domingo, 15 de diciembre de 2013

La verdad y el subjetivismo. Marisol Hernádez

La verdad y el subjetivismo
En la posición subjetivista, la ética empírica consiste en hacer de los valores simples apreciaciones, más o menos arbitrarias, de los individuos y de la sociedad. De aquí, que halla dos tipos de subjetivismo, el individualismo y el social o específico. Entre el subjetivismo, en cualquiera de sus dos facetas, y el objetivismo, media una oposición absoluta. Pues los valores existen en sí,  y por sí, independientemente de toda estimación subjetiva.

La ética subjetivista constituye una, de las varias manifestaciones de una doctrina más general, que en realidad representa una actitud ante la vida. Se alude a la tesis que refiere a la subjetividad todo cuanto existe. Esta manera de concebir lo existente fue defendida, de modo sistemático, por el sofista Protágoras. También, es bien conocida la frase, del orador abderitano, “el hombre es la medida de todas las cosas; de la existencias de las cosas que existen y de la no existencia de las que no existen”. En el Teetete, Platón, de Atenas, hizo de dicho principio la interpretación que todavía se admite. Según la exégesis platónica, cuando el retórico de Abdera, sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas, no se refiere a la humanidad, abstractamente considerada, sino a cada individuo, en lo que tiene de personal e irreductible.

Se comprende con tal opinión que, cada hombre es la medida de lo real. En el contexto epistemológico, la tesis equivale a sostener que la verdad no es objetiva, o dicho, con otras palabras, que hay tantas verdades como individuos. Cada hombre tiene su verdad, de lo cual  se comprende que,  lo que es verdadero para uno, puede no serlo para los demás. Por lo tanto, es posible que, un mismo juicio exprese a la vez, para diferentes sujetos, una verdad y una falsedad.

Parece en opinión de Protágoras, que las cosas son, con relación a una persona, tales como a esa persona le parecen, y con relación a otra persona, tales como a la otra persona le parecen. En la situación que corre un mismo viento, uno siente frio, otro no lo siente. Este relativismo sensualista tiene su antecedente en la idea de Heráclito del devenir perpetuo. El fundador de la Academia, expresó en esta opinión, los orígenes de tal filosofía, “ninguna cosa es una, tomada en sí misma, y a ninguna cosa, sea la que fuere, se le puede atribuir con razón  y denominación ni cualidad  ninguna, que si se llama grande una cosa parecerá pequeña, si pesada parecerá ligera, y así en lo demás, porque nada es uno, ni igual, ni de calidad determinada, sino de la traslación, del movimiento, y de su mezcla recíproca se forma todo lo que se dice que existe, sirviéndose en esto de una expresión impropia, porque nada existe, sino que todo deviene”.

Se podría concluir, que la teoría epistemológica de Protágoras, culmina en el agnosticismo. Si la verdad consiste en la sensación, y las sensaciones difieren en cada individuo, habrá que considerar todas las opiniones como igualmente verdaderas. Más si todo es verdad, resulta que nada es cierto porque a lo que un sujeto le parece evidente puede parecerle a otro falso. Se percibe que no habiendo un criterio de certidumbre, tampoco habrá ciencia, sino una abigarrada variedad de opiniones divergentes y contradictorias.
Si se aplica en el orden moral, la doctrina subjetivista examinada del sofista lleva a la afirmación de que el bien alude a las estimaciones individuales consideradas valiosas. Se podría decir que “cada hombre es la medida del bien y del mal”.

El subjetivismo ha sido aplicado a todos los ámbito de lo existente. No sólo hay un subjetivismo epistemológico y un subjetivismo moral, también se tiene el subjetivismo religioso, el estético, etc. Por ejemplo, para el jurídico, no es la justicia un valor independiente de las apreciaciones humanas, sino un producto, más o menos arbitrario, de los juicios estimativos de los hombres.
Marisol Hernández. Dra en Ciencia Política

jueves, 12 de diciembre de 2013

POLÍTICAS PÚBLICAS, LIBERALISMO Y DEMOCRACIA. Marisol Hernández


POLÍTICAS PÚBLICAS, LIBERALISMO Y DEMOCRACIA

En opinión del autor Norberto Bobbio, considerado el filósofo  de la democracia, el binomio liberalismo-democracia debe entenderse ante todo como una relación de necesidad; al respecto asegura que: “liberalismo y democracia están ligados necesariamente en el sentido de que sólo la democracia es capaz de realizar en plenitud los ideales liberales y sólo el estado liberal puede ser la condición para la práctica de la democracia”

Lo que se propondrá Bobbio será, precisamente, mostrar la serie de elementos que a través de la historia permitieron la configuración de esa relación que, durante mucho tiempo y, aún hoy día, sigue siendo considerada por un número importante de pensadores como antitética. Se pregunta ¿Cómo es posible hacer coincidir una concepción de Estado, como la liberal, que subraya las libertades individuales y reduce la influencia del Estado, con una forma de gobierno, como la democrática, que en rigor debería buscar la equiparación de condiciones y la igualdad?

            Se ha dicho  que liberalismo y democracia se encuentran vinculados en una relación de necesidad. Pero esto es sólo posible, opina Bobbio, cuando se entienda la democracia como un conjunto nominal de reglas cuya observancia es necesaria para la distribución del poder político. Y esto es así porque cuando la democracia deja de ser esto para ser el ideal de igualdad, a ser democracia sustancial, no formal; para el pueblo, no del pueblo, entrará en una relación de mutua exclusión con el liberalismo.

