Estas investigaciones demostraron, como Weber mismo lo reconoció, que existen tensiones y conflictos constantes, sistemáticamente determinados, dentro de las organizaciones burocráticas, que originan desviaciones de los ideales burocráticos de “eficiencia racional”  “jerarquía “y “neutralidad “
La  norma de neutralidad burocrática (según la cual un miembro de la burocracia es más un experto imparcial que una parte interesada) se elaboró a partir de los requisitos de un sistema político democrático. Ésta norma posibilita la continuidad del gobierno   democrático durante un cambio en los cargos políticos.
            La burocracia en el gobierno reduce las tensiones de la lucha partidaria, tiende a reducir los conflictos,  utiliza criterios objetivos como base para resolver conflictos y capacita a las instituciones burocráticas para desempeñar papeles de mediadores. De tal modo, las prácticas  burocráticas fortalecen el consenso democrático
            El gobierno interno   de las organizaciones voluntarias
             Michels, a diferencia de Weber, inspiró pocos estudios posteriores. En su mayor parte, sus ideas se atizaron con propósitos descriptivos o para levantar polémicas que denuncian a las  organizaciones como antidemocráticas. Ningún sociólogo norteamericano consideró digno de valor el examen sobre la validez general de su teoría de la oligarquía a la luz de las diferencias entre la vida del Partido Socialista Alemán, como aquel la describiera en Political Parties, y   la de los dos principales partidos estadounidenses.  Está claro que el partidismo constante, los cambios relativamente rápidos en el liderazgo y la ausencia  de una estructura  de poder central caracterizan a los partidos norteamericanos, en contraste con el Partido Socialdemócrata de la Alemania anterior a la Primera Guerra Mundial. En los Estados Unidos, solo las organizaciones, como los sindicatos obreros  o las sociedades profesionales, poseen estructuras internas semejantes a las descritas por   Michels como necesarias para los partidos políticos.
            Tocqueville escribió acerca de la contribución de varias asociaciones organizadas oligárquicamente para el mantenimiento de las tensiones y consensos democráticos, y algunos autores   posteriores arguyeron que la ausencia de la democracia interna no interesa, ya que las organizaciones voluntarias desempeñan una función representativa
            Instituciones integradoras
            En esta obra, Lipset sugiere    esencialmente que la sociología  de la política vuelva sobre el problema formulado por Tocqueville: los requisitos y consecuencias sociales de la democracia, utilizando el método que él empleara con tanto éxito: el análisis comparativo

Primera parte.
 Las condiciones del orden democrático
2. Desarrollo económico y democracia
            La democracia en una sociedad compleja puede definirse como un sistema político que suministra oportunidades constitucionales regulares para  el cambio de los dirigentes gobernantes, y un mecanismo social que permite a la mayor parte posible de la población influir sobre las decisiones más importantes, mediante la elección entre contendientes para los cargos públicos.
            Esta definición extractada del trabajo de Joseph Schumpeter y Max Weber, implica cierto número de condiciones específicas: 1) una “fórmula política“o cuerpo de creencias que especifican que instituciones   -partidos políticos, una prensa libre, etc.- son legitimas (aceptadas por todos como adecuadas); 2) un conjunto de lideres políticos  en funciones, y 3) uno o más conjuntos de lideres políticos reconocidos que intentan obtener cargos.
            Este capítulo y el siguiente consideraran dos de las características de una sociedad, que pesan enormemente sobre el problema de la democracia estable: el desarrollo económico y la legitimidad, o el grado en que las instituciones son valorada en si mismas y consideradas justas y adecuadas
El primero en formalizar y medir en forma sistemática la relación entre desarrollo económico y democracia fue Lipset. En el primer párrafo de su ya clásico libro Lipset señalaba que "una de las principales preocupaciones de la sociología política consiste en un análisis de las condiciones sociales que configuran la democracia". Lipset establece su hipótesis más conocida: "Cuanto más próspera sea una nación, tanto mayores son las posibilidades de que se mantendrá una democracia". Mediante medidas de industrialización, educación y urbanización Lipset muestra la fuerte relación entre desarrollo económico (y social dada alguna de sus medidas) y democracia.
Desarrollo económico en Europa y América
            El ensayo de Seymour Lipset “Some social requisites of democracy: Economic development and political legitimacy” (1959), encendió uno de los temas más debatidos por la comunidad científica de la ciencia política, la importancia de los factores económicos en la legitimidad democrática1
            Lipset, para probar su tesis sobre el impacto económico en la legitimidad, clasificó países de Latinoamérica, Europa y democracias angloparlantes, dividiéndolos en dos grupos: Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, respecto de los cuales distinguió “democracias estables” versus “democracias inestables y dictaduras”, y un segundo grupo compuesto por países de América Latina, distinguiendo “democracias y dictaduras inestables” versus “dictaduras estables”.
            Luego, comparó dentro de cada grupo los tipos de regímenes, respecto a un rango de indicadores correspondientes a desarrollo socioeconómico, tales como: nivel de ingresos, comunicaciones, grado de industrialización, grado de educación y nivel de urbanización. Con ello, comprobó que los países más democráticos, correspondientes a cada grupo, exhibían niveles medios de desarrollo más elevados que los menos democráticos.
Indudablemente, este estudio fue un gran avance para la naciente corriente de investigaciones empíricas.
Desarrollo económico y lucha de clases
            Como el desarrollo económico produce mayores ingresos, una seguridad económica mayor y la difusión de la enseñanza superior, determina ampliamente la forma de la “lucha de clases”, al permitir a los que  en los estratos inferiores durante más tiempo perspectivas  y enfoques de la vida política más complejos y graduales. 
En los dos países más ricos, los Estados Unidos y Canadá, los partidos comunistas son casi inexistentes y los partidos socialistas nunca fueron capaces de establecerse como fuerzas dominantes. Significa que existe una diferencia relativamente pequeña entre los niveles de vida de las clases sociales adyacentes.
 Un aumento de la riqueza y de la educación contribuye también a la democracia, al aumentar la orientación de las clases bajas hacia varias presiones   que  reducen su enrolamiento en determinadas ideologías y las hacen menos receptivas a las extremistas.
            Una clase media numerosa modera el conflicto al gratificar a los partidos moderados y democráticos y al condenar a los grupos extremistas. Cuanto más pobre es el país mayor será el acento puesto sobre el nepotismo (apoyo de los parientes y amigos). Y esto, a su vez, reduce la posibilidad de desarrollar la burocracia eficiente que un Estado democrático moderno necesita.
            Las organizaciones intermedias que actúan como fuentes de un poder compensatorio parecen estar asociadas de manera similar a la riqueza nacional. Tocqueville y otros exponentes de lo que llegó a conocerse como teoría de “sociedad de masas” argumentaban que un país exento  de la multitud de organizaciones relativamente independientes del poder central es en potencia tan altamente dictatorial como revolucionario. …Los hombres que pertenecen a asociaciones están en mejores condiciones que otros de proporcionar una respuesta democrática a cuestiones concernientes a la tolerancia y a los sistemas políticos, de votar o de participar activamente en la política
La política del desarrollo económico rápido
            La asociación entre el desarrollo económico y la democracia ha conducido a muchos estadistas y comentaristas políticos occidentales a concluir que el problema político básico de la actualidad está producido por la presión para lograr una industrialización rápida. Si solamente las naciones subdesarrolladas pueden ser colocadas con éxito en la vía de la alta productividad, se sigue que se puede derrotar la mayor amenaza a las democracias recientemente establecidas: sus comunistas internos.
