martes, 31 de mayo de 2011

La Construcción del Futuro (ensayo de opinión). Marisol Hernandez

El artículo del Dr. Ángel Lombardi Boscán titulado “Venezuela siglo XIX” hace referencia a los países de América Latina, y en especial a Venezuela,  los cuales viven fuera del tiempo, histórico real, que representa al siglo XXI, o más bien, donde el tiempo se ha detenido o involucionado en aspectos que miden la calidad de vida de la ciudadanía, esto es,  con urbanizaciones enteras y barrios consolidados con  prestación de servicios públicos, de agua,  poco  eficientes, de escuelas públicas y de hospitales de descolorido aspecto y de insuficiencia dotación, con gente que se organiza en autodefensas para evitar ser victima  de la inseguridad.
En mi opinión, el problema puede ser la carencia de un proyecto histórico definido, es decir, que logre estructurar su propia personalidad político-social y proclamar su identidad nacional y su especificidad cultural, como pueblo, y se tenga conciencia, no agónica, de una condición venezolana, de un particular modo de ser, de una idiosincrasia nacional y  de coherencia que sintetiza pluralidades.  De igual manera, se puede agregar el flujo inmigratorio que vino de Europa a partir de 1939 y de Latinoamérica (desde 1959) que se ha incorporado a esa conciencia emotiva y espiritual  que se llama identidad nacional (o conciencia de pertenecer a una comunidad humana con fisonomía bien determinada).
Se podría decir, esta preocupación la motiva el saber que la identidad está en crisis porque la ciudadanía ha perdido  o está perdiendo la noción de su lugar en la comunidad, la percepción de encontrarse en una encrucijada histórica dentro  de la cual hace crisis la noción de “lo venezolano”. La realidad demuestra que las ciudades se tornan inhabitables, se despueblan los campos, se malversan los recursos no renovables, se destruyen los monumentos históricos, se desintegran las relaciones humanas primarias, el ser humano pierde todo asidero vital.
            Se trata de un momento histórico caracterizado por el peligro y la amenaza. Por una parte, se constata la existencia de factores disolventes que desnaturalizan el ser  colectivo, y, por otra, la mayor amenaza que acecha al ser nacional es, precisamente la dependencia que caracteriza frente al mundo desarrollado, frente a los centros de decisión  económica y tecnológica del capitalismo mundial, se trata de desventaja crónica.   Dicha dependencia, la cual, por ser económica y tecnológica, es también cultural, incide masivamente en la cultura, crea una permanente situación de peligro para el carácter nacional.
            Existe otro problema, frente a las urgencias del presente, frente a la emergencia que implica la dependencia, se produce un tipo de población sin homogeneidad histórica y sin orientación nacional, con fallas gigantescas de estrategias demográficas, es decir, de desaciertos en la incorporación orgánica de la población inmigrante.
 Venezuela es, por naturaleza, país de inmigración. Pero lo grave es que sucedió sin plan, sin control suficiente, por carencia   de instrumentación eficaz, de dotaciones humanas y, lo que es más grave, porque no hay una política pública en torno a materia tan esencial para el destino del país. Frente al peligro que representa la precariedad de la conciencia cercada por acechanzas disímiles- entre ellas, la inmigración descontrolada-, se encuentra en el venezolano un generalizado sentido de desarraigo, el cual hace más conflictivo el panorama, impidiendo el resurgimiento de anticuerpos sociales que neutralicen la debilidad actual.
            Para concluir, se observa que los gobiernos de estos países, no hacen ni hicieron intento de predicción del porvenir, ni encajan dentro de la prospectiva técnica que sirva de fundamento a la construcción del futuro de esos países. No realizaron ni realizan un plan ni documento preliminar contentivo de aspectos tales como: tendencias previas en los procesos sociales, económicos  y políticos en las áreas claves (de infraestructura, vialidad, salud, educación, vivienda) a las que se irán introduciendo las modificaciones y los correctivos previsibles.
Se observa, la necesidad, de la nación, de definir un proyecto, mínimo, nacional. El momento electoral es fecundo en expectativas. Crear más de las necesarias es dañino y puede convertirse en frustración del país y del sistema. Se ha de confinar las promesas en el área de las posibilidades. La experiencia democrática ha sido fértil, y, no cabe duda, su capacidad creadora no está agotada. Cada partido, cada candidato, tiene derecho a anunciar su modo de ver y sentir el país. La ventaja del pluralismo (como valor democrático) es, precisamente, esta posibilidad de acumular y de juntar.
                                                          MSc. Marisol Hernández. Abogada