domingo, 15 de diciembre de 2013

La verdad y el subjetivismo. Marisol Hernádez

La verdad y el subjetivismo
En la posición subjetivista, la ética empírica consiste en hacer de los valores simples apreciaciones, más o menos arbitrarias, de los individuos y de la sociedad. De aquí, que halla dos tipos de subjetivismo, el individualismo y el social o específico. Entre el subjetivismo, en cualquiera de sus dos facetas, y el objetivismo, media una oposición absoluta. Pues los valores existen en sí,  y por sí, independientemente de toda estimación subjetiva.

La ética subjetivista constituye una, de las varias manifestaciones de una doctrina más general, que en realidad representa una actitud ante la vida. Se alude a la tesis que refiere a la subjetividad todo cuanto existe. Esta manera de concebir lo existente fue defendida, de modo sistemático, por el sofista Protágoras. También, es bien conocida la frase, del orador abderitano, “el hombre es la medida de todas las cosas; de la existencias de las cosas que existen y de la no existencia de las que no existen”. En el Teetete, Platón, de Atenas, hizo de dicho principio la interpretación que todavía se admite. Según la exégesis platónica, cuando el retórico de Abdera, sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas, no se refiere a la humanidad, abstractamente considerada, sino a cada individuo, en lo que tiene de personal e irreductible.

Se comprende con tal opinión que, cada hombre es la medida de lo real. En el contexto epistemológico, la tesis equivale a sostener que la verdad no es objetiva, o dicho, con otras palabras, que hay tantas verdades como individuos. Cada hombre tiene su verdad, de lo cual  se comprende que,  lo que es verdadero para uno, puede no serlo para los demás. Por lo tanto, es posible que, un mismo juicio exprese a la vez, para diferentes sujetos, una verdad y una falsedad.

Parece en opinión de Protágoras, que las cosas son, con relación a una persona, tales como a esa persona le parecen, y con relación a otra persona, tales como a la otra persona le parecen. En la situación que corre un mismo viento, uno siente frio, otro no lo siente. Este relativismo sensualista tiene su antecedente en la idea de Heráclito del devenir perpetuo. El fundador de la Academia, expresó en esta opinión, los orígenes de tal filosofía, “ninguna cosa es una, tomada en sí misma, y a ninguna cosa, sea la que fuere, se le puede atribuir con razón  y denominación ni cualidad  ninguna, que si se llama grande una cosa parecerá pequeña, si pesada parecerá ligera, y así en lo demás, porque nada es uno, ni igual, ni de calidad determinada, sino de la traslación, del movimiento, y de su mezcla recíproca se forma todo lo que se dice que existe, sirviéndose en esto de una expresión impropia, porque nada existe, sino que todo deviene”.

Se podría concluir, que la teoría epistemológica de Protágoras, culmina en el agnosticismo. Si la verdad consiste en la sensación, y las sensaciones difieren en cada individuo, habrá que considerar todas las opiniones como igualmente verdaderas. Más si todo es verdad, resulta que nada es cierto porque a lo que un sujeto le parece evidente puede parecerle a otro falso. Se percibe que no habiendo un criterio de certidumbre, tampoco habrá ciencia, sino una abigarrada variedad de opiniones divergentes y contradictorias.
Si se aplica en el orden moral, la doctrina subjetivista examinada del sofista lleva a la afirmación de que el bien alude a las estimaciones individuales consideradas valiosas. Se podría decir que “cada hombre es la medida del bien y del mal”.

El subjetivismo ha sido aplicado a todos los ámbito de lo existente. No sólo hay un subjetivismo epistemológico y un subjetivismo moral, también se tiene el subjetivismo religioso, el estético, etc. Por ejemplo, para el jurídico, no es la justicia un valor independiente de las apreciaciones humanas, sino un producto, más o menos arbitrario, de los juicios estimativos de los hombres.
Marisol Hernández. Dra en Ciencia Política

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