            Básicamente se trata de entender que libertad e igualdad son valores antitéticos (+ libertad = - igualdad / + igualdad = - menos libertad) y que por lo tanto cuando se da prioridad a uno de ellos la relación se cae. Si siendo liberal se da prioridad a la libertad sobre la igualdad (por ejemplo, dando rienda suelta a la propiedad privada), la sociedad será evidentemente menos democrática, al menos en el sentido de la igualdad. Si por el contrario, siendo un demócrata, trata de igualarla (por ejemplo, eliminando esa misma propiedad) la sociedad podría experimentar el fin de las libertades individuales.

            La alternativa que propondrá el liberalismo para no renunciar al ideal de gobierno propuesto por la democracia será, entonces, entenderla, como se dijo, simplemente en su sentido nominal: 1. Igualdad frente a la ley y,

2. Igualdad de derechos.

Se observa así, que dentro del liberalismo (es la crítica hecha desde la izquierda) la igualdad se reduce a una cuestión de forma, pero nunca de hecho, y centrada de manera exclusiva al campo de lo político, pero nunca de lo económico. Ni siquiera cuando el liberalismo pretende a través de modelos de democracia representativa hacerse ver como un modelo político de soberanía popular, podrá superar una participación limitada al sufragio, puesto que en el momento en que se amplíen los límites de acción del Estado, estaría entrando en contradicción con sus principios básicos.

            Una vez más, la legitimidad democrática (más allá de un sistema político de gobierno, como forma de vida que tiene como meta el bien común en una cultura de paz y tolerancia) encuentra una actualización de añejos problemas al establecer que ella requiere de mecanismos de designación de los gobernantes, y en especial, la democracia crea el marco constitucional de las relaciones entre minorías, algunas de ellas constituidas en élites, o compitiendo entre sí por el ejercicio del gobierno, a través de la participación ciudadana en la formulación e implementación de las políticas públicas entendidas como conjunto de acciones, decisiones.

            La homogeneidad  mínima de  parece que está conformada por el acceso a los bienes básicos y las libertades fundamentales, que constituyen el núcleo primordial de las políticas públicas. Esa homogeneidad, se comprende es condición  indispensable para el funcionamiento de una democracia representativa y no contradice el respeto a la diferencia o discenso. No se trata de una posición “etnocéntrica”. La posición contraria consiste en establecer la posibilidad de contar con criterios éticos universales (que no absolutos), a partir de la noción de necesidades básicas y de sus correspondientes bienes básicos, las cuales son las demandas de las políticas públicas orientadas por los modelos de gestión en concordancia con los modelos de desarrollo de los Estados.

            En conclusión, para minimizar  la ineficiente regulación gubernamental, en la formulación y gestión de las políticas públicas teóricamente, pero que en la práctica tiene poca importancia, al no dar respuesta a los problemas de coyuntura local, para promover el desarrollo, es necesario la involucración directa, en democracia, de los participantes, afectados en la formulación de las reglas y planes gubernamentales, en el contexto económico, político y social del bien común.

 

 

 

Fuentes Internet:

Referencias

Bobbio, Norberto. (1982). “Presente y futuro de los derechos humanos”, en El

            problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, Gedisa,

 

 ______, (2000).   Liberalismo y democracia (trad. de J. Fernández   Santillán), México, Fondo de Cultura Económica.

    

______, (2002).  El filósofo y la política (trad. de J. Fernández   Santillán), México, Fondo de Cultura Económica.

 

Martinelli José María, Políticas públicas en el nuevo sexenio, Plaza y Valdes editores, México, 2002.

 

Baradach Eugene, Los ocho pasos para el análisis de políticas públicas, CIDE; México, 1998,

 

Majone, Giondomenico. Argumentación y persuasión en la formulación de políticas. México. FCE

 

Aguilar Villanueva Luis, La hechura de las políticas públicas, Porrua, México

Ruiz Sánchez Carlos, Manual para la elaboración de políticas publicas

 

Sánchez Gutiérrez Arturo, El proceso de diagnostico en la elaboración de políticas públicas, en Perfiles Latinoamericanos, 1993

 

Calva José Luis, Políticas Económicas para un desarrollo sostenido con equidad.

 

 

 

Göran Therborn. ¿Cómo domina la clase dominante?. Aparatos del Estado y poder estatal en el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. 4ª. Ed. México, D. F., Siglo XXI, 1989. p. 37.

DISEÑO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS. Marisol Hernández


EL DISEÑO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

 Siguiendo la corriente institucionalista, heredado de las teorías formuladas por Oliver Williamson (1975) sobre las jerarquías y los costos de transacción, es necesario preguntarse ¿en qué medida es posible diseñar las políticas públicas que generen los impactos sociales deseados y esperados? Eliminando el actual descontento por la democracia y las formas de organización política vigentes, esto es, generando gobernanza, entendida según Larason e Ingram (1997:4) como "la capacidad de una democracia de producir política pública que cubra las expectativas de la sociedad".

            Estas mismas autoras consideran que es posible diseñar las políticas públicas, en la medida que se construyen sus contenidos, lo que convierte al proceso del diseño de las políticas públicas, en "un proceso dinámico histórico que involucra construcciones sociales de conocimiento e identidades de poblaciones objetivo, relaciones de poder e instituciones" (Larason e Ingram, 1997:5).

            Por tanto, un componente histórico explica la primacía y el desarrollo de unas políticas públicas sobre otras, que depende de las jerarquías construidas al interior de las instituciones, normas y reglas de conducta explican el resultado final en términos de desarrollo local. Esta perspectiva institucionalista es muy importante en el momento actual, puesto que pone en manos activas la posibilidad de generar el cambio hacia una visión compartida de lo que deben ser las sociedades democráticas, dando paso a la importancia de la información para superar los problemas de costos de transacción de utilizar el mercado, al entendimiento y superación de los problemas de agencia que surgen cuando se desarrollan capacidades muy específicas al interior de la organización (en este caso, del sector público) y finalmente, permite formular y diseñar nuevas y mejores políticas públicas.