            Por desgracia para ésta teoría, el extremismo político que se apoya en las clases más bajas, y el comunismo en particular, no se encuentran solamente en los países de bajo nivel de renta, sino también en las naciones recientemente industrializadas. En Europa septentrional, en la primera mitad del siglo XX, allí donde la industrialización se producía rápidamente, introduciendo discontinuidades agudas entre la situación preindustrial y la industrial, surgían movimientos de la clase obrera, en general más extremista.
            La Revolución Rusa constituye la ilustración más significativa de la relación entre la rápida industrialización y el extremismo de la clase obrera. En la Rusia zarista la población industrial pasó  de 16 millones en 1897 a 26 millones en 1913.
             Un tipo diferente de extremismo, basado en las clases de pequeños empresarios (tanto urbanas como rurales) surgió en los sectores menos desarrollados y a menudo culturalmente más atrasados de las sociedades  más industrializadas. La base social del fascismo clásico parece tener su punto de partida  en la constante vulnerabilidad de una parte de la clase media, particularmente los pequeños comerciantes y los granjeros, al gran capitalismo y a un movimiento poderoso de la clase obrera.
            Es obvio que las condiciones  relacionadas con la estabilidad democrática, que trata Lipset, se encuentran más fácilmente en los países del noroeste de Europa y sus descendientes de habla inglesa de América y Australia; además, Weber sugirió que una concatenación histórica única de elementos produjo tanto la democracia como el capitalismo en esta zona.    Según reza el argumento básico, el desarrollo económico capitalista conoció sus mayores oportunidades en una sociedad protestante y creó la clase burguesa, cuya existencia fue tanto un catalizador como una condición necesaria para la democracia. El hecho de que el protestantismo destacara la responsabilidad individual promovió  el surgimiento de valores democráticos en estos países y dio como resultado un alineamiento de la burguesía frente al trono, que preservó la monarquía y extendió la aceptación de la democracia entre los estratos conservadores.
            Se pregunta Lipset, si algún aspecto de este conjunto interrelacionado de desarrollo económico, protestantismo, monarquía, cambio político gradual, legalidad y democracia es fundamental, pero el hecho es que el conjunto se mantiene unido.
Apéndice metodológico.
            El enfoque de este capitulo es diferente de algunos otros estudios que intentaron tratar los fenómenos sociales en el nivel de la sociedad total y aclara algunos de los postulados metodológicos que están en la base de esta presentación.
            Las características complejas de un sistema social, tal como la democracia, el grado de burocratización, el tipo de sistema de estratificación, por lo general han sido tratadas con un enfoque reduccionista o de “tipo ideal”.
           El primero de ellos, es decir, el enfoque reduccionista descarta  la posibilidad de considerar estas características como atributos del sistema y sostiene que las cualidades de las acciones individuales constituyen la suma y sustancia de las categorías sociológicas. Para esta escuela de pensamiento reduccionista, el alcance de las actitudes democráticas o de la conducta burocrática, o la cantidad y tipos de prestigio, o las categorías de poder, constituyen la esencia del significado de los atributos de la democracia, burocracia o clase.
            El enfoque del “tipo ideal” parte de un supuesto similar, pero alcanza una conclusión opuesta. El supuesto similar consiste en que las sociedades constituyen un orden complejo de fenómenos, que exhiben tal grado de contradicción interna que las generalizaciones sobre ellas como un todo deben constituir, necesariamente, una representación construidas de elementos seleccionados, que se origina en las preocupaciones y perspectivas particulares del hombre de ciencia. La conclusión opuesta afirma que abstracciones del orden de democracia o burocracia no posee necesariamente conexión con Estados o cualidades de los sistemas sociales complejos que realmente existen, sino que abarcan serie de atributos que se hallan interrelacionados lógicamente, pero no son, en un todo, características de ninguna sociedad existente.
Un ejemplo lo constituye el concepto de Weber sobre la  burocracia, que abarca un conjunto de cargos que no se encuentran “ocupados” por el titular, legajos de documentos conservados permanentemente, deberes especificados funcionalmente, etc.; tal es la definición vulgar de la democracia en la ciencia política, que postula decisiones políticas individuales basadas en un conocimiento racional de los propios fines   y de la situación política fáctica.
            El enfoque ideal también destaca el concepto de que las características complejas de un  sistema total poseen una causa y consecuencias sumamente multivariadas (esto constituye un supuesto metodológico para guiar la investigación y no un punto sustancial), en la medida en que las características (democracia,  burocracia y la urbanización) poseen algún grado de autonomía dentro del sistema.
            El diagrama no esta concebido como un modelo completo de las condiciones sociales generales asociadas a la aparición de la democracia, sino una manera de esclarecer la cuestión metodológica a que se refiere al carácter multivariable de las relaciones dentro de un sistema social total.
 En consecuencia, en un sistema multivariable el foco puede residir en cualquier elemento sin la implicación de llegar a una teoría completa de las condiciones necesarias y  suficientes de la aparición de la democracia (sistema de clases abiertas) y sus consecuencias (como la burocracia).
             Con relación a la izquierda, derecha. Como muchos autores siguen considerando que estos rótulos son fundamentales en política, conviene echar un vistazo panorámico a lo que dice Lipset a ese respecto: «{En las democracias estables del siglo XX} existe relativamente poca diferencia entre la izquierda y la derecha democráticas; los socialistas son moderados, y los conservadores aceptan el Estado de prosperidad» (pág. 80).
«Una vez que existe una clase media políticamente activa, la distinción fundamental entre las tendencias políticas de «izquierda» y de «derecha» ya no alcanza como medio de diferenciación entre los que apoyan y los que se oponen a las democracia» (pág. 83). «(...) se puede clasificar y analizar a las ideologías y grupos extremistas en los mismos términos que a los grupos democráticos, es decir, izquierda, derecha y centro.
 Las tres posiciones se asemejan a sus paralelos democráticos, tanto en la composición de sus bases sociales como en los contenidos de sus proclamas» (pág. 114).

3. Conflicto social, legitimidad y democracia
Legitimidad y democracia
            La estabilidad de cualquier democracia dada depende no solamente del desarrollo económico, sino también de la eficacia y la legitimidad de su sistema político.  La eficacia significa verdadera actuación, el grado el que el sistema satisface las funciones básicas de gobierno tales como las consideran la mayoría de la población  y grupos poderosos como los son las altas finanzas o las fuerzas armadas.
La legitimidad  implica la capacidad del sistema para engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas para la sociedad.
Hasta que punto los sistemas políticos democráticos contemporáneos son legítimos, depende, en gran parte de las formas en que se resolvieron los acontecimientos claves que dividieron históricamente la sociedad.
Mientras que la eficacia  es instrumental, la legitimidad es evaluativa. Los grupos consideran  un sistema político como legítimo o ilegítimo según la manera en que sus valores concuerden con los propios.
            La legitimidad, en y por si misma, puede estar asociada con muchas formas de organización política, inclusive las opresivas,
Las sociedades feudales, antes de advenimiento del industrialismo, gozaban de la lealtad básica de la mayoría de sus miembros.
Las crisis de la legitimidad constituyen fundamentalmente un fenómeno histórico reciente, subsiguiente a la aparición de profundas divergencias entre grupos que se hallan capacitados, debido a la comunicación de masas, para organizarse en torno de valores diferentes a los que  previamente eran considerados como los únicos aceptables.
            Una crisis de legitimidad   es una crisis de cambio social. Por lo tanto deben buscarse sus raíces en el carácter del cambio de la sociedad moderna.
