domingo, 25 de septiembre de 2011

Vicios de los Gobiernos. Marisol Hernández

El valor de la esperanza se traduce en escrutinios libres, transparentes con instituciones electorales, judiciales imparciales
En América Latina, y especificamente en Venezuela, los gobiernos no aprenden de sus errores, y los ciudadanos permiten que lo repitan una y otra vez.
Se señala diez (10) puntos que el académico paraguayo Benjamín Fernández Bogado describe en su libro ¿Y ahora qué? La eterna desilusión en América Latina para denunciar algunos vicios que los gobiernos comenten, y que son unas de las causas para que la ciudadanía tenga menos esperanza que la situación mejore.
1. No tienen proyecto para gobernar. Se hace de todo en las campañas electorales para ganar el poder, pero llegando a él, los gobernantes no saben qué hacer porque no tienen un proyecto de país. Utiliza al poder como un fin y no como un medio.
Desde las campañas, el candidato promete muchas cosas que sabe (y sabemos) que no podrá cumplir, pero no lo denunciamos porque también somos apáticos y permitimos que sigan divulgando mentiras.  
2. Gobiernan con un equipo de cuotas. Debido que el candidato, en su campaña, realiza compromisos a diestra y siniestra para llegar al poder, cuando gana debe pagar facturas a todos los que ayudaron, y una forma de hacerlo es compartir el gobierno mediante la formación de equipos con base en cuotas que no garantizan los mejores perfiles para enfrentar los retos principales.
3. Mandan pero no gobiernan. El gusto de los gobernantes por tener un equipo sumiso y dócil se impera a la conformación de un equipo de estadistas, con visión a largo plazo y que sepan decirle no al gobernante cuando saben que la decisión que pretende tomar tiene más perjuicios que beneficios.
4. Pierden la noción de la historia. Los gobernantes son recordados por lo que hicieron durante su mandato, y a la mayoría se le olvida, y no hacen nada (o hacen lo peor) y así son recordados.
5. Siempre buscan pretextos en lugar de soluciones. El primer año de gobierno lo dedican para culpar al gobierno anterior de lo mal que dejó las cosas, después culpan a alguien (o algo) del porqué no se avanza, ya sea al Poder Legislativo, a los gobiernos locales o federales, a los partidos de oposición, pero no asumen la responsabilidad que les toca. 
6. Utilizan un chivo expiatorio. La mayoría de los líderes populistas buscan un chivo expiatorio para depositarle la culpa de todos los males, pero en los hechos conviven de manera cordial con ellos. Hugo Chávez, presidente de Venezuela, en cada discurso defenestra contra el imperio norteamericano, pero tiene relaciones estables con dicho país en materia económica. Otros aluden a la mafia del poder, pero cuando son gobierno conviven con ellos sin ningún problema.
7. Están siempre en campaña. Foto aquí, foto allá, es la constante de los gobernantes. Invierten millones de pesos en los medios de comunicación para ser populares, gobiernan con la encuesta de cada lunes, aluden a los problemas en sus discursos, pero en sus acciones demuestran lo contrario.
8. Dar algo, pero dar. Despensas, láminas, cemento, becas, obras vistosas pero que no tienen impacto en el desarrollo del país, es la constante de los gobiernos. Puede pavimentar una calle y presumir la obra, aunque sepa que primero debió poner el drenaje.
9. Hablar bien del pueblo en público, pero lo desprecian en privado. Los gobiernos dicen creer en la ciudadanía, pero en realidad no lo hacen, como tampoco la ciudadanía cree en los gobernantes, y la relación de desconfianza no abona a la construcción de políticas programáticas para enfrentar los grandes problemas.    
10. Destruir instituciones en vez de fortalecerlas. La ambición de poder mina los avances de la democracia, pero siempre hay intentos de socavar la autonomía de las instituciones electorales, transparencia, derechos humanos, para convertirlas en cómplices, y no en  contrapesos.  
Es tarea de todos los ciudadanos, los comunicadores sociales, académicos, y sociedad en general exhibir los vicios, los errores de los gobernantes, castigarlos o premiarlos con nuestro voto, pero sobre todo, darle seguimiento durante su gobierno. No esperemos a que ellos cambien por sí mismos, a que no cometan sus mismos errores. Si no lo hacemos, todo seguirá siendo lo mismo, o peor.
 Marisol Hernández. Investigadora en Ciencias Políticas
 
Construcción de la Nueva Democracia

En las últimas décadas del siglo XX y en la primera década del siglo XXI se perciben  procesos que configuran lo que  podría reconocerse como un cambio de era, o cambio de visión civilizatoria o cambio de paradigma de la visión de la realidad. En este contexto, se pregunta: la era industrial nacida a la luz de la Revolución Francesa (1789), de la revolución científica y de la revolución industrial, está dando paso a otra era ¿Posmoderna? ¿Posindustrial? Actualmente el dilema es cómo se construye una opción superadora, cómo se construye la nueva democracia como forma de sistema de gobierno. ¿Qué  forma debería adoptar hoy “el gobierno del pueblo para el pueblo”? ¿Qué condiciones humanas deben desarrollar quienes serán los ciudadanos de esta nueva sociedad?
Surge así una nueva ciudadanía. Y se comprende que serán las escuelas, los liceos, las universidades, los sistemas de educación pública y educación privada los que tendrán que hacerse cargo de esta tarea, promoviendo valores democráticos.
En la sociedad del conocimiento, un rasgo de esta nueva era es la importancia que adquiere el saber científico tecnológico. Se percibe las tendencias indicadoras del ingreso en la “era del conocimiento”. Como dice Toffler (1995) “Todos los sistemas económicos descansan sobre una ‘base de conocimientos’. Todas las empresas dependen de la existencia previa de este recurso, de construcción social. A diferencia del capital, el trabajo y la tierra, aquél (el conocimiento) suele ser desdeñado por economistas y ejecutivos cuando determinan las aportaciones precisas para la producción. Y, sin embargo, este recurso es el más importante de todos.”
Se infiere que el conocimiento es el más importante porque es el más humano. Porque sólo conoce (aprende) el ser humano, pero también porque “el conocimiento tiene virtudes intrínsecamente democráticas. Tedesco (1995) opina: a diferencia de las fuentes de poder tradicionales (la fuerza, el dinero, la tierra) el conocimiento es infinitamente ampliable. Su utilización no lo desgasta sino que, al contrario, puede producir más conocimiento. Un mismo conocimiento, puede ser utilizado por muchas personas y su producción exige creatividad, libertad de circulación, intercambios, críticas constructivas, diálogo. Todas ellas condiciones propias de una sociedad democrática”
En suma, se entiende, entonces,  una “sociedad del conocimiento”, como una forma social superadora de las actuales, a condición de que el conocimiento  (que es la base) sea un bien que está disponible para todos. Esta podría ser  la nueva sociedad, la nueva ciudadanía en un contexto democrático. Se comprende mucho conocimiento al alcance de todos, distribuido de tal manera que garantice igualdad de oportunidades.
En la nueva sociedad del conocimiento, la educación hace la diferencia, es decir, la construcción de la nueva democracia, el surgimiento de la nueva ciudadanía se podría lograr a través de un sistema educativo- que promueva valores de participación, de responsabilidad, de pluralidad, de dialogo, de consenso con disenso- que sea el encargado de garantizarlo, al cual toda la sociedad le dé el mandato de hacerlo y los recursos para lograrlas.
Marisol Hernández.     Docente.