            El diseño de las políticas públicas involucra relaciones de poder. Hay muchas políticas gubernamentales que en apariencia no parecen obedecer a un "desplazamiento de la función de demanda social" sino a uno de la "oferta de políticas" siendo el factor exógeno la presión política generada por grupos muy concretos dentro de los organismos de decisión.

             Se podría responder a la pregunta,  en la  medida que es posible diseñar políticas publicas, debe tenerse en cuenta que este diseño es una condición necesaria pero no suficiente para lograr el impacto deseado y esperado. Si depende de las jerarquías construidas al interior de las instituciones, y que son las normas y reglas de conducta las que explican el resultado final de estas políticas, debe tenerse en cuenta el trabajo de North que considera que desde el punto de vista transaccional, la interacción política es un conjunto de relaciones contractuales, las instituciones son las reglas de juego que intervienen de un modo decisivo en los incentivos que enfrentan los agentes y es esto lo que determina en alto grado los resultados de las políticas públicas.            Si se tiene en cuenta esta relación causal entre instituciones y resultados, los mecanismos y normas de organización que se establecen para los actores del juego político deben ser más claros, en un mundo donde los costos de transacción son mayores en el ámbito político por lo que el diseño de una estructura institucional eficiente es bastante complejo.
 
 
 
 
Se propone un modelo de gestión de políticas públicas simbióticas, basadas en diferentes autores. En él se pueden ver cuatro fases, que tienden a desdibujarse, superponerse y entremezclarse, de la política: formulación, gestación, implementación y evaluación del proceso de decisión-acciones. Se considera explicativo, dinámico. Un problema público implica manifestación de varios problemas individuales, pero no aislados, de implicación gubernamental.
La agenda de gobierno puede entenderse como el elemento que une la gestación con la formulación de la política.
En este momento de formulación, que implica una sucesión de intercambios entre actores políticos que interactúan en escenarios formales e informales, se da la discusión sobre la alternativa que se adoptará para corregir el problema. La implementación es un proceso, político, de estrategias y técnicas con multiplicidad de actores sociales, implica juegos de poder, es la puesta en práctica del diseño que se elige y construye para abordar el problema. El punto clave de la Implementación es lo que Pressman y Wildavsky llamaron “la complejidad de la acción conjunta”, pues en este juego político (Bardach), se manifiestan intereses que incomodan a los objetivos planteados en el diseño. El político (burócrata en término Weberiano) no puede prescindir de la persuasión (Majone, Subirats), intercambio político (Canto) y negociación, de no recurrir a estos, no tendrá manera de lograr que la mayoría coopere.
La evaluación de metas, de impactos de la políticas públicas consiste en la realización de una investigación de juicio de valor, de tendencia interdisciplinaria, cuyo objetivo es conocer, explicar y valorar, mediante la aplicación de un método sistemático de indicadores de gestión (eficacia, eficiencia, efectividad), el nivel de logros alcanzado (resultados e impactos) por las políticas y programas públicos, así como aportar elementos al proceso de toma de decisiones para mejorar los efectos de la actividad evaluada. Permite la reformulación de la política pública
A mayor democracia en Venezuela, como sistema político de gobierno, como forma de convivencia,  habrá mayor participación ciudadana en el proceso de las políticas públicas.
La participación ciudadana, entendida como gobernanza, recupera la parte pública de la política, y permite que la democracia (caso de Venezuela) no sea solo una democracia electoral, representativa, sino una democracia participativa. No obstante, las políticas son escenarios donde el conflicto, la incertidumbre e intereses particulares, están presentes en todo momento. Tampoco todos los niveles de participación pueden estar en todas las fases de la política.
            El principio de la democracia representativa, es que el número creciente de pobladores, no permiten la democracia directa, sin embargo, la democracia representativa venezolana no arroja los mejores resultados. Vincular participación ciudadana en las fases, de tomas de decisiones, de  las políticas mejoraría el desempeño de los representantes, actores políticos y daría mejores soluciones a los problemas públicos. Se entiende  que la democracia, como modelo de desarrollo, es la mayor incidencia de los niveles participativos en las fases de las políticas.
Marisol Hernández. Dra. en Ciencia Política
 
 

Modelos teóricos de políticas públicas. Marisol Hernández


Los modelos teóricos de políticas públicas pueden ser clasificados en tres grupos: el modelo pluralista-racional, el burocrático-estatal y el neocorporativista e institucionalista.

            El modelo pluralista-racionalista considera las políticas públicas como una respuesta a las demandas sociales que se generan, y las organizaciones administrativas como instrumentos que reaccionan ante las demandas, a través del suministro de políticas que satisfagan dichas necesidades. La contribución que la teoría pluralista realiza a la ciencia política es producto de la conjunción de las teorías racionalistas que provenían de la ciencia económica; de hecho, la racionalidad se convierte en el criterio preeminente de la acción.

            Dos expresiones teóricas a destacar del enfoque pluralista lo constituyen la teoría de la elección racional (public choice), que presupone que los individuos se comportan y adoptan decisiones de forma racional, que más le proporciones beneficios, y la teoría de la racionalidad limitada que reconoce limitaciones en la capacidad de conocimiento y de elección.

            El modelo burocrático-estatal centra su análisis en el papel de los burócratas (funcionarios) y los expertos, ya que a éstos se le concibe como élites que controlan las estructuras estatales. Dentro de este enfoque, y a pesar de las divergentes aproximaciones filosóficas que suponen, se podría incluir el neomanagerismo o neoweberismo, el neomarxismo y el estructuralismo.