Las crisis de legitimidad ocurren durante una transición hacia una nueva estructura social, si 1) el status de las principales instituciones conservadoras se halla amenazado durante el período de cambio estructural. 2) los principales grupos de la sociedad no tienen acceso al sistema político en el período de transición o por lo menos tan pronto como desarrollan  exigencias políticas.
Legitimidad y conflicto 
La amenaza constante de que los conflictos de grupos que constituyen el nervio  de la democracia puedan hacerse tan consistentes como para amenazar con la desintegración de la sociedad, es inherente a todos los sistemas democráticos. En consecuencia, las condiciones que sirven para moderar la intensidad de la lucha partidaria se encuentran entre los requisitos clave del gobierno democrático.
            Puesto que la existencia de  un estado moderado de conflicto es, en efecto, otra manera de definir una democracia legitima, no es sorprendente que los principales factores determinantes de estado tan favorable estén estrechamente relacionados con los que producen legitimidad, considerados en términos  de continuidades de símbolos y status.
            En los tiempos modernos surgieron tres (3) problemas principales en las naciones occidentales: 1) el lugar de la iglesia y/o varias religiones dentro de la nación; 2) la admisión de los estratos inferiores particularmente los obreros, en la “ciudadanía” política y económica completa, mediante el sufragio universal  y el derecho a los convenios colectivos; y 3) el conflicto continuo por la distribución de la renta nacional.
            La reducción de las tensiones, cada una a su tiempo, contribuye a un sistema político estable. Los hombres y los partidos llegan a diferir unos de otros, no simplemente en las formas de plantear los problemas corrientes, sino en los enfoques fundamentales y opuestos. Esto significa que consideran la victoria política de sus adversarios como una gran amenaza moral y, como resultado de ello, todo el sistema carece de integración efectiva de valores.
            El lugar de la Iglesia en la sociedad fue resuelto en la mayoría de las naciones protestante en los siglos   XVIII y XIX. En Estados Unidos, la Iglesia fue separad del Estado.  El problema de la ciudadanía también fue resuelto de varias maneras. Los Estados Unidos y Gran Bretaña acordaron el sufragio a los trabajadores en el siglo XIX. En países como Suecia, que se resistieron hasta los comienzos del siglo X, la lucha por la ciudadanía se combino con el socialismo, como movimiento político, produciéndose de este modo un socialismo revolucionario (no de reforma gradual).
Las condiciones para un gobierno   democrático estable se relacionan con las bases de la diversidad.  Cuando se entremezcla un número de divergencias históricas y se crea la base de la política ideológica, la democracia será inestable y débil, puesto que por definición tal política no incluye el concepto de tolerancia.
            Los partidos con tales ideologías totalitarias intentan crear lo que el investigador germanoamericano de la política Sigmund Neumann ha llamado ambiente “ integrado”, en el cual las vidas de los miembros están encerradas dentro de actividades conectadas ideológicamente. Estas actividades se basan en el supuesto del partido de que es importante aislar a sus seguidores de las falsedades expresadas por lo no creyentes.
 Neumann sugirió la necesidad de una distinción analítica básica entre partidos de representación, que fortifican la democracia  (cuya función es asegurarse votos en los periodos de elecciones), y los partidos de integración, que la debilitan (se preocupan en moldear al mundo según su filosofía básica). La situación austriaca ilustra la manera en que el proceso electoral se frustra cuando cuando la mayoría del electorado queda confinado dentro de los partidos de integración.
Por eso Lipset dice en pág. 75: «Naturalmente, las iglesias católica y calvinista holandesa no son «democráticas» en la esfera de la religión. Insisten en que solo existe una verdad, del mismo modo que los comunistas y fascistas lo hacen en política». Muchos problemas políticos que podrían ser fácilmente zanjados se ven reforzados por los problemas religiosos, y no pueden ser    resueltos. 
Sistema de gobierno
            Si las bases cruzadas de la divergencia configuran una democracia más viva, se desprende que, si los demás factores permanecen constantes, los sistemas bipartidarios son mejores que los multipartidarios, que la elección de funcionarios sobre una base territorial es preferible a la representación proporcional, y el federalismo es superior al Estado unitario. Por supuesto, ha habido y existen democracias estables con sistemas multipartitidarios, representación proporcional y un Estado unitario.
            El argumento a favor del sistema bipartidarios descansa en el supuesto de que, en una sociedad compleja, los partidos      deben ser necesariamente amplias coaliciones que no sirvan a los intereses de un grupo mayoritario, y no deben ser partidos de integración, sino que deben tratar de ganar apoyo entre los grupos que predominantemente son aliados del partido de la oposición.. Los partidos: Conservador británico o Republicano de los Estados Unidos, por ejemplo, no deben contender básicamente con los obreros manuales, ya que una gran parte de sus votos deben provenir de ellos. Los partidos. Demócratas y Laborista se enfrentan con un problema similar con respecto a las clases medias.
            Los partidos que nunca se  orientan hacia la obtención de una mayoría tratan de ganar el mayor apoyo electoral posible partiendo de una base estrecha: un partido “de los trabajadores acentuará los intereses de la clase trabajadora. Para estos partidos fragmentarios, las elecciones, en lugar de constituir ocasiones para la busca  de la base de apoyo lo más amplia posible por medio del convencimiento de grupos divergentes pero que poseen intereses comunes.
            La proposición de que la representación proporcional más bien debilita que fortifica la democracia descansa sobre el análisis de las diferencias entre la situación multipartidaria y la de partido mayoritario. Si es cierto, como se sugirió anteriormente, que la existencia de muchos partidos acentúa las diferencias y reduce el consenso, en tal caso, cualquier sistema electoral que aumente la posibilidad de que haya más partidos, en lugar de menos, sirve malamente a la democracia.
            El federalismo aumenta las oportunidades de múltiples fuentes de desavenencia al agregar intereses y valores regionales a los otros  que atraviesan la estructura social, notable excepción: cuando el federalismo divide a un país por la demarcación de la diferencia básica: por ejemplo, entre diferentes áreas étnicas, religiosas lingüísticas, como sucede en la India y en Canadá.
            Lipset destaca que no considera esos aspectos de la estructura política como esenciales para los sistemas democráticos.
Retos contemporáneos: comunismo y nacionalismo
En las democracias estables del siglo XX} existe relativamente poca diferencia entre la izquierda y la derecha democráticas; los socialistas son moderados, y los conservadores aceptan el Estado de prosperidad» (pág. 80).
«Una vez que existe una clase media políticamente activa, la distinción fundamental entre las tendencias políticas de «izquierda» y de «derecha» ya no alcanza como medio de diferenciación entre los que apoyan y los que se oponen a las democracia» (pág. 83).

4. Autoritarismo de la clase obrera
La verificación gradual de que en la sociedad moderna es más posible que los movimientos extremistas e intolerantes se hallen basados en las clases inferiores que en las clases medias y superiores ha planteado un dilema trágico a aquellos intelectuales de la izquierda democrática, que en su oportunidad consideraron que el proletariado era necesariamente una fuerza de libertad, igualdad racial y progreso social. Los ejemplos de los sindicatos nazis, así como los de Salazar y Perón …Han convencido finalmente de esto aun a aquellos que se resistían  a admitirlo, sobre la única base de la degeneración totalitaria del comunismo.