            Tanto el modelo corporativista como el institucionalista vinieron a ofrecer una visón más completa de la relación entre el Estado y los demás actores del sistema. A diferencia del modelo pluralista en el que la relación fundamental se produce entre grupos que entran en conflicto y que necesitan alcanzar compromisos, en el neocorporativismo la relación se produce entre los grupos y el propio Estado. La reinserción del Estado como elemento de análisis de las políticas públicas, que la corriente behaviorista había eliminado de su agenda de prioridades dentro de la  ciencia política (policy science), y el interés  por el estudio del Estado hará  que emerja la aparición del neoinstitucionalismo.

            Se considera de nuevo el concepto de política pública, ésta puede definirse como un programa de acción de una autoridad dotada de poder político y de legitimidad gubernamental, que afecta a un sector de la sociedad o bien a un espacio geográfico determinado. El programa y las acciones que éste implica constituyen el núcleo central del analista de políticas públicas, cuyo esfuerzo se caracteriza por la acumulación de observaciones. Pero como acertadamente recuerda Th. R. Dey, una política pública se compone de aquello que una autoridad pública decide hacer o no hacer, puesto que en políticas públicas el no actuar se puede considerar como una acción, actuación.

            La política pública, más que de una disciplina teórica se trata de una ciencia práctica para la acción, ya que su objetivo es proceder a un mejor análisis del proceso de adopción (formulación implementación) de políticas, de forma que permita establecer un diagnóstico más acertado de la situación, y un mejor aprovechamiento de los recursos para la consecución de los fines establecidos. De lo que se comprende, se  hace preciso la distinción de dos componentes de lo que se denomina  análisis de políticas públicas (policy analysis), que consiste en la identificación de las alternativas, opciones y de los efectos que éstas pudieran producir, y el diseño de políticas (policy design), que consiste en la adopción de una alternativa y el establecimiento de los medios que permiten alcanzar el objetivo propuesto.

            Se resalta, el análisis de políticas públicas centra su estudio en los procesos de elaboración de políticas y programas públicos de actuación. Tal planteamiento permite una aproximación doble: la primera, la formación del proceso de políticas desde una concepción global, compleja y sin la formulación de límites claros al proceso, ésta sería la concepción desarrollada por Charles E. Lindblom, y el enfoque que separa las diversas fases del proceso con la finalidad de proceder a un estudio independiente de las diferentes etapas. Esta segunda perspectiva elaborada por Harold Lasswell tuvo una mayor influencia en el análisis de políticas públicas, asumiendo que el proceso de elaboración de políticas y programas es racional y ordenado.
Marisol Hernández. Dra. en Ciencia Política

miércoles, 11 de diciembre de 2013

SÍNTESIS DE LA HECHURA DE LAS POLÍTICAS. Marisol Hernández


LA HECHURA DE LAS  POLÍTICAS

Esquema
I. El olvido teórico de la elaboración de la política
II. En busca de la noción de política
   II.1. La noción descriptiva de política
   II.2. El concepto teórico de política
III. El análisis y la decisión de las políticas
    III.1. Las dos corrientes de análisis:
            Racionalismo e Incrementalismo
    III.2. La otra racionalidad del análisis: Majone
    III.3. El análisis como proceso social: Wildavsky
IV. A manera de recapitulación

 Introducción

            La antología de Luís F. Aguilar Villanueva (1992) promueve   los estudios de políticas públicas,  en ella se ofrecen ideas, métodos, técnicas, cuestionamientos y propuestas sobre cómo contribuir desde la administración pública, la acción ciudadana y la academia, a lo que se le llama con esperanza buen gobierno y convivencia civilizada. En este texto, de la segunda  antología, se describen o prescriben estrategias de análisis y de decisión de políticas.

            Propone el debate sobre el incrementalismo,  como propuesta para la elaboración de las políticas. El trasfondo del texto es la discusión sobre las relaciones  deseables  entre el análisis racional (científico del proceso decisorio de las políticas con criterios de eficiencia técnica y eficiencia económica) y la concertación política  (dimensiones valorativas y políticas inherentes a toda decisión de gobierno)  en la decisión y desarrollo de una política.

Se aborda, asimismo, la cuestión de la factibilidad (organizativo-administrativa, viabilidad política) como complemento de los necesarios análisis de eficiencia económica  (operativa, asignación de recursos, evaluación de programas, planeación y presupuestación, elección estratégica.

            Un tema trascendental tanto en la Ciencia Política como en la Administración Pública es el estudio de las Políticas Publicas (decisiones acciones), abarcando desde su planteamiento (formulación), análisis (argumentativo), evaluación y su posterior implementación (gestión, ejecución). Se comprende que para el desarrollo de cualquier Estado es indispensable contar con Instituciones realmente eficaces que sepan captar  los problemas  -las demandas- de los ciudadanos, a través de sus diferentes organizaciones (aparatos del Estado), pero lo realmente eficaz y preponderante es resolver los problemas presentados con reformas que den solución y con Políticas Públicas muy bien implementadas.

            En el presente trabajo,  el  propósito es dar a conocer que son, como se elaboran (formulan), quienes participan y como se evalúan las Políticas Públicas y conjuntamente hacer un análisis y critica a las mismas interrogantes pero en el caso mexicano.

            Se pregunta ¿Por qué analizar las políticas públicas? Se percibe que el desarrollo de un país va a depender solo y solo si, tiene la capacidad estratégica y administrativa para implementar políticas que ayuden al desarrollo de la plena convivencia social, política y económica de los diversos actores, políticos y sociales,  que participan en la formación de un Estado, se refiere a los ciudadanos, instituciones, organizaciones y autoridades; solo esta plena convivencia dará la estabilidad en el sistema político, social y económico que por consecuencia habrá un impulso a un desarrollo suficiente para situar a los países en buena posición con respecto a sus competidores en el ámbito mundial.

            Por tanto las políticas públicas son, sin duda alguna, la parte ejecutora de la Administración Publica, Políticas Publicas sanas, eficientes y que respondan a los problemas sociales darán como resultado un Estado con administración capaz de enfrentar con seguridad cualquier adversidad venidera.


Estudio introductorio

            Inicia este texto, Luís F. Aguilar Villanueva, no deja de ser extraño el hecho de que el proceso de elaboración de las políticas, la hechura de las  políticas, haya sido comparativamente poco estudiado. Pocos fueron los campos de acción social que escapan al impacto de los gobiernos. Sin embargo, la manera como los gobiernos deciden y desarrollan sus políticas públicas, su proceso, patrón y estilo de decisión y operación, quedaron sin investigación sistemática.


I. El olvido teórico de la elaboración de la política

           Muchas razones, históricas y teóricas, explican el descuido y hasta el olvido de la  hechura de las  políticas, En la perspectiva de la ciencia política estándar el proceso de gobierno y, más singularmente, el proceso de decisión y puesta en práctica de las políticas no ocupó nunca centralidad alguna. Las teorías sistémicas, marxistas, elitista o pluralista explicaban las decisiones de gobierno   desde fuera del gobierno mismo. El secreto de la decisión y su efectuación radicaba en fuerzas y estructuras sociales, exteriores y superiores, que determinaban exhaustivamente la materia y la forma de decisión.

            La estructura económica, el conflicto de las clases, el interjuego de los grupos de interés, el comportamiento del entorno social o cultural del sistema político… eran los factores para dar cuenta de por qué los gobiernos decidían de la manera en que lo hacían. El gobierno carecía de iniciativa propia, no tenía la capacidad de elegir sus propósitos y acciones.   Demasiado tarde se reconoció la “autonomía relativa” del gobierno como para revertir la tendencia dominante, destacar la especificidad e importancia de la elaboración de las políticas y reconocer su causalidad  propia en el conjunto social y en el proceso político. Hoy parece que la comunidad científica está más dispuesta a concederle un mayor margen de maniobra a los gobiernos, nacionales y locales, obviamente sin recaer en oportunismos decisionales.     

            En suma, la hechura de la  política no tenía autonomía para la ciencia política convencional y, en contraste, tenía toda la autonomía para la administración pública. El resultado final, en ambos casos y por diversas razones, era que el proceso decisorio de la política se volvía un objeto de estudio externo y marginal al corazón de las dos disciplinas.

            El determinismo social de la política daba intelectualmente por descontado el sentido, el instrumental y los efectos del proceso decisorio de una política. Fue alto el precio pagado por causa del descuido teórico del proceso de elaboración de las políticas. El crecimiento del Estado y la expansión de su aparato gubernamental fueron señal de que los grandes actores y poderes sociales, a cuya dinámica (constructiva o conflictiva) supuestamente se sometían las políticas, eran incapaces de resolver muchas cuestiones sociales y, en el fondo, incapaces de garantizar el orden y bienestar público.

            Sonaba irónico llamar al Estado social o socialista  o al gobierno “instrumento de la clase dominante o de la clase revolucionaria, cuando protagonizaba incontenible la acción colectiva. Los desaciertos de muchas políticas gubernamentales, por exceso de autonomía, están a la vista y en la memoria.

Hoy, en contraste, parece que la decisión de las políticas comienza a colocarse en el centro de la teoría política y administrativa.

            No todo es un asunto público, como para que todo sea política, programa de gobierno y materia administrativa.


II. En busca de la noción de política

Los acercamientos –enfoques- a la definición de política (policy) suelen ser de dos tipos en la literatura: descriptivos y teóricos. En la construcción de la definición descriptiva, el debate se centra en la cuestión de si la política sea sólo  la decisión (de gobierno) o implique algo más. En la construcción teórica las posiciones varían según la teoría politológica o según las conjeturas básicas con las se explica la ocurrencia de la política.

       

II.1. La noción descriptiva de política

            En la definición descriptiva, hay unanimidad en reconocer e incluir su aspecto institucional: se trata de la decisión de una autoridad legitima, adoptada dentro de su campo legítimo de jurisdicción y conforme a procedimientos legalmente establecidos, vinculante para todos los ciudadanos, y que se expresa en varias formas: leyes, sentencias, actos administrativos… Sin embargo, las diferencias de componentes y énfasis en la definición se ponen de manifiesto apenas se incorporan los aspectos políticos, administrativos, conductuales, que resultan de otras maneras de ver la política, más allá de jurisdicciones formales, reglamentos y órdenes.

            Para Heclo, (1972:85), la política no es un fenómeno que se autodefina, sino una categoría analítica. Es el análisis el que identifica su contenido, no los dichos del decidor de la política ni las piezas de la legislación o de la administración. Existe no por intuición sino por interrogación de los fenómenos políticos.