Lipset cita a Bullet pero no aclara que éste usa «clases» con un sentido diferente, el marxista. El sistema económico de clases está desapareciendo porque en el primer mundo están desapareciendo las clases. Los campesinos ya son menos del 3% de la población. Los trabajadores disminuyen en proporción al aumentar la productividad, y también en su naturaleza: difícilmente puede considerarse «proletario» a un informático. Y el antiguo patrono (que reunía las funciones de empresario y de capitalista) está cediendo el puesto al gerente (empleado que se caracteriza por su «empresarialidad») y el «capitalista» ya no es individual, sino una multitud de ahorristas (a menudo jubilados y sindicatos) que deciden cada vez menos en la empresa. (Ref. 6.)
Tendencias retrógradas de la «clase obrera»
Ofrece en etalle la perspectiva de “len” a modo de preludio de un examen analítico de los elementos  autoritarios de la situación de la clase baja en la sociedad moderna.
«Tales demostraciones, asombrosamente manifiestas del prejuicio étnico de la clase obrera y de su apoyo a los movimientos políticos totalitarios, fueron parangonadas en estudios realizados sobre la opinión pública, la religión, las normas familiares y la estructura de la personalidad. Muchos de estos estudios sugieren que la manera de vivir de la clase baja produce individuos con enfoques rígidos e intolerantes en lo que respecta a la política.» «(...) En algunas naciones los grupos trabajadores se han señalado como el sector más nacionalista de a población. En algunas se colocaron en primera línea en la lucha contra la consecución de derechos iguales para los grupos minoritarios, y trataron de limitar la inmigración o de imponer normas raciales en países de inmigración abierta» (pág. 85).
            La evidencia como la teoría sugiere que los estratos inferiores son relativamente más autoritarios
 La democracia de las clases bajas
            Los estratos más pobres son en todas partes más liberales o izquierdistas en cuestiones económicas; favorecen las medidas estatales por un mayor bienestar, por mayores salarios, impuestos proporcionales a los ingresos, apoyo a los sindicatos. Pero cuando el liberalismo es definido en términos no económico, como apoyo a las libertades , internacionalismo, etc.,la correlación se invierte. Los más acomodaos son más liberales , los más pobres son más intolerantes.
Esta descripción se opone a la creencia marxista acerca de que la «clase obrera» tenga alguna misión o destino especial, que beneficiaría a toda la Humanidad. «Los estratos más pobres son en todas partes más liberales o izquierdistas en cuestiones económicas; favorecen medidas estatales por un mayor bienestar, por mayores salarios, impuestos proporcionales a los ingresos, apoyo a los sindicatos, etc. Pero cuando el liberalismo es definido en términos no económicos, como apoyo a las libertades, internacionalismo, &c., la correlación se invierte. Los más acomodados son más liberales, los más pobres son los más intolerantes» (pág. 88).
Algunos considerarán cínica la renuncia a la socialización de la industria. Pero tal vez ese político haya comprendido que funciona mejor en manos privadas. Lo compara con los objetivos del movimiento cristiano, lo que, además de señalar la naturaleza religiosa de la ideología, muestra que toda ideología necesita mitos. Estas ideas provienen de Sorel (1907) le influyeron profundamente en el fascismo y en el comunismo. (ref. 10)(pág. 89): «Sorel es consciente de la analogía entre «el socialismo revolucionario así concebido y la religión»; y en pág. 93: «Sorel aprendió de Le Bon que la «muchedumbre» es fundamentalmente conservadora...» «Motor intelectual, emocional y psicológico de un marxismo reformado y heroico, la teoría de los mitos encuentra su expresión concreta en la violencia proletaria».
Las religiones extremistas y las clases bajas 
Ciertamente, los partidos que ofrecen un futuro maravilloso, solo requieren fe, ya que sus utopías son religiones. En cuanto al odio, recuerda palabras de Hitler (ref. 8, pág. 70): «Sobre todo», manifestó {en 1926 ante el Hamburger Nationalklub} «uno tiene que desechar la idea de que se puede satisfacer a las masas con conceptos ideológicos. La comprensión constituye una plataforma poco firme para las masas. La única emoción estable es el odio».
Política y religión
«Y tal como la de los comunistas, su organización {Testigos de Jehová} es jerárquica y altamente autoritaria (...)» «En un cierto número de países se han observado conexiones directas entre las raíces sociales del extremismo político y religioso. En la Rusia zarista, el joven Trotsky reconoció la relación y reclutó con éxito a los primeros miembros de la clase trabajadora del Sindicato de los Trabajadores del Sur de Rusia (organización marxista revolucionaria algo anterior a 1900) entre los miembros de sectas religiosas» (pág. 93).
La situación social de las clases bajas 
            Muchos elementos contribuyen a la predisposición autoritaria en los individuos de la clase baja. Algunos de los más importantes son. Una instrucción insuficiente, poca participación en las organizaciones políticas o voluntarias de cualquier tipo, pocas lecturas, ocupaciones aisladas, inseguridad económica y normas  familiares autoritarias.
Estos elementos están relacionados entre sí, pero no son idénticos.
Los partidos extremistas pretenden cambiar radicalmente a la sociedad y al hombre (crear un «Hombre Nuevo», objetivo tanto de comunistas como de nazis). Son partículas componentes de la antigua corriente milenarista. El milenarismo  arranca desde los Apocalipsis, las fantasías de Lactancio (s. IV), emergiendo luego con Tanchelmo (1112) y muy especialmente Joaquín de Fiore (1145-1202): «el inventor del nuevo sistema profético, el cual iba a ser el que mayor influencia ejercería en Europa hasta la aparición del marxismo» (pág. 97).
Y en pág. 108: «En su exégesis de las Escrituras, Joaquín de Fiore elaboró una interpretación de la historia como un ascenso en tres edades sucesivas (...).» «A largo plazo, la influencia indirecta de las especulaciones de Joaquín de Fiore pueden detectarse hasta el presente (...) por ejemplo, en las teorías de la evolución histórica expuesta por los filósofos idealistas alemanes –Lessing, Schelling, Fichte y en cierta medida Hegel–; en la idea de Augusto Comte sobre la historia como un ascenso de la fase teológica, a través de la metafísica, hasta la fase científica; y también a dialéctica marxista de las tres etapas del comunismo primitivo , la sociedad de clases y el comunismo final que ha de ser el reino de la libertad y en el que desaparecerá el Estado.
Y no es menos cierto –aunque sí paradójico– que la frase «El Tercer Reich», acuñada por primera vez en 1923 por el publicista Moeller van den Bruck y después adoptada como el nombre de aquel «nuevo orden» que se suponía iba a durar mil años, hubiera tenido poca importancia emocional si la fantasía de una tercera y más gloriosa dispensación no hubiera, durante siglos, penetrado en el bagaje común de la mitología europea».
Perspectivas de las clases bajas
            La aceptación de las normas de la democracia exige un alto nivel de refinamiento y de seguridad del yo. Cuanto menos sofisticado y estable sea un individuo tanto más es posible que no llegue a comprender la tolerancia subyacente racional de aquellos  con quienes no está de acuerdo, y que halle dificultad en comprender o tolerar una imagen gradual del cambio político.
            Algunos estudios que enfocan la vida y la cultura        de la clase trabajadora han puesto de relieve los componentes diferentes de una perspectiva no sofisticada: una gran sugestionabilidad, la ausencia de un sentido del pasado y del futuro (una falta de perspectiva amplia), incapacidad de abarcar un punto de vista complejo, mayor dificultad para abstraer a partir de la experiencia concreta y falta de imaginación (“acción repetida” interior de la experiencia concreta.
Cada uno  de ellos fue destacado como características de un status bajo,
Todas    estas cualidades forman parte de las complejas bases psicológicas del autoritarismo
            Estructura de un individuo autoritario
            En resumen, es posible que el individuo de la clase baja haya estado expuesto al castigo, a la falta de amor y a una atmósfera general de tensión y agresión desde su primera infancia
Su formación educacional es menor que la de las personas que poseen un status socioeconómico más alto. Al abandonar los estudios relativamente pronto no consiguen estimular sus intereses intelectuales.
Desde su primera infancia ha buscado gratificaciones inmediatas en lugar de emprender actividades que habrían reportado recompensas a largo plazo..
            Todas estas características producen una tendencia a afrontar la política y las relaciones personales en término de blanco y negro, un deseo de acción inmediata, una impaciencia en la conversación y la discusión una carencia de interés por las organizaciones que posean una perspectiva a largo plazo y una disposición a seguir  a los lideres que ofrezcan una interpretación demoníaca de las fuerzas del mal (tanto las religiosas como las   políticas) que conspiran contra él
Estos factores pueden bajo cierta condiciones predisponer a los individuos a apoyar los movimientos extremistas, asimismo, pueden ocasionar una retirada total de la actividad y preocupación política bajo otras  condiciones
El extremismo como alternativa: la prueba de una hipótesis
            La propuesta de que la falta de un marco de referencia rico y complejo constituye la variable esencial que conecta el status bajo con una predisposición hacia el extremismo no sugiere necesariamente que los estratos  bajos sea autoritarios; implica que, a igualdad se otros factores, escogerán la alternativa menos compleja.
En efecto, es el caso  en lugares en que el Partido Comunista es un pequeño partido (electoralmente insignificante) que compite contra un gran partido reformista (Partido laborista británico, o el New Deal norteamericano), como en Inglaterra, los Estados unidos, Suecia, noruega, India y otros países. Estos últimos  partidos representan una forma más simple y aseguran una reparación de injusticias o un mejoramiento de de condiciones sociales
Modelos históricos y acción democrática
            A pesar de las tendencias profundamente antidemocráticas de los grupos   de la clase baja, las organizaciones y los movimientos políticos de los trabajadores    en los países democráticos más industrializados han apoyado tanto el  progresismo económico como el político. Las organizaciones obreras, los sindicatos y los partidos políticos desempeñaron un papel importante en la extensión de la democracia política en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX.
            Sin embargo, estas luchas por la obtención de la libertad política por parte de los trabajadores, como las de la clase media que les precedieron tuvieron lugar en el contexto de una lucha por la obtención de derechos económicos.
La libertad de asociación y de expresión, junto con el sufragio universal, fueron armas necesarias en la batalla por un mejor nivel de vida, por la seguridad social, por un horario se trabajo más corto, etc. Las clases superiores se resistieron a la extensión de la libertad política, como parte de su defensa       de los privilegios económicos y sociales.
            La democracia social organizada defiende las libertades civiles, el sufragio universal,  la libertad de  organización y de oposición las cuales influyen sobre sus partidarios
«La doctrina de Calvino de la predeterminación, como lo señala Tawney, representó la misma función para la burguesía del siglo XVIII que la teoría de Marx de la inevitabilidad del socialismo para el proletariado del siglo XIX. Ambos «asentaron su virtud, lo mejor posible, en aguda antítesis con los vicios del orden establecido, lo peor posible, enseñaron a sus adeptos a sentir que constituían un pueblo elegido, los hicieron conscientes de su gran destino en lo providencial y resueltos a realizarlo» (pág. 109, nota 72).
La necesidad de cohesión interna ante el temor y la desconfianza paranoica en «los de fuera», es la base del nacionalismo y de la creencia en ser «el pueblo elegido». «El ejemplo clásico de un partido fascista revolucionario, lo constituye, por supuesto, el partido nacionalsocialista de los trabajadores, dirigido por Adolf Hitler. Para los estudiosos marxistas, ese partido representaba la última etapa del capitalismo, que ganó el poder con el objeto de mantener las instituciones tambaleantes del capitalismo» (pág. 120).

5. Fascismo: izquierda, derecha y centro
            La vuelta de De Gaulle al poder en Francia en 1958, después de un golpe militar, se vio acompañada de terrible predicciones de resurgimiento del fascismo como movimiento ideológico preponderante y suscitó  nuevamente la cuestión de cual era el carácter de los  diferentes   tipos de movimientos extremistas.
            Si bien un análisis del comportamiento real de los partidos que están en el poder es fundamental para una comprensión de su significación funcional, también se debe analizar el basamento y la ideología social de todo movimiento si se quiere comprender verdaderamente.
Un estudio de las bases  sociales de los diferentes movimientos de masa modernos sugiere que todo extracto social importante posee tanto expresiones políticas democráticas como extremistas.
Los movimientos  extremistas de izquierda, derecha y centro (comunismo y peronismo, el autoritarismo  tradicional y el fascismo) se basan fundamentalmente en las clases trabajadoras, alta y media respectivamente.
El término “fascismo” fue aplicado una y otra vez a todas estas variedades de extremismo.
            El análisis político y sociológico de la sociedad en términos de  izquierda, centro y derecha se remonta  a los días de la primera república francesa, tiempo en el cual los delegados estaban sentados, de acuerdo con su color político, en un semicírculo continuo que comenzaba con los más radicales e igualitarios a la izquierda   y llegaba  hasta los más moderados y aristocráticos a la derecha.
La identificación de la izquierda con la defensa de la reforma y la igualdad sociales, y  de la derecha con la aristocracia y el conservadurismo, se agudizó
a medida que la política  quedaba definida como el choque entre clases. Tanto los conservadores                                                               
El fascismo y la clase media
Parece dar por sentado que «fascista» y «nazi» son lo mismo. Ambos tenían un führer, eran nacionalistas y empleaban la violencia. Pero la violencia nazi era enormemente mayor que la fascista. Y el nazismo era racista, a diferencia del fascismo. Mucho más similar al nazismo era el comunismo, que utilizaba aún mayor nivel de violencia y exterminó a millones de personas, entre ellos los kulaks. Los marxistas, con su obsesión por la visión clasista, no pudieron encontrar una explicación teórica del nazismo y en la práctica ayudaron a su crecimiento. «(...) varios marxistas han intentado demostrar que el movimiento {nazi}fue desde el comienzo «alentado, nutrido, mantenido y subvencionado por la gran burguesía, por los grandes hacendados financieros e industriales {Palme Dutt}. Los estudios más recientes sugieren que la verdad es lo contrario» (pág. 128).
Alemania
            El ejemplo clásico de un partido fascista  revolucionario lo constituye, por supuesto, el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán o partido nazi, dirigido por Adolf Hitler. Para los estudiosos marxistas, ese partido representaba la última etapa del capitalismo, que ganó el poder con el objeto de mantener las instituciones tambaleantes del capitalismo.  Ya que los nazis tomaron el poder (desde 1933)  con anterioridad a la existencia de encuesta de la opinión publica, Lipset se remite a los registros  de los votos totales, para ubicar su apoyo social.
            El fascismo clásico se dirige a los mismos elementos que apoyan el liberalismo, entonces los anteriores partidarios de éste último habrían proporcionado apoyo a los nazis. Así pareciera  confirma el cuadro 1 de pág 121 de una estadística electoral del Reich alemán entre 1928 y 1933.
            Al surgir el nazismo, los partidos centristas burgueses y liberales, apoyados en los elementos menos tradicionalistas de la sociedad alemana - pequeños comerciantes y trabajadores de oficina – se desmoronaron totalmente. Entre 1928  y1932, estos partidos perdieron aproximadamente el 80% de su electorado. El único partido centrista que mantuvo el apoyo de los votantes en forma proporcionada fue el Partido Católico del Centro. Los partidos marxistas, los socialistas y los comunistas perdieron una décima parte de su electorado.