            Aguilar hace un resumen de los diversos significados del término “política” se encuentra en Joan Subirats (1989) y en Hogwood-Gunn (1984). Puede denotar varias cosas: un campo de actividad gubernamental (política de salud, educativa, comercial), un propósito general a realizar (política de  empleo estable para jóvenes), una situación social deseada (política  de restauración de los centros históricos, contra el tabaquismo, de seguridad) una propuesta de acción específica (política de reforestación de parques, política de alfabetización de adultos), la norma o las normas que existen para una determinada problemática (política ecológica, energética, urbana), el conjunto de objetivos y programas de acción que tiene el gobierno en un campo de cuestiones (política de productividad agrícola, de exportación, de lucha contra la pobreza extrema)

            Las definiciones arrojan los siguientes componentes comunes:

a)    institucional, la política es elaborada o decidida por una autoridad formal;

b)    decisorio, la política es un conjunto-secuencia de decisiones, relativas a la elección de fines y/o medios, de largo o corto alcance, en una situación específica y en respuesta a problemas y necesidades.

c)    Comportamental, implica la acción o la inacción , hacer o no hacer nada; pero una política es un curso de acción y no solo una decisión singular;

d)    Causal, son los productos de acciones que tienen efectos en el sistema político y social

Una  definición recapituladora de política es: reglamentos y programas gubernamentales, considerados individualmente o en su conjunto, esto es, los productos de las decisiones de autoridad de un sistema político. Puede tomar la forma de leyes, órdenes locales, juicios de corte, órdenes ejecutivas, decisiones administrativas y hasta acuerdos no escritos acerca de lo que se debe hacer. 

Por política suele entenderse un conjunto o secuencia de decisiones más que una decisión singular acerca de una acción de gobierno particular. Algunos la entienden como decisiones de fines y preferencias y la distinguen de las decisiones relativas a los medios para alcanzar los fines.     Otros, en contraste, consideran que la política incluye los medios y los fines.   En algunos contextos denota decisiones de objetivos de largo plazo o directrices generales de acción gubernamental que guían las acciones de corto plazo en situaciones específicas. (Plano et al, 1973: 311)

En primer lugar, una política es un comportamiento propositito, intencional, planeado,   no reactivo, casual. Se pone en movimiento con la decisión de alcanzar ciertos objetivos a través de ciertos medios: es una acción con sentido. Por su carácter propositito, referido a las, realizaciones de objetivo, la política denota las intenciones de las fuerzas políticas  de los gobernantes, en segundo lugar, no es la simple decisión deliberada del actor gubernamental: la gran decisión  en la cúspide del Estado.

Hay que incorporar las muchas y diversas decisiones de los muchos actores    participantes, gubernamentales y extragubernamentales, que   en sus  diversas interacciones han preparado y condicionado la decisión central, le dan forma y la llevan después a la práctica, haciéndola y rehaciéndola, con el resultado muy probable que los resultados finales no se asemejen   a las intenciones y planes originales.     

La   política es un proceso, un curso de acción (Friedrich, 1963:79), es un conjunto de acciones. En efecto, una política es en un doble sentido un curso de acción: es el curso de acción deliradamente diseñado y el curso de acción efectivamente seguido. Por una parte, la política que se decide y se quiere llevar a cabo es básicamente un conjunto interrelacionado de acciones que, en razón de los recursos con los que cuentan los actores, los medios que emplean y las reglas que siguen, es considerado idóneo y eficaz (eficiente) para realizar el estado de cosa preferido.

Aguilar percibe que la política es entonces una estrategia de acción colectiva, deliberadamente diseñada y calculada, en función de determinados objetivos. Implica una serie de decisiones a adoptar y de acciones a efectuar por un número extenso de actores, puede distanciarse de la estrategia intencional de acción colectiva, diseñada y organizada por la autoridad estatal. Supuesta su institucionalidad, la política es, en suma: a) el diseño de una acción colectiva intencional, b) el curso que efectivamente toma la acción como resultado de las muchas decisiones e interacciones que comporta y, en consecuencia, c) los hechos reales que la acción colectiva produce.


    II.2. El concepto teórico de política

            El acercamiento teórico a lo que realmente es una política pública es tan decisivo como variado. Las teorías politológicas mayores, a partir de sus teoremas sobre el poder, el consenso y el conflicto, son determinantes. Quien, cómo y para qué detenta el poder político colectivamente vinculante, a la base y al margen de la autoridad estatal formalmente constituida, ha sido la pregunta central y recelosa de la ciencia sociología política.

            Si las políticas en sus diversas formas reglamentarias, presupuestarias, administrativas, sean producto de la dominación de clase (bloque en el poder), de los ajustes mutuos entre los grupos de interés (corporativos o pluralistas), de la hegemonía de una élite (tradicional o modernizante) del peso irresistible de las metrópolis sobre periferias indefensa…etc. Todo esto va a depender del cuerpo teórico desde el cual el investigador-analista construya sus conceptos, hipótesis y procedimientos de prueba.

           

I.              El análisis y la decisión de las políticas

      Muchas son las preguntas en torno al análisis de políticas. Averiguar cómo se efectúa el análisis, cuáles son los posibles tipos de análisis, qué cosa quiere realmente logra el análisis, y si es capaz de efectuar lo que dice y pretende, son alguna de las varias cuestiones importantes. Pero la pregunta básica es la que  concierne a la naturaleza misma del análisis de la política: qué es, en qué consiste.

            ¿Es un   análisis económico, cuantitativo, preocupado sólo por la asignación eficiente de los recursos públicos, o incluye también aspectos institucionales, administrativos, éticos y políticos?    

¿Es sólo un ejercicio de acción racional, que se orienta a la maximización de las funciones deseadas, o incluye otras consideraciones que se pretenden también racionales, aunque sean equivalentes a la noción de eficiencia técnica y económica?

            Las respuestas serán diversas según las varias concepciones y expectativas que se tengan de la   política, de lo deben ser las relaciones entre razón y política, entre el análisis y la decisión pública. Y, vistas las cosas a fondo, el carácter de las respuestas dependerá de las varias concepciones y apreciaciones que se tengan acerca de las funciones, ámbitos y modos de intervención del Estado. 

            Al revisar la literatura del análisis de políticas, Aguilar percibe que se puede observar que hay dos posiciones extremas en lo que se refiere a la naturaleza e instrumental del análisis y al papel que puede o debe jugar en la formulación de la política.  Aquí, como en otros campos, se repite la polémica entre una “noción racional” y una “noción transaccional” de la política.

            En un extremo, se ubica la visión racional estricta del análisis que reconoce la existencia de diversas  restricciones  pero sin renunciar a la exigencia de la racionalidad máxima posible en la formulación y  decisión de la política. En el extremo opuesto, se ubica la visión negociadora, concertadora, pragmática de la política, que utilizará táctica o casuísticamente el análisis.

    III.1. Las dos corrientes de análisis:

            Racionalismo e Incrementalismo

Después de la Segunda Guerra Mundial, se llamó  análisis de políticas” a la propuesta  y/o a la actividad de mejorar las decisiones (logísticas, bélicas, económicas, asistenciales), de políticas mediante la incorporación sistemática de teoría y método  científico  (diseño, método cuantitativos y supuestos teóricos de comportamiento racional de los sujetos) más allá de la experiencia, la intuición, la costumbre o la ley.

Aguilar dice: las políticas públicas podrían ser, tal vez, decisiones complejas y conflictivas, pero no eran esencialmente diversas en sus partes, pasos y requerimientos.  En efecto, descomponer un problema de política es sus componentes básicos y estructurarlo, determinar cuáles serían los componentes a alterar y establecer así los objetivos de acción, identificar las posibles opciones de acción para efectuar los objetivos, compararlos en términos de su eficacia-eficiencia esperada, utilizando técnicas de modelación y calculo cuantitativo (es decir, entendido positivamente, “método científico”. Este es el  esquema de decisión racional o de solución racional de problemas

Esto es, se evoca el análisis microeconómico de costo-beneficio y costo-efectividad, el análisis de sistemas y el de de la investigación de operaciones, con su técnicas y procedimientos lógicos-cuantitativos de maximización mediante la programación lineal, teoría de juegos y colas, simulación…

            Quade (1975:22) pionero del “análisis de políticas, defensor del enfoque cuantitativo, pero también sensible a sus alcance y limitaciones, describe la situación: la investigación de operaciones busca  contribuir a realizar objetivo dado de la mejor manera; el análisis de sistemas (que es una investigación de operaciones) busca lo mismo,  pero de manera más económica; con equidad, más inclusiva y abarcante, por cuanto comporta consideraciones de economía e investiga la interacción entre los fines y los medios.

            El “análisis de políticas  puede entenderse como un análisis de sistemas  inclusivo y comprehensivo, pero con el añadido de que se interesa por los impactos distributivos de la política. Más aun, presta mayor atención a la implementación y a las consideraciones políticas y organizacionales. Quade no diferencia.

En efecto, el  análisis de sistemas   es un enfoque sistemático que ayuda al decidor a escoger un curso de acción mediante la investigación integral de su problema, la invención de sus objetivos y opciones de acción, la constratación de las opciones a la luz de sus consecuencias, el uso de un marco de referencia posiblemente analítico para aplicar intuición y juicio calificado al problema en cuestión (de factores sociales y político)

            En esta visión, el análisis de políticas es una estrategia de solución de problemas o de realización de objetivos, que procede estrictamente según criterios racionales de eficiencia técnica y eficiencia económica.



            Contra este esquema  canónico de análisis y decisión racional reaccionó Lindblom (1959, 1963, 1979).Su contrapuesta ampliaba las tesis de racionalidad limitada (cognoscitivos de información) de Simón (1945) y las de “sociedad abierta”  (refutable por definición, apoyados en evidencias inconclusas, carecen de validez) e “ingeniería social gradual” de Popper (1945) que critica la fundamentación inductiva de la ciencia.

            Lindblom recogió y rehizo estas dos posiciones, al afirmar que los gobiernos pueden decidir racional y responsablemente frente a los problemas públicos sin tener que comprometerse con los supuestos y requisitos de la racionalidad omnicomprehensiva (teorías causales y modelación matemática del comportamiento), que hipotecaban el análisis de políticas dominante y la planificación.



Lindblom propone un  MODELO  DE ANALISIS DE POLITICAS:

Las hechuras de políticas se dan en una dinámica de sucesivas comparaciones, cotejos y aproximaciones hacia los objetivos deseados que van cambiando a la luz de las nuevas consideraciones de la dinámica social involucrada.

Base del modelo: en un gobierno con abierta competencia de ideas e intereses lo adecuado es: corregir, ajustar, adaptar y/o reformar la "última política" disminuyendo la probabilidad de catástrofe y queda abierta la posibilidad de corregir los errores.

Lindblom es el tronco teórico básico en el análisis de políticas, posteriormente se desarrollan Wildawsky y Majone.


    III.2. La otra racionalidad del análisis: Majone

Propone un  MODELO  DE ANALISIS DE POLITICAS:

Una concepción dialéctica (discurso crítico).

Un modelo con carácter "artesanal" en el análisis de políticas.

El analista elabora y articula: evidencias, argumentos, persuasión, razones, informaciones y teorías para lograr el consenso y desde aquí convertir un análisis en política real y efectiva.

El analista y su equipo utilizan el poder, la influencia y la negociación entre los grupos políticos y de presión por un lado, y por otro, el debate y la argumentación entre los elaboradores de políticas como entre los ciudadanos en tanto discusión pública, este juego antitético y sintético es el tamiz de donde emerge "la política".

Los planteamientos de Majone se ven reflejados en la responsabilidad que le cabe a los actores políticos a lo largo de todo el proceso de implementación, las etapas de acción y los estudios de impacto, en razón de que en cada momento deben estar persuadiendo y logrando consensos que devendrán en una política real.


    III.3. El análisis como proceso social: Wildavsky

Wildavsky sostiene que el análisis de las políticas públicas consiste en hallar "un problema sobre el cual algo pudiera o debería hacerse"

Propone un  MODELO  DE ANALISIS DE POLITICAS:

Un proceso de "creación de problemas públicos".

La formulación del problema no es el primer paso sino el último del análisis.

El análisis consiste en encontrar un problema que pueda ser resuelto por los ejecutivos con nivel de toma de decisión sobre la base de variables controlables y tiempo disponible.

Contrastar los "objetivos deseados" con los "recursos disponibles" intentando dar una solución a la situación indeseada.

Confrontar lo "ideal" con lo "real" de un problema público, es decir, lo que se querría hacer, lo deseable, con lo que se puede hacer, lo posible, concordar lo que la sociedad y el gobierno pueden en efecto remediar, modificar y/o resolver.

Definir el problema público es encontrar el equilibrio entre los "hechos" y los "medios" que posibilitan el logro de los objetivos.

Se deben considerar en forma conjunta:

Recursos - Objetivos

Medios – Fines

Los postulados de Wildavsky encuentran su concreción tanto en la puesta en marcha en etapas cronológicamente diferenciadas de los objetivos deseados en función a los logros alcanzados con los recursos disponibles, como las formulaciones de los problemas a resolver en las sucesivas etapas, formulaciones que pasan a ser pseudoproblemas pues ya tienen por los estudios y análisis previos realizados sus correspondientes soluciones.


II.            A manera de recapitulación

Todo este recorrido por las nociones del análisis de políticas, buscando saber en que consiste, cuál función y alcance se le atribuye, cuáles procedimientos emplea,  cuáles los defectos y desvíos a evitar, puede que se trate se variaciones sobre el tema clásico de relación entre razón (ciencia) y política. Lo son, pero son variaciones en términos más concretos y que se orientan a la solución de problemas reales que tienen lugar en las comunidades políticas.

Simplificando, la literatura se puede decir que hay dos tendencias extremas, una, la que se inclina a intelectualizar el análisis  y la formulación de las políticas y la que se inclina a menospreciar el análisis y dejar la decisión al juego y arreglo de los poderes.

La primera tendencia estaría representada por el análisis de sistema, el análisis de costo-beneficio y costo-eficiencia, la investigación de operaciones, con todo su arsenal de modelación y cálculo cuantitativo, y sus aplicaciones más delimitadas de la planeación, programación, presupuestación y gestión.

Con razones, válidas para el sector público, su foco de atención es la eficiencia económica y técnica de las políticas  y su objetivo es producir recomendaciones normativas correctas a la luz del criterio de racionalidad y causalidad del actuar.

            La segunda tendencia estaría representada por todo el conjunto de politólogos que, con referencia a las teorías pluralistas, (neo)corporativistas, de élites y clases,  consideran que el análisis es sólo un elemento de entre los muchos que intervienen en el proceso de elaboración de una política.

Como elemento de juicio es frecuentemente importante el análisis en el debate de los problemas públicos complejos, pero ocupa un lugar secundario respecto de las transacciones entre las fuerzas.

El “ajuste mutuo” entre los grupos de interés guía y usa el análisis y decide la política.

            Añade Aguilar, que el pragmatismo y el concertacionismo permiten la irracionalidad decisoria, bajo la forma de dispendio y desempeño administrativo, además de consagrar la política miscelánea de presión como método para plantear problemas y encontrar respuestas.

Consciente de los defectos, límites y riesgos de la posición técnica y política del análisis, han surgido buenas tesis intermedias que quieren conciliar las ventajas y bondades de los extremos.

            Bajo la metáfora pertinente del “arte y la artesanía” quieren integrar el análisis de eficiencia en el horizonte mayor de la política. Pero ésta no es entendida resignadamente (es decir, pluralista, corporativa, elitista o clasistamente) como la fatal situación de relaciones de fuerza, mercado de posiciones y ganancias o transacciones de intereses. Por lo contrario, con sonoridad liberal, política significa discutir, ofrecer razones, argumentar, persuadir, convencer, llegar a acuerdos aun si parciales y de   carácter temporal.

            En conexión, consideran a la política como un proceso de aprendizaje colectivo para aumentar la capacidad de resolver problemas por parte de una comunidad.

En esta visión abierta de la política, el análisis para la toma de decisiones recupera su sentido, pero es integrado al proceso de la interacción política.

Persuadir se vuelve el componente clave del análisis.

Hay que armar un análisis que pueda ser convincente a los que están interesados en resolver un problema, pero no por que fue confeccionado a la medida de los deseos, prejuicios y gustos de los demandantes o los gobernantes.

            Concluye Aguilar, se trata de una actividad convincente de pedagogía pública, que a contraluz de los errores y extravíos de las decisiones públicas pasadas induce modificaciones en los deseos y las percepciones, en las expectativas y los instrumentos de la ciudadanía y gobierno. Por consiguiente, un análisis  que puede transformar las relaciones sociales, institucionales, patrones culturales.

            En suma, el análisis de políticas pierde su habitual mesura y sueña su utopía social. Pero, el análisis de políticas quiere contribuir a decisiones que hagan de la política y del gobierno instituciones productivas, que ensanchen en lugar de estrechar el ámbito de lo colectivamente deseable y factible.

Ello significa una visión rigurosamente teórico-técnica del análisis, pero en comunicación con la ciudadanía.

Con   un sitio en el corazón de la vida pública, pero con buenas realistas razones.