            Un examen de los cambios  acaecido  entre los partidos no marxistas sugiere que los nazis se impusieron más ampliamente entre los partidos liberales de la clase media, que eran los anteriores baluartes de la  República de Weimar (En  noviembre de 1918 el emperador Guillermo II, falto de apoyo, tuvo que abdicar; de inmediato, se proclamó la República. La nueva república alemana, que se conocía con el nombre de República de Weimar porque la constitución se aprobó en esta ciudad).
            Entre estos partidos, el que retrocedió más considerablemente fue el Wirtschafspartei, que representaba a los pequeños comerciantes y artesanos. El opositor de de Weiman, nacionalista del ala derecha, el Partido Nacional Alemán del Pueblo (DNVP) (que tuvo más apoyo femenino que cualquier  otro partido con excepción del Partido Católico del centro), fue el único de los partidos no marxista y no católico que retuvo mas de la mitad de la proporción que en 1928 tenía el electorado total.
 Los datos sugieren que  los nazis debilitaron más a los conservadores en aquellas zonas (de la frontera oriental de Alemania) en que el nacionalismo constituía su mayor fuente de poder. Mientras que los conservadores retuvieron la mayoría de sus votantes en regiones que no habían sufrido por las anexiones impuesta por Versalles.
            Además de los partidos  liberales, existía otro grupo de partidos alemanes, apoyados en el Mittel-stand, cuyos partidarios se pasaron casi en masa a los nazis; eran llamados “federalistas” o partidos de autonomía regional (se oponían a la unificación de Alemania)
El atractivo que tenían los nazis para aquellos elementos de la sociedad alemana que se hallaban resentidos por el poder y cultura de las grandes ciudades se refleja también en el éxito de los nazis obtuviera en las pequeñas comunidades. Tras el crac de 1929. Los capitalistas norteamericanos repatriaron el capital invertido en Alemania, lo cual ocasionó la quiebra de muchas empresas alemanas, y por consiguiente, la aparición de un amplio número de parados. Hitler supo aprovecharse del descontento popular.
            En resumen, el votante nazi típico ideal de 1932, estaba constituido por un protestante, trabajados independiente de la clase media, que vivía en una granja o en una pequeña comunidad, y que había votado anteriormente por un partido político centrista o regionalista, que se oponía fuertemente al poder e influencia de las grandes empresas y de los  grandes sindicatos

            Observaciones sobre los alemanes no votantes.
            Quizá el argumento más importante contra la tesis de que el nazismo se desarrolló como movimiento de la pequeña burguesía liberal (como varios marxistas han intentado demostrar) consistió en la indicación de los datos de votos del gran avance del poderío nazi residía en los anteriores no votantes entre las dos elecciones, hecho que condujo  a la conclusión de que el gran avance de los nazis provenía de los tradicionalmente apáticos y de los jóvenes que votaban por primera vez.
            Esta tesis pone en tela de juicio el análisis de clases que se ha hecho sobre el nazismo y contradice las generalizaciones acerca del crecimiento de nuevos movimientos sociales, que fueron presentadas en la exposición acerca  del autoritarismo de la clase trabajadora.
Ese análisis  sugería que los sectores más olvidados y apáticos (personas inseguras, ignorantes) de la población pueden ser ganados para la acción política por los partidos extremistas y autoritarios, solamente después de que tales partidos se hayan convertido en movimientos importantes, y no mientras  se encuentren en su periodo temprano de aparición
Fin del fascismo
El fin del fascismo se produce al mismo tiempo que el fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde finales de 1943 el ejército norteamericano avanzó sus posiciones en el Pacífico y ocupó las islas Salomón, Nueva Guinea, Marianas Palaos y las Filipinas. Al mismo tiempo, la marina de guerra japonesa era destruida en diversos combates navales. Los británicos liberaron Birmania. La guerra estaba decidida pero la resistencia japonesa hacía prever que aún podía prolongarse durante cierto tiempo, con un coste humano muy elevado. Ante esta situación, el nuevo presidente de EEUU, Truman- que había sustituido a Roosevelt, muerto unos meses antes-, decidió lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto). El uso de esta nueva arma, con una potencia devastadora incalculable, obligó a Japón a firmar la capitulación el 2 de septiembre de 1945. Por esta razón la Segunda Guerra Mundial terminó junto con el fascismo.
Austria
            Las normas electorales de Austria durante la primera República son similares a la de Alemania, aunque la escena política sumamente diferente impide comparaciones precisas. El electorado austriaco se encontraba dividido en tres (3) grupos principales antes de 1930: el Partido socialista, que contaba con un 40% aproximado de los votos; el Partido Social-cristiano clerical conservador apoyado por el 45% del electorado, y los partidos pangermánicos liberales, mucho menores (el grossdeutsche Volkspartei con un 10 a 15% de los votos. El Volkspartei es el que interesa aquí fundamentalmente, ya que representaba la política anticlerical liberal  también seguida por los partidos centristas    liberales alemanes.
            No puede explicarse el vuelco al nazismo de parte de los partidarios del grossdeutsche Volkspartei como una acomodación de los austriacos germanófilos a la tendencia que regía en Alemania. Los nazis hicieron suyo el apoyo del sector no judio de la clase media austriaca anticlerical más de un año antes de que se apoderaran del poder en Alemania, y reemplazaron al Volksparteien su calidad de tercer partido en orden de importancia en varias elecciones provinciales celebradas     en toda Austria en 1931 1932.
            La escena política austriaca ilustra también el carácter distintivo del fascismo conservado o del ala derecha. El Partido Social-cristiano nunca aceptó la legitimidad de las instituciones democráticas en la primera república austriaca. En 1934 el conservadurismo clerical austriaco impuso   una dictadura conservadora, no se penalizó a ningún grupo, se suprimieron los socialistas y los sindicatos. En 1938,  cuando los nazis se apoderaron de Austria, la diferencia entre ambas dictadura se hizo evidente: los nazis totalitarios trataban de controlar la sociedad por entero, destruyeron la organización clandestina socialista y sindical y comenzaron una persecución activa contra los judíos.
Francia
            Con anterioridad a la sublevación argelina de mayo de 1958, la Francia de posguerra había presenciado el desarrollo de dos (2) movimientos relativamente amplios, cada uno de los cuales fue rotulado como fascista por sus opositores – el Rassemblement du Peuple Français RPF, gaullista y la Union de Défense des Commerçants et Artisans UDCA, conocido más generalmente  como movimiento poujudista.
Cuando los poujudistas obtuvieron un gran margen (alrededor del 10%) en las elecciones de 1956 y reemplazaron temporalmente a los gaullistas en su carácter de principales enemigos “derechistas” de  de la República, éste hecho sugirió a algunos observadores que Poujade había heredado el apoyo que De Gaulle había perdido cunado disolvió el  RPF y se retiró a Colombey-les-deux-Eglises para esperar ser vuelto a llamar por el pueblo francés.
            Sin embargo, las ideologías de ambos caudillos y sus movimientos eran  sumamente divergentes. De Gaulle era un conservador clásico (identificado con la monarquía y la Iglesia), creía en las realidades tradicionales del derecho francés. Abogaba por un  régimen conservador estable y poder ejecutivo poderoso. En su llamamiento para la reconstrucción de Francia,  De Gaulle nunca enfrentó lo intereses de una clase con otra; ni él ni su movimiento trataron nunca de ganar     el apoyo de las clases medias mediante la idea de que sus intereses estaban  amenazados por las grandes empresas y los bancos, o por los sindicatos. Más bien De Gaulle se identificaba  a sí mismo con todo lo que hizo progresar a Francia como nación.
            En la elección de 1956, algunos consideraban   el poujudismo como la respuesta  tardía de los elementos antirrepublicanos más autoritarios del derechismo francés a una oportunidad de votar contra la democracia y la república, de haber llegado al poder, su ideología era la misma que la de los nazis y otros movimientos populistas extremistas de la clase media. El poujudismo se dirigía a la  pequeña burguesía, a los artesanos, a los comerciantes y campesinos. Se oponía a las grandes empresas, a los trusts, a los partidos marxistas, a los sindicatos, a las grandes tiendas y bancos y a los controles estatales sobre las empresas.
 Pero mientras el    poujudismo atacaba tanto a la izquierda como a la derecha, se vinculaba fuertemente con la tradición republicana revolucionaria. Apelando a los sentimientos populistas – la idea de que el pueblo debería controlar al gobierno en lugar de los partidos. Pedía el resurgimiento de instituciones revolucionarias, como los Estados Generales, sometida por cuerpos locales de ciudadanos, a la manera de de 1789-1793, también atacaba a los judíos y asumía una defensa nacionalista del colonialismo.
            Muchos han sostenido que “el núcleo esencial del poujadismo consistía en su “oposición al régimen  (democrático)”, de tal modo que pudo absorber al gaullismo en 1951.
            De acuerdo a las encuestas (pág. 142), los caracteres ideológicos del gaullismo y  del poujudismo y los atributos sociales de sus partidarios indican que la diferenciación  entre el autoritarismo conservador (de derecha) y el liberal (centrista), que ayudan a explicar los orígenes sociales del nazismo, es también útil para la interpretación de la política francesa de posguerra. Pero los estratos conservadores y liberales dieron lugar a grandes movimientos sociales que censuraban al régimen parlamentario de la Cuarta República, y que eran antimarxistas y extremadamente nacionalistas. Pero el uno fue básicamente conservador, y el otro, revolucionario en el sentido populista.
Italia
            Resulta difícil analizar la historia política italiana en términos de los tres (3) tipos de política antidemocrática, debido a la manera especial en que el fascismo llegó originariamente al poder (en 192,  la Marcha sobre Roma (octubre de 1922), que consistió en la llegada a esta ciudad de miles de fascistas procedentes de todos los rincones del país. El rey, impresionado por la fuerza del fascismo, nombró a Mussolini jefe de gobierno.   En calidad de movimiento, se inició como partido neosocialista, quizá más dentro de la tradición del peronismo, pero conducido por un gran oportunista, aprovechó    todas las ocasiones  que se le presentaron para asegurarse el apoyo de los diversos estratos sociales. Pareció que su ideología iba dirigida hacia las clases medias anticlericales, pero desde 1929 se avino con el Vaticano y firmó el primer concordato de la historia de la Italia unificada.
             Durante el período en que detentó el poder, el fascismo italiano representó una coalición entre el tradicionalismo  antidemocrático y el autoritarismo populista de la clase media, dirigida contra los sectores revolucionarios izquierdistas de las poblaciones urbanas y rurales (del valle del río Po, evocado como “la cuna del movimiento fascista”
            Los dos componentes de la coalición fascista se separaron durante la guerra, el sector más conservador concluyó la paz con las potencias occidentales, y la parte más genuinamente fascista luchando como aliada de los nazis. Después que terminó la guerra, continuaron actuando en la política italiana dos (2) movimientos no marxistas: los monárquicos (de una mejor posición económica, mayores y religiosos y de sexo femenino) y los neofascistas (el Movimiento Sociale Italiano MSI) con ideología de extremismo del ala derecha y de los centristas. Estos partidos difieren uno de otro de una manera comparable a las diferencias existentes entre los gaullistas y los poujadista, o entre la derecha alemana y los nazis.
Los Estados Unidos: el macarthismo como extremismo populistas
            En los Estados  Unidos existió también la tradición de un fuerte movimiento liberal destinado a proteger la posición social y económica del pequeño agricultor independiente o del comerciante urbano, que constituyen históricamente una parte de la izquierda democrática.
            Una expresión reciente del extremismo populista en los Estados  Unidos la constituyó el macarthismo. El senador Joseph McCarthy no poseía partido, ni siquiera organización, pero durante algunos años (1950 a 1956) organizó la escena  política norteamericana, denunciando (listas negras contra personas sospechosas de «comunismo»)  a las fuerzas de la izquierda – los demócratas del New Deal (Nuevo trato,  Roosevelt 1933) – como traidores o cómplices de traidores, respaldados por el enemigo tradicional del populismo, la clase alta  del este del país.
            Al igual que el poujadismo (1953, extrema derecha, movimiento político y sindical en Francia), el macarthismo y el liberalismo  (sistema filosófico, político y económico; desarrolla libertades individuales en un Estado de derecho  para lograr el progreso) del siglo XIX, constituyen fundamentalmente las reacciones de los pequeños comerciantes.
 Pero mientras McCarthy se atraía a los partidarios tradicionales del populismo norteamericano, los principales defensores del orden establecido se unieron finalmente para derrotarlo (denunciaron el proceso como una "caza de brujas" y llevó al destacado dramaturgo Arthur Miller a escribir su famosa obra Las brujas de Salem (1953). Como se ha tratado de indicar, el conservadurismo norteamericano y las grandes empresas (trusts, ferrocarriles y bancos) resistieron a McCarthy
            Por extensión, el término se aplica a veces de forma genérica para aquellas situaciones donde se acusa a un gobierno de perseguir a los oponentes políticos o no respetar los derechos civiles en nombre de la seguridad nacional.
            Lipset en pág. 146 opina: al tratar de los cinco (5) movimientos nacionales del macarthismo y del poujadismo en la misma sección con el fascismo italiano y con el nazismo alemán y austriaco no se pretende sugerir que esos movimientos se habrían convertido en dictaduras ni sus jefes hubieran alcanzado el poder. Lo que si se sugiere es que estos movimientos, al igual que los otros movimientos que se dirigen a las clases medias independientes urbanas y rurales, eran en gran parte producto de las frustraciones insolubles de los que se sienten arrancados de las tendencias fundamentales de la sociedad moderna, es decir, de cuando en cuando, y de acuerdo con varios factores históricos específicos, su descontento los lleva a aceptar diversas ideologías irracionales de protesta – regionalismo, racismo, supernacionalismo, anticosmopolitismo, macarthismo, fascismo.
Peronismo. El fascismo de la clase baja
            El tercer tipo de movimiento social que fue descrito a menudo como fascista es el peronismo, movimiento e ideología que se constituyó en torno a Juan Domingo Perón (*Lobos, Argentina, 8 de octubre de 1895 – †Olivos, 1 de julio de 1974),  Presidente de la Nación Argentina en tres ocasiones desde 1946 hasta 1955.  A diferencia de las tendencias antidemocráticas del ala derecha, que se apoyaban en los estratos más acomodados y tradicionalistas, y de aquellas tendencias llamadas fascismo “verdadero” – autoritarismo centrista apoyado en las clases medias liberales, fundamentalmente los trabajadores independientes -, el peronismo, como los  partidos marxistas, se orientó hacia las clases más pobres, principalmente los trabajadores urbanos y la población rural más empobrecida.
            El peronismo posee una ideología del Estado fuerte, totalmente similar a la abogada por Mussolini. Posee un fuerte contenido populista antiparlamentario, destacando que el poder del partido y el dirigente se derivan directamente del pueblo y que el parlamentarismo se convierte en gobiernote políticos incompetentes y corrompidos.  Comparte con el autoritarismo del ala derecha y centrista una fuerte inclinación nacionalista y atribuye muchas de las dificultades a las que se enfrenta el país a los extranjeros – los financieros internacionales y otros-; y, al igual que las otras dos formas de extremismo, glorifica la posición de las fuerzas armadas.
            Sin embargo, el peronismo se diferencia de los otros movimientos en su orientación positiva con respecto a los obreros, los sindicatos y la lucha de  clases.
Las bases sociales del fascismo
Es curioso el reconocer derecha e izquierda en los extremismos y al mismo tiempo, como se observa, reconocer que prácticamente no hay diferencias entre ambas (y un paso más  llevaría a afirmar que no son conceptos políticos). Se quisiera destacar el concepto de «bases sociales» (de las ideologías, grupos y partidos) porque luego muestra lo dudoso del mismo: «Si se considera el peronismo como una variante del fascismo, es, en ese caso, un fascismo de izquierda, porque se apoya en los estratos sociales que de otra manera se volcarían al socialismo o al comunismo, como válvula de escape de sus frustraciones.» «(...) Los políticos, del mismo modo que los eruditos, han considerado estos movimientos como representación de los extremos del espectro político, y califican, por lo tanto, al comunismo como la extrema izquierda, y al fascismo como la extrema derecha» (pág. 149.)



CONCLUSIONES

El  libro El Hombre Político  fue publicado inicialmente en 1959 y hoy sigue siendo un valioso manantial para la comprensión de los fenómenos políticos.
Lipset ofrece, con apoyo estadístico, varias importantes pistas sobre los actores que orientan el voto de los ciudadanos. Muestra que prácticamente no hay diferencia entre «derecha» e «izquierda», pero se resiste a abandonar esos conceptos. Utiliza la palabra «clase» para designar grupos de similar nivel económico, no por su función productiva. No se puede ser globalmente «de izquierda». En algunos aspectos se es de izquierda y en otras de derecha (y esos conceptos son metapolíticos, no son categorías políticas). La verdadera oposición tiene lugar entre democracia política y totalitarismo. Por lo tanto el continuum o «espectro» político abarca sólo a los partidos democráticos. El status y la ideología son decisivos en la intención de voto. Las ideologías son religiones (sin Dios) y están alimentadas por el antiguo milenarismo que renace periódicamente en ellas.
            El advenimiento del análisis sociológico comparativo en el siglo XIX, según el ejemplo de Tocqueville y Marx, modificó el énfasis asignado al rol de las instituciones políticas formales y al Estado como factor determinante de los grupos de significación política y del comportamiento de las masas. En un intento por institucionalizar el imperio de la ley y la libertad personal, y por qué no la democracia, Tocqueville, particularmente sensible a los fracasos de la Revolución Francesa, centró su interés en Norteamérica con el fin de descubrir allí cuáles eran los factores necesarios para limitar el poder del Estado. Como se sabe, otorgó gran importancia a la existencia en los Estados Unidos de organizaciones voluntarias, por la función que éstas cumplían como instituciones mediadoras y como fuerzas que contrarrestaban las facultades del gobierno central. También le impresionó la división del poder político entre las autoridades federales centrales y las locales.
            Además de destacar la gran influencia de las asociaciones voluntarias, Tocqueville puso de relieve otras condiciones sociales favorables para la participación política, tales como una mayor igualdad de clases y el respeto mutuo entre las personas de diferentes estratos. Al igual que Jefferson, Tocqueville y otros pensaban que una sociedad con una gran clase media independiente tenía más posibilidades de ser democrática y de inhibir el poder del Estado que una sociedad en la que existiesen diferencias jerárquicas extremas.
            Quienes subrayaban la relación entre la economía y la forma de gobierno como una manera de explicar los orígenes de la libertad política, ya fueran los discípulos del laissez faire de Adam Smith o los marxistas, también llamaron la atención sobre el papel de la clase media económica, es decir, aquella fuerza intermedia entre la vieja aristocracia y la corte y los campesinos y trabajadores menos privilegiados, como otra forma de fomentar la libertad y la democracia. A la naciente burguesía urbana y a los agricultores independientes les interesaba una forma de gobierno caracterizada por un Estado débil, por el imperio de la ley y por la capacidad que tienen de influir en las decisiones políticas aquellos que están fuera del gobierno; y sus ideologías liberales (libertarias) eran un fiel reflejo de tales inquietudes.
            En gran parte de Europa y América, los liberales burgueses luchaban por un gobierno con poder limitado en contra de la monarquía absolutista y de los conservadores estatistas que favorecían a Inglaterra. La democracia política y el imperio de la ley, como se sabe, estaban institucionalizados en Norteamérica, Australia y el norte de Europa. En estas tierras la burguesía era más poderosa, la educación estaba más difundida y el Estado central era más débil. "Sin burgués no hay democracia" reza la expresiva frase de Barrington Moore, con la que resume la historia de estas organizaciones políticas o las lecciones que dejaron.
            El marxismo tradicional, tal como lo enunciara Marx y al cual adhirieron casi todos sus seguidores, incluido el Lenin anterior a 1917, postulaba que una sociedad industrial, capitalista y avanzada, que hubiera acabado con la escasez económica y contara con una clase trabajadora mayoritaria, era una condición previa para la revolución de la clase trabajadora y el socialismo. Marx sostenía que de no mediar estas condiciones cualquier intento de tomar el poder en nombre del socialismo era utópico y produciría un fracaso sociológico, puesto que cualquier sociedad menos desarrollada, agrícola principalmente, adolecía, por naturaleza, de graves problemas de desigualdad.
            La democracia, como forma política, aun cuando sufriera frecuentes embates, se experimentó como sistema político en el sur y centro de Europa a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y se extendió por períodos variables desde Portugal y el sur de Italia hasta Alemania y Austria-Hungría en el centro y este, logrando diferentes grados de éxito. Antes que la democracia pudiera institucionalizarse como forma de gobierno, surgieron amenazas organizadas al poder establecido, bajo la forma de sindicatos militantes, partidos socialistas y grandes movimientos anarquistas, las que no sólo atemorizaron a las viejas élites aristocráticas, a los terratenientes, a la iglesia y a las fuerzas armadas, sino que también intimidaron a la burguesía liberal, partidaria de un Estado débil. Debido a ello, ciertos sectores de la burguesía se volvieron reaccionarios y se aliaron con las fuerzas oligárquicas, empañándose así las perspectivas de democracia. Algunos marxistas comenzaron a darse cuenta de que su esquema revolucionario —que preveía el reemplazo del orden monárquico aristocrático en coexistencia con la industrialización capitalista por el gobierno burgués- podría no ser válido para quienes recién ingresaban al escenario industrial.
            El análisis de clase enfatiza el poder político de élites capitalistas. La teoría surgió del marxismo durante los años 1850 basada primariamente en la premisa de la explotación económica de una clase por otra. Divide en dos partes: una es la estructura de poder o enfoque instrumentalista, otra es el enfoque estructuralista. Le estructura de poder enfoca en quien regla y su representativo más conocido de G. William Domhoff. El enfoque estructuralista enfatiza que la manera en que opera una economía capitalista sólo permite y fomenta el estado a hacer algunas cosas pero no otras. Su representativo más conocido fue Nicos Poulantzas
           
BIBLIOGRAFÍA

Seymour Martín Lipset, El Hombre político (1959), Editorial Tecnos, 